Por Juan Andrés Quezada Agosto 27, 2015

© M. Segura

"Hay que aprender las lecciones (de la reforma tributaria) y por eso estamos dedicando muchas horas de trabajo con el ministro Valdés a esta reforma".

La abogada DC Ximena Rincón —quien ha sido superintendenta de Seguridad Social, intendenta de la Región Metropolitana, senadora, precandidata presidencial y ministra de la Segpres, entre otros cargos— cuenta que como ministra del Trabajo ha sido en el cargo donde se ha sentido más feliz y realizada.

“El mundo del trabajo, de la productividad, de la capacitación y la empleabilidad son temas que me apasionan. Es un trabajo duro, de mucha lectura, de muchas horas de dedicación, pero de mucho terreno y contacto con la gente, que me tiene supermotivada”, cuenta desde su oficina en el piso 6 del frío edificio ubicado en Huérfanos con Teatinos.

Ya no piensa en dejar la política tras el gobierno de Michelle Bachelet, como declaró en abril siendo ministra de La Moneda, en un complejo momento de su vida, como ella cuenta.“Eso lo dije en un contexto de críticas permanentes a lo que se estaba haciendo. No me arrepiento de ninguna manera, porque lo sentí así cuando lo dije. Pero hoy, estoy abocada a sacar adelante el proyecto de ley que moderniza las relaciones laborales de nuestro país y otros temas, lo que es un privilegio”, dice antes de entrar en los temas duros de la reforma laboral, en la cual señala, trabaja codo a codo con su par de Hacienda, Rodrigo Valdés, para perfeccionar el polémico proyecto que hoy provoca diferencias al interior de la propia Nueva Mayoría.

—¿Cuáles son los puntos que traban un acuerdo en la reforma laboral?

—Prefiero no hablar  de las trabas porque todos —en el gobierno, en el Parlamento y en la oposición— estamos trabajando para lograr una buena reforma. Sí me atrevería a decir que vamos a cumplir con el desafío que la presidenta se ha impuesto y nos ha impuesto a los ministros, que nos va a permitir tener un buen proyecto de ley,  que le va a dar a Chile una de las legislaciones laborales más modernas del mundo, con un trato equilibrado entre trabajadores y empleadores que potenciará la productividad. Nuestra actual legislación laboral fue hecha en 1981 y servía al modelo económico de entonces, pero Chile ha cambiado mucho.

—Pero en 1991, en el gobierno de Aylwin se hicieron reformas…

—Fueron ajustes necesarios, pero no se tocó algo tan esencial como la relación entre empleadores y trabajadores. Estábamos al debe y eso nos lo hacían ver en todos los foros internacionales sobre esta materia.

—Esta semana ha habido una caída fuerte de las bolsas y existe temor sobre cómo afectará la situación de China. ¿Eso cambia en algo el panorama de la reforma laboral?

—Sin duda lo que ocurre en China nos afecta y eso no se puede obviar. Pero hay que tener presente que Chile, por su política fiscal y por su comportamiento de seriedad histórica, está en condiciones de enfrentar mejor que otros países lo que ocurre internacionalmente. Lo que pasa en el mundo afecta a todos los países y Chile no es una isla, a pesar de que muchas veces se comporta como tal.

—La encuesta Plaza Pública-Cadem de esta semana arrojó que un 27% está de acuerdo con la reforma laboral y un 49% en desacuerdo. ¿A qué cree que se debe el rechazo?

—No me extraña el resultado de la encuesta Cadem, porque sus preguntas recogen la percepción en general de la calle frente a los titulares, sin entrar en el contenido del proyecto. Por eso, uno no puede quedarse sólo con esa encuesta, hay que mirar otras con más trayectoria e historia que Cadem, como CEP y MORI, que al preguntar por la especificidad de la reforma muestran un respaldo de la ciudadanía al contenido de ella. La gente respalda la negociación sin reemplazo, ampliar las materias de la negociación y la adaptabilidad.

—¿Se siente con la presión de estar a cargo de una reforma controvertida?

