Su círculo de hierro, que componen la abogada PS Ana Lya Uriarte, el sociólogo Pedro Güell y la periodista Haydée Rojas, diseñó una estrategia que contempla actividades en terreno diarias, con contacto con la gente e intentando asociar a la presidenta a temas positivos, alejándola de las polémicas.
Michelle Bachelet se volvió a poner el delantal blanco. Ya lo había hecho el día anterior cuando vestida de médico y además con un casco de seguridad visitó las obras de la nueva unidad de pacientes críticos del Hospital Luis Calvo Mackenna. Pero el viernes 24 de julio lo hizo de nuevo para inaugurar el Centro de Salud Familiar de San Joaquín. Allí recorrió las instalaciones, conversó con los pacientes, se tomó selfies y de buen humor contó anécdotas sobre su antiguo lazo con la medicina: “Yo a los cuatro años corría con el estetoscopio a todos lados”, relató.
Rodeada de mujeres y adultos mayores, la presidenta realizó su discurso señalando con énfasis que “este Cesfam no tiene nada que envidiarle a una buena clínica particular: la infraestructura está estupenda. Y eso es lo que un país que va progresando tiene que darle a cada uno de sus habitantes, la dignidad, la atención lo más oportuna posible, ¿no es verdad?, la atención de calidad que ustedes se merecen”.
Cómo recomponer la dañada imagen pública de Bachelet es una preocupación que desvela al Segundo Piso de La Moneda. Tras marcar en junio sus peores índices de apoyo en las encuestas (27% de aprobación, el más bajo de sus dos gobiernos, según Adimark, y 68% de rechazo sólo comparable al peor momento de Sebastián Piñera), los asesores de la mandataria han encargado estudios externos de opinión y tomado medidas para intentar revertir, o al menos, frenar la tendencia en julio.
Su actual círculo de hierro, que componen la abogada socialista Ana Lya Uriarte, el sociólogo Pedro Güell y la periodista Haydée Rojas, diseñó una nueva estrategia comunicacional que contempla actividades en terreno diarias, con mucho contacto con la gente e intentando asociar a la presidenta a temas positivos, alejándola de las polémicas. Güell es quien prepara sus intervenciones, dejando a un lado el discurso reformista, para en cambio retomar los mensajes y políticas de protección social a los sectores más vulnerables, que fueron el sello de su anterior mandato. No obstante, también está contemplado que en sus declaraciones diarias haga alguna mención a un tema de contingencia, como la delincuencia o el paro docente, para mostrarla conectada con la realidad “y con los pies en la tierra”, explica una fuente de Palacio. Con esto se busca incentivar, además, que la prensa acuda a cubrir las actividades.
En este esquema se encuentran, por ejemplo, los inéditos desayunos con pobladores, como el que tuvo el 8 de julio en la Vega Central, o el del pasado 14 de julio en una casa de Conchalí con un grupo de madres beneficiarias de la Pensión Básica Solidaria. Allí anunció el envío al Congreso del proyecto que elimina el 5% de cotización en salud para los adultos mayores. “El único propósito de este gobierno es que a las personas les vaya bien, que puedan tener el bienestar que se merecen, en tiempos que la economía no tiene la fuerza que nos gustaría”, dijo la presidenta. En La Moneda señalan que se están estudiando numerosas políticas públicas en materia de asistencia social y se ordenó mejorar la difusión de estos programas a la gente, para que conozcan y accedan a los beneficios estatales.
Bachelet también ha reenfocado su agenda a actividades populares como las instancias deportivas. Tras asistir a todos los partidos de la selección en la Copa América y recibir a los futbolistas en La Moneda, la mandataria utilizó la misma bufanda roja de la suerte que vistió en el campeonato para lanzar la Copa Americana de los Pueblos Originarios y recibió al ex jugador Elías Figueroa. El pasado miércoles se fotografió con los deportistas que participaron en los Juegos Panamericanos de Toronto. Ahora en el gobierno se preparan para el Mundial Sub 17, que se realizará en Chile, aunque saben que tendrá una menor relevancia.
Otra área en que ha estado en primera línea estos días es en el tema de los derechos humanos. Se reunió con los directivos del Instituto de DD.HH., promulgó la ley para erigir un monumento a Jaime Castillo Velasco e hizo un llamado a civiles y militares que tengan información que permita aclarar las causas pendientes, lo que de inmediato abrió el debate para que se desclasifiquen los archivos secretos del Informe Valech. Por su historia personal, Bachelet tiene especial sensibilidad con estos temas y no quiere ser acusada por la oposición de instrumentalizarlos, por lo mismo pidió que la audiencia que concedió a Carmen Gloria Quintana, la psicóloga quemada por una patrulla militar, fuera de carácter privado.
La idea central es poder distanciar a la mandataria de los casos de corrupción que han copado este año la agenda de gobierno, así como de la imagen de mala gestión en la tramitación de las reformas. La estrategia acordada del Segundo Piso ha sido apuntar todas las responsabilidades a los ex ministros Rodrigo Peñailillo y Alberto Arenas. Y a la larga poder volver a reconectar a la mandataria con su electorado más fuerte: los estratos populares y las mujeres, donde también estaba perdiendo arrastre.
