"Qué duda cabe de que la popularidad que gozó en algún momento Michelle Bachelet fue un adhesivo importante para conformar la Nueva Mayoría. Pero las alianzas que están sólo basadas en personas y no en ideas más temprano que tarde suelen naufragar, y eso es lo que le está pasando a la coalición".
Aunque ante la opinión pública resultó ser una de las figuras más dañadas en su imagen por el caso Penta, que lo mantuvo con un bajo perfil este año, Andrés Velasco Brañes (55) dará este sábado un nuevo paso en su intención de volver a ser candidato presidencial, cuando integrantes de Fuerza Pública provenientes de todo el país voten su transformación en partido político, el que podría constituirse en enero en Santiago y algunas regiones. El siguiente paso sería hacer una alianza con otras fuerzas de centro para participar en las elecciones municipales del próximo año y las parlamentarias y presidenciales de 2017.
En el Cine Arte Alameda, el ex ministro de Hacienda del primer gobierno de Michelle Bachelet les manifestará a sus partidarios su preocupación por la ambigüedad del gobierno, la incompatibilidad entre las ideas del Partido Comunista y la Democracia Cristiana y por la “lenta agonía” que, según él, vive hoy la Nueva Mayoría.
“Vamos a votar nuestra declaración de principios y recibiremos las propuestas que hizo un grupo de 30 adherentes al que llamamos el comité del futuro, en que plantean cómo abordar los desafíos que vienen. Habrá una votación on line para las personas de regiones que quieran participar, lo que demuestra las ganas que hay en Chile de darle vida a nuevas maneras de participar en política. Estamos viviendo un auge de distintos movimientos políticos. Nosotros somos uno de varios que quieren participar hoy en política, que desean tener opinión, que quieren contribuir desde el mundo de las ideas, pero de un modo distinto al de los partidos tradicionales”, dice Velasco, en la sala de reuniones del think tank Plural, desde donde busca aglutinar a miembros de Fuerza Pública que no quieran militar en el partido, como Mariana Aylwin y José Joaquín Brunner.
—¿Su objetivo es que Fuerza Pública lleve candidatos en las próximas elecciones?
—Una de las cosas que hacen los partidos políticos es competir. No quiero adelantarme en el dónde ni en el cuándo porque la verdad que hoy , cuando el país está sufriendo un remezón político y económico de proporciones, hablarle a la gente de cuál va a ser la estrategia electoral en tres años más sería una falta de respeto.
—Pero todo apunta a que realizarán una alianza con Amplitud.
—No quiero adelantarme a las conclusiones que va a tomar nuestro encuentro del sábado, pero te diría una cosa: nos vamos a juntar con quienes compartamos un diagnóstico respecto a la necesidad de fortalecer un centro político. Un centro que sea reformista, moderno, progresista, que quiera hacer cambios, pero que quiera hacerlos bien. Hace un mes hicimos un encuentro sobre el centro político, donde participó gente de Amplitud, de la DC, del PS, de la academia y de asociaciones civiles. Y este diagnóstico de que las ideas de centro en Chile han sido relegadas a un segundo plano al interior de la Nueva Mayoría es bien compartido. Hay mucha gente que votó por la Nueva Mayoría y ya no se siente representada por ella.
—A su juicio, ¿la DC no está defendiendo las ideas de centro?
—Lo que hemos visto en los últimos días es, precisamente, la confirmación de que las ideas de centro al interior de la Nueva Mayoría están sufriendo una larga agonía. Estamos viendo los últimos estertores de ese proceso, que yo lamento realmente, porque más allá de las declaraciones en uno y otro sentido, de los encuentros y de los encuentros para aclarar los encuentros, lo que queda en evidencia es que quienes en la DC querían una agenda de reformas paulatinas y bien hechas han quedado relegados a un segundo lugar.
—¿La llamada "vieja Concertación" definitivamente no logró imponerse?
—Soy de las personas que están muy orgullosas de lo que Chile logró en los últimos 25 años. Precisamente, porque se logró un equilibrio entre las ideas de centro y las ideas de izquierda, y eso lo reivindico con entusiasmo. Fueron años en que Chile avanzó mucho, pero no nos engañemos: la Concertación murió, y lo que hay que hacer ahora es buscar nuevas formas de darles fuerza a esas ideas del centro y la izquierda.
—¿Qué le pareció la frase de Bachelet: "Algunos sólo leyeron la palabra realismo, no escucharon el sin renuncia’"?
— Cuando los gobiernos no dicen las cosas con claridad y tienen que salir personas a leer las cartas o a leer las hojas de té para tratar de descifrar qué se está diciendo, estamos en un problema. Y el que se empiece a crear una industria de personas que tratan de interpretar los eslóganes del gobierno ya en sí es una muy mala señal. Luego, la reacción a su entrevista nos recordó que al interior de la Nueva Mayoría conviven, cada día de peor forma, dos maneras muy distintas de ver el mundo. Y que una, la de un izquierdismo más propio de los 60 que del siglo XXI, es la que se está imponiendo.
—Por ello, dijo que la Nueva Mayoría no sobrevivirá.
—La Nueva Mayoría tiene fecha de término por la sencilla razón de que cuando en una coalición no hay un diagnóstico básico sobre dónde está Chile, ni menos algunas ideas comunes sobre cómo resolver esos problemas,termina siendo una coalición unida sólo por cálculos electorales.
—Pero justamente esos cálculos electorales y el mantener el gobierno los puede unir como bloque…
—Justamente eso ocurrió en el pasado. Qué duda cabe de que la popularidad que gozó en algún momento Bachelet fue un adhesivo importante para conformar la Nueva Mayoría. Pero las alianzas que están sólo basadas en las personas y no en las ideas, más temprano que tarde suelen naufragar y eso es lo que le está pasando a la coalición.
—Uno de los argumentos internos del Partido Comunista para continuar en la coalición es no dejar la vía libre a los sectores más conservadores del bloque…
—Yo no sé cuáles serán las conversaciones internas. Me imagino que las hay, y muchas, pero lo que los ciudadanos hoy día vemos en Chile es a una coalición que está dando un triste espectáculo. Un espectáculo de ires y venires, de declaraciones para allá y para acá, de funcionarios y dirigentes que se disputa públicamente el control del gobierno sin tomar decisiones. ¿Cómo puede ser, por ejemplo, que esos partidos hayan tenido a la República de Chile en vilo por dos o tres años respecto de qué se va a hacer con la Constitución? Eso es incomprensible y tiene costos.
Parte de este clima de incertidumbre y de esta baja en la inversión tiene que ver con la duda básica: cuáles van a ser las reglas del juego que van a regir a este país en cinco años más. Y, segundo, por qué cuesta tanto decir con claridad y de cara a la gente lo que mucha gente sabe y dice en privado: que este gobierno no va a modificar la Constitución y que lo que corresponde es que el nuevo Parlamento, elegido bajo un sistema con una mayor legitimidad, haga las reformas político-constitucionales que correspondan.
—¿El gobierno y la Nueva Mayoría también deberían sincerar a la ciudadanía que no habrá gratuidad universal en la educación en un corto plazo?
—Eso yo lo dije en una columna hace tres meses y recibí muchas críticas de dirigentes de la Nueva Mayoría, y eso resultó exactamente así. Como también ha resultado ser así que la reforma laboral como estaba había que modificarla. Y vimos, el fin de semana, una carta de algunos de los principales economistas que colaboraron con el programa de Bachelet que dicen exactamente lo mismo: que en muchos países europeos se permite una alternativa, que es el reemplazo interno en caso de huelga. Esos son ejemplos de cómo cosas que algunos dijimos meses atrás —lo que nos mereció ataques y descalificaciones— se han ido imponiendo por su propio peso.
—¿Qué le parece el proyecto de ley que busca simplificar la reforma tributaria?
—Una reacción de carácter más bien técnico que viene a constatar lo que todos sabíamos hace bastante tiempo, que la reforma al haber sido hecha con demasiada prisa, y al haber estado atrapada por ciertos eslóganes impuestos por los partidos en su diseño, quedó enredada y prácticamente imposible de poner en práctica. No podía haber dos sistemas principales de tributación, tenía que haber uno principal y uno especial. Y ese especial es para empresas que cumplan ciertas características, que sean muy sencillas, que sus dueños sean personas naturales, en fin, van a ser básicamente pymes.
—¿Cómo visualiza el futuro en el plano político y económico?
—Creo que en Chile lo que va a estar en juego en los próximos meses y en los próximos años es la dicotomía entre responsabilidad, por un lado, y populismo, por el otro. Y los partidos tendrán que ver cómo se alinean en torno a esa disyuntiva.
—Como su ex ministro, ¿le duele la baja en las encuestas de Bachelet?
—Como ciudadano me preocupa ver a un gobierno que equivocó el rumbo con sus reformas y eso se refleja en las encuestas. Nadie debe gobernar según las encuestas, pero indudablemente son un barómetro. Y hoy son un barómetro de una ciudadanía que ve que se hicieron reformas más bien para obtener réditos políticos y no para abordar los problemas de la gente. Y terminamos con la paradoja de que las reformas ni dieron rédito político ni tampoco tienen la aprobación de quienes se suponía se iban a beneficiar, y el caso más claro es la reforma educacional.
—Muchos culpan a la economía mundial, la baja del cobre, los problemas en China, Brasil…
—En Chile se ha producido un debate chato, en que hay algunos que dicen que toda la culpa es de la economía internacional, y otros que dicen que toda la culpa es del gobierno, ambas posturas son caricaturescas. Aquí hay una responsabilidad de lado y lado. La fiesta de los recursos naturales y el cobre a bajo precio se acabó. Pero también hay que decir con todas sus letras que el ambiente de incertidumbre y las declaraciones que van y vienen no ha contribuido a la inversión. Lo que está en juego aquí es la dirección en que tiene que avanzar el automóvil, no si avanza lento o más rápido.
—Marco Antonio de la Parra dijo hace unos días en una entrevista en radio Duna que las promesas “populistas” con que Bachelet ganó abrieron el espacio para que a futuro triunfara otro candidato con ideas populistas.
—El populismo es una amenaza permanente en América Latina, y creo que el gran logro de 20 años de gobiernos de la Concertación fue mantenerlo a una sana distancia, pero esa amenaza ha vuelto a erigirse en la política chilena. No es trivial recordar que el gobierno de Piñera también tuvo tintes populistas cuando aprobó, por ejemplo, la eliminación del 7% de la cotización de salud para los pensionados contra el rechazo unánime de todo su equipo económico, o cuando replicó en un periodo que no era de crisis los bonos que dimos en plena crisis… Estas tendencias populistas se han vuelto a expresar con mucha fuerza en la manera en que la Nueva Mayoría se plantó frente a ciertas demandas de grupos de interés.