—De que hay presión, hay presión, pero de todos los actores —empresarios, trabajadores , parlamentarios y  partidos—, y eso es estimulante. Este es el mejor momento para enfrentar el tema y hay que hacerlo dejando atrás la trinchera. La huelga, por ejemplo, es un instrumento de la negociación colectiva y si nos planteamos como desafío tener una negociación colectiva moderna, sin lugar a dudas, enfrentar esta discusión hoy día es desafiante.

LOS PUNTOS CALIENTES

—¿Qué opina del argumento de que los países desarrollados que lograron crecer tienen reemplazo en huelga?

—Cuando uno mira los países de la OCDE, no se puede mirar un solo instrumento como la huelga, sino que tenemos que mirar el conjunto del sistema laboral. Hay algunos países que consignan la huelga y el reemplazo, hay otros que no, y hay otros en donde existe el reemplazo interno y negocian por rama. Debemos analizar lo que ocurre dentro de esos sistemas, donde existe la tensión entre colegas y la resistencia de los trabajadores a reemplazar a sus compañeros… Tema que no es menor. Y cuando el nivel de sindicalización es muy alto, el instrumento del reemplazo interno tampoco es eficiente. Creo que no nos estamos haciendo las preguntas correctas de ¿por qué un sindicato puede llegar a materializar la huelga? ¿Qué ha pasado en esa empresa entre trabajadores y empleador para llegar a ese punto?

—Los empresarios están pidiendo reemplazo interno en caso de huelga. ¿Qué opina usted? 

—Es un tema que junto al ministro Valdés estamos analizando con los senadores de las comisiones de Trabajo y Hacienda para hacer más amplia la discusión y, al mismo tiempo, mantenemos el trabajo con los diputados porque vamos a tener un tercer trámite y hay que avanzar de manera armónica. Nos tomaremos el tiempo necesario para perfeccionar la reforma laboral.

—¿Eso significa que podrían modificar las urgencias legislativas?

—De ser necesario, por supuesto. Vamos a trabajar en la comisión todas las indicaciones. La reforma se puede perfeccionar, pero no desnaturalizar.

—¿Ve ánimo de cambio en el Senado?

—Veo ánimo de colaboración y compromiso. La mayoría de ellos y ellas son ex colegas y hemos hecho un trabajo muy riguroso y serio revisando la legislación vigente con los cambios que le vamos a aplicar. En la mayoría de los casos estamos incorporando perfeccionamientos menores o entendimientos del sentido del instrumento en general.

—Los senadores Allamand y Patricio Walker dicen que en el Senado se necesita lograr un acuerdo transversal, ¿lo ve posible?

—Hemos ido construyendo una norma que recoge las apreciaciones que cada legislador va poniendo encima de la mesa. Y lo hemos hecho con un estilo bastante sano, que es revisar cuerpos normativos, instituciones, legislación comparada, hemos visto cómo se opera en otros países, ver qué pasa hoy en Chile, y eso nos ha permitido avanzar no desde la ideología, sino que desde el sentido que busca la reforma: recomponer los equilibrios.  Sin poner como ejemplo un tema complejo, el plazo de los trabajadores para que se puedan adherir al sindicato coincidía con el plazo que tenía el empleador para responder a la oferta. Y para él era superimportante saber cuántos trabajadores había en el sindicato y estamos trabajado una indicación que se hace cargo de ese punto que es más que razonable.

—Otro de los aspectos conflictivos del proyecto es que la extensión del beneficio del contrato colectivo al resto de los trabajadores tenga la autorización del sindicato...

—Hoy en nuestro país tenemos una norma que hace que el empleador extienda por decisión propia el contrato colectivo a quien él estime pertinente y eso ha sido muy criticado, por lo que significa no respetar la titularidad del sindicato. Por lo tanto, la lógica del proyecto de ley que trabajó el gobierno con los ministros (Javiera) Blanco y (Alberto) Arenas era que la extensión fuera producto del acuerdo entre las partes y no de la imposición de una por sobre otra. En ese sentido estamos trabajando en conjunto con el ministro Valdés  escuchando a los senadores para agregar normas que nos permitan  resolver algunos temas que nos parecen razