Por Juan Pablo Sallaberry Diciembre 4, 2014

El miércoles negro, con los pésimos resultados de las encuestas CEP y Adimark en la mano, los asesores de Michelle Bachelet querían que ella diera una señal de normalidad y continuara tranquilamente su gira por la VIII Región, visitando Lebu. El plan era mostrarla en terreno inaugurando un parque en un sector popular,  ya que en el Segundo Piso creen que la raíz del problema es que la mandataria se ha desconectado de su electorado.

Sin embargo todo falló. Carabineros dijo que era imposible viajar a Lebu porque allí la esperaba una protesta de pescadores y profesores que pretendían funarla. Los caminos desde Talcahuano estaban cortados y no había helicópteros disponibles para llevarla a la actividad.

Sin dar explicaciones, canceló su gira y volvió de inmediato a Santiago. Y aunque por el carácter de la presidenta y su estricta norma de que “no la pauteen”, era impensable que hiciera un cambio de gabinete el mismo día que aparece una encuesta desfavorable, su sorpresivo regreso disparó los telefonazos y especulaciones en el mundo político y volvieron las críticas sobre el mal funcionamiento del equipo de gobierno y los problemas que arrastra el comité político.

De nada sirvieron los gestos para la clase media que dio Bachelet mientras se medía la encuesta CEP, como la modificación del Mepco para reducir los precios de las bencinas o el fin del embarazo como preexistencia en las isapres. Tampoco generó demasiada tranquilidad el encuentro de la Nueva Mayoría del lunes, donde se quiso dar una señal de orden y fijar una nueva hoja de ruta reinstalando el tema de la nueva Constitución para así hacer un guiño a la izquierda.

La incertidumbre sobre las reformas ya estaba instalada en el país y aumentaba la presión para un cambio de ministros, más aún cuando el mayor daño lo está recibiendo la propia presidenta.

BACHELET PIERDE CAPITAL POLÍTICO
“Voy a poner todo mi capital político en riesgo para sacar adelante estas reformas”, declaraba el 5 de agosto Bachelet  en un cónclave realizado en Cerro Castillo. En esa oportunidad agregó que no le importaba caer al 40% en las encuestas o perder toda su popularidad de ser necesario, pero que el programa de gobierno debía ser aprobado. A partir de entonces dedicó buena parte de su agenda, entrevistas y actividades a defender sus proyectos de ley y a sus ministros. Cuatro meses después, sus palabras resultaron premonitorias.

La encuesta CEP no sólo arrojó el peor nivel de apoyo que haya registrado la gestión de la mandataria (38%) -sólo comparable con el 39% que obtuvo en su primer gobierno tras la puesta en marcha del Transantiago-, sino que mostró la caída de los atributos personales que son el sello de su liderazgo, como confianza (48% confía en ella contra un 47% que no), firmeza (33% cree que ha sido firme, mientras un 59% considera que ha actuado con debilidad) y cercanía (45% contra un 50% que cree que es lejana). Hace justo un año -el 15 de diciembre de 2013- ganó las elecciones con un cómodo 62%, y siempre se dijo que estaba blindada frente a los problemas  y que era de teflón porque las críticas le resbalaban, pero algo cambió.

Desmenuzando los resultados de la encuesta y su baja de 13 puntos en la evaluación de personajes políticos, se desprende una conclusión sorprendente: Bachelet cae en proporciones similares entre quienes se identifican con la derecha y quienes se consideran de  izquierda. De hecho, entre la gente de su sector político registra fuertes caídas en las preguntas sobre nivel de confianza (-13 puntos), destreza y habilidad (-11 puntos) y firmeza (-17 puntos).  Y es en la izquierda el sector donde más baja en la pregunta sobre la aprobación de su gobierno, baja 16 puntos, mientras que en los sectores independientes y de centro cae 12 puntos.

La encuesta Adimark, en tanto, detectó bajas en los atributos de liderazgo y credibilidad, y señala que la baja en la aprobación de la conducción de la gobernante -de un 45% a un 42%- se explica por las respuestas de los sectores de clase media  -donde la desaprobación alcanza un 58%- y de la gente de regiones.  Es más, entre la gente de Santiago no varía la aprobación, por lo que en este caso no aplica la explicación de La Moneda de que las malas cifras se deberían a las fallas del Metro y el Transantiago.