Por eso también Bachelet ha retomado los temas de género, que marcaron su primera administración. El miércoles en la mañana al inaugurar el encuentro anual de los microempresarios, la gobernante llamó a los bancos a confiar más en las mujeres e hizo una alusión a su rol en ONU Mujeres. “Por qué a los hombres le dan más créditos que a las mujeres, siendo que las mujeres son más responsables para pagar y así lo indican todos los estudios”. Y agregó, saliéndose del libreto: “Quiero aprovechar de saludar a las chiquillas de Longaví con quienes ayer celebré el Día del Campesino…”.
UNA APUESTA ARRIESGADA
Tras el anuncio del “realismo sin renuncia” para ajustar las reformas a la situación económica del país, Bachelet encargó a su nuevo ministro secretario general de la Presidencia, Nicolás Eyzaguirre, una tarea clave y reservada: reunirse con todos los ministros sectoriales —ya lo hizo con Salud, Vivienda, Energía, Medio Ambiente y Obras Públicas— para ir analizando caso a caso qué medidas se pueden realizar y cuáles serán archivadas. Su rol, además, es ser representante de la presidenta como intermediador en los temas más conflictivos, como el proyecto del aborto, que divide a la Nueva Mayoría, y la reforma laboral. Eyzaguirre servirá de cortafuegos para que los conflictos no lleguen a ella.
Por su parte, el ministro secretario general de Gobierno, Marcelo Díaz —quien ha logrado sintonía con la jefa de gabinete, Ana Lya Uriarte— fue encomendado de organizar el cónclave de la Nueva Mayoría del 3 de agosto, donde se discutirá y aterrizará el nuevo giro del gobierno. Uno de los temas del encuentro será cómo poder comunicar mejor las reformas en curso para que los chilenos se sumen y entiendan sus beneficios, aunque saben que, según la experiencia internacional, las grandes reformas tienden a tensionar a las sociedades y sólo generan réditos a muy largo plazo.
Pese a la importancia de esta área, el cargo de jefe de la Secretaría de Comunicaciones (Secom) estuvo vacante cuatro meses, desde que Paula Walker fuera removida a un cargo menos influyente en el área de estudios de la Presidencia, a lo que luego se sumó la renuncia del director interino del organismo, Carlos Correa. Por eso, el problema de la imagen de la presidenta quedó exclusivamente en manos del nuevo círculo de confianza de Bachelet. Y hasta el minuto las apuestas no han tenido éxito. Contra los pronósticos, la mandataria no logró capitalizar para sí el triunfo de la “Roja” en la Copa América, ni remontar en las encuestas, pese a su alta exposición en el palco presidencial y junto a los futbolistas de la selección en el camarín. Tampoco tuvo el impacto esperado para el Segundo Piso la campaña “Todos x Chile” con que el 10 de julio se lanzó la nueva etapa del gobierno, aunque esperan que se pueda registrar algún cambio a medida que la gente vaya entendiendo el nuevo discurso de gradualidad de las reformas.
Para el columnista y analista político Sergio Muñoz Riveros, la posibilidad que Bachelet recupere el apoyo ciudadano es una tarea titánica. “Creer que las políticas comunicacionales producen milagros es un error colosal. Es demasiado grande el nivel de escepticismo en la población, peor aún, muy fuerte la sensación de engaño. Si la presidenta dijo el año pasado que en 2016 habría “educación superior gratuita para todos y todas”, y sucede que no la habrá, es obvio que ni las mejores técnicas de propaganda tienen la capacidad de conquistar sonrisas y aplausos. Los fuegos artificiales pueden, incluso, agregar fastidio y rabia en quienes desaprueban la gestión debido a que ella prometió cosas que no podrá cumplir”. A su juicio, “para frenar el deterioro, la mandataria tendría que liderar una rectificación a fondo, que implique alentar la inversión privada, arreglar la reforma tributaria, atender las urgencias sociales y terminar con las ambigüedades sobre la Constitución. Pero nadie garantiza que la Nueva Mayoría lo resista”.
Más optimista, el presidente de GfK Adimark, Roberto Méndez, considera que la aprobación de Bachelet ya está en su piso y que podría comenzar a remontar. “No es algo automático, pero es posible, porque hay indicadores que muestran que su confianza y su credibilidad se han deteriorado mucho, pero se mantienen alrededor del 40%. Entonces, en la medida que el gobierno logre disminuir los niveles de incertidumbre, ella podría recuperar algo de aprobación. En la medida que el cónclave de la próxima semana marque una pauta, que aclare de qué se trata el realismo sin renuncia, yo creo que ella podría aumentar al nivel del 40%”. Sin embargo, para el experto, el eventual repunte no va a pasar por una estrategia comunicacional: “Eso es equivocado, aquí el problema del país no es una cuestión de estilo personal de la presidenta, sino la ausencia de un proyecto claro. Por eso la primera tarea es recuperar credibilidad en la capacidad de gestión de la presidenta; esta política un poco ausente y un poco ambigua en sus definiciones es lo que crea esta situación tan extraordinariamente negativa de evaluación”.