El diagnóstico en el oficialismo es que el problema radica en el costo que está significando la reforma educacional para el gobierno y la figura de la presidenta. Pese a ser la principal bandera de su campaña, la compleja fórmula de los proyectos de ley aún  no ha logrado convencer a la ciudadanía, y desde la derecha y la izquierda hay críticas sobre cómo  se ha llevado adelante la reforma.

PEÑAILILLO Y LA AUSENCIA DE UNA DUPLA FUERTE
El suprapoder que ha exhibido Peñailillo desde el primer día de gobierno mantiene en permanente tensión al comité político y es uno de las particularidades del actual diseño. El ministro del Interior, quien registra una apretada agenda de actividades en terreno y hace vocerías varias veces a la semana, ha adquirido protagonismo en los principales debates del país. Hombres de sus filas están repartidos en cargos clave de los distintos ministerios, y desde Interior se ha intervenido a varias carteras, como Educación, Salud y Transportes. Incluso Peñailillo ha adoptado roles propios del ministro de Hacienda, sosteniendo reuniones privadas con empresarios de los grandes grupos económicos. “Él tiene el poder de La Moneda, si en el primer gobierno de Bachelet había que ir a hablar al Segundo Piso, ahora hay que ir directamente a Interior”, señala un senador de la Nueva Mayoría.

El protagonismo del ministro PPD ha resentido su relación con la secretaria general de la Presidencia, Ximena Rincón (DC), quien se limita a conversar con él temas de su repartición. Pero en esa cartera lamentan en privado que el jefe de gabinete le quitara asuntos que eran propios de la Segpres,  como el cambio del sistema electoral. Rincón, quien nunca ha sido del círculo cercano a Bachelet, no es incluida en las reuniones clave -no participó, por ejemplo, de la cita de hace dos semanas cuando la bancada DC fue a La Moneda a discutir los plazos de tramitación de la reforma educacional-. Y con la postergación de la reforma constitucional ha debido esforzarse para tener una agenda propia. En el gobierno reconocen que es una ministra ejecutiva y que ha tenido la habilidad de rodearse con asesores de todos los partidos, lo que le genera una red transversal de respaldo.

En el caso de Álvaro Elizalde, el diseño de palacio y que responde a la personalidad del ministro, ha sido acotar su función de secretario general de Gobierno,  al estilo de los speaker del gobierno norteamericano. Es decir, un vocero que cumple con transmitir correctamente la información, evitando polemizar, sin atacar muy duro a la oposición ni tener agenda propia. Así Elizalde no comete errores, pero tampoco genera titulares ni instala nuevos mensajes del gobierno, como lo hicieron algunos de sus antecesores, como Francisco Vidal. Esta fórmula ha sido vista como una debilidad al interior de su partido, el PS, que reclama una presencia política más fuerte en la sede de gobierno.

Peñailillo tiene una relación de amistad con Elizalde -se coordinan a diario por las vocerías y a veces se les ha visto salir a tomar un trago tras la jornada de trabajo-.  Sin embargo, fuentes de gobierno reconocen que hoy no existe una dupla política de peso en La Moneda, como la que había en administraciones anteriores, cuando Andrés Velasco y Edmundo Pérez Yoma se potenciaban, ni tampoco existe el contrapeso de poderes que tenían José Miguel Insulza con Nicolás Eyzaguirre.

 

EL PODER FEMENINO DEL SEGUNDO PISO
Con la amenaza de una funa en Lebu, el “fantasma de Chiguayante” volvió a rondar en La Moneda. En julio de 2006, en su primer mandato, Bachelet llegó a esta localidad de la VIII Región, donde un alud había terminado con la vida de ocho personas, y fue encarada por un grupo de vecinos, quienes la acusaron de abusar de la tragedia para enfrentar su baja en popularidad. El episodio gatilló la salida de Andrés Zaldívar de Interior y su primer cambio de gabinete.

Esta vez las posibles protestas en Lebu habían sido avisadas con semanas de anticipación por Carabineros, lo cual generó una disputa en el Segundo Piso entre los equipos de Programación y Comunicaciones. La encargada de la Secom, Paula Walker, y la jefa de Programación, María Eugenia Paris, han tenido en el último tiempo constantes discrepancias  respecto al carácter de las pautas de la presidenta.

En medio de esta disputa, dos ex ministras de Bachelet han ganado terreno como asesoras en el Segundo Piso: Ana Lya Uriarte y Patricia Poblete. La primera reemplazó como jefa de gabinete a Paula Narváez y se ha transformado en una de las personas clave del equipo presidencial. Incluso en el gobierno ya es llamada como la “ministra en las sombras”. Todos los consultados señalan que la ex titular de Medio Ambiente y militante PS se encuentra muy “empoderada” por Bachelet, al punto que es ella quien maneja hoy su agenda y quien da el pase para las actividades de la presidenta con los ministros. En el Ministerio de Desarrollo Social estuvieron pidiendo durante semanas una actividad de la ministra Fernanda Villegas con la mandataria, ya que la ministra es una de las más desconocidas, y figura como carta para dejar el gabinete, pero Uriarte no daba la autorización.

De carácter fuerte y con gran olfato político, su máxima es que no hay espacio para errores ni improvisaciones en las actividades públicas de la presidenta. Por ello, no se están escatimando recursos en los equipos de avanzada y  producción.

Con un estilo más pausado pero con la misma confianza de la presidenta, Patricia Poblete (DC), quien fue titular de Vivienda durante su periodo anterior, es hoy otro de los engranajes del equipo de Bachelet. De muy bajo perfil, es la encargada del cumplimiento de metas de los ministerios y sus informes serán claves a la hora del próximo cambio de gabinete.

En un Segundo Piso habitado mayoritariamente por mujeres, otro inquilino que entra y sale de Palacio diariamente es el sociólogo Pedro Güell. Pese a ser sindicado por la prensa como el intelectual que más influye en Bachelet, él mismo se encarga de precisar que su cargo “es director de Políticas Públicas” y nada más.

LA DEMORA EN EL CAMBIO DE GABINETE
“A los presidentes nos carga que nos pauteen”, dijo Bachelet hace un par de semanas, cansada con las preguntas, reportajes y columnas de opinión sobre la necesidad de un ajuste. El desgaste del equipo político, su falta de cohesión y de conducción es una crítica que se ha repetido en voz alta desde septiembre, incluso desde el interior de la Nueva Mayoría, pero la mandataria optó por dilatar el reforzamiento de  su equipo.

En las últimas semanas, desde los partidos comenzaron a presionar más fuerte por un cambio. La performance de Alberto Arenas en la Enade, que demostró su poca sintonía con el empresariado -lo que se suma al resultado de la CEP que ubica al jefe de las finanzas públicas entre los políticos peores evaluados con 23% de apoyo y apenas un 28% de conocimiento-, reabrió el debate sobre su continuidad. Incluso el presidente del PS, Osvaldo Andrade, de su misma corriente interna, la Nueva Izquierda, ha manifestado reparos sobre el manejo económico. Sin embargo, para Bachelet sacar a Arenas era una decisión imposible, no sólo porque sería el primer titular de Hacienda en ser removido, sino porque es muy cercana a él. “Sacar a Arenas significaría reconocer una derrota personal, y no creo que ella esté dispuesta a eso”, señala un influyente dirigente socialista.

Del mismo modo se hacía improbable la alternativa de que saliera  Eyzaguirre, lo que podría ser leído como un enorme revés para el gobierno, por todo lo que él ha invertido para empaparse con la compleja reforma educacional y equilibrar los frentes y grupos de presión tras ella. Al contrario, en el cónclave del lunes se resolvió respaldar su gestión conformando un comité asesor de 10 senadores.

Paralelamente, sectores de la DC abrieron sus puertas a la posibilidad de un enroque de Ximena Rincón por Jorge Burgos o por Alberto Undurraga, quien se ha visto complicado por el caso Penta. También están en la mira los ministros sectoriales que tienen bajo conocimiento público o problemas en sus carteras, como Helia Molina, Fernanda Villegas, Aurora Williams y Andrés Gómez-Lobo, entre otros. Pero a la mandataria tampoco le conviene hacer sólo un cambio cosmético que no resuelva los problemas de fondo de su administración. El único mensaje de La Moneda es que Bachelet no quiere hacer ajustes bajo presión.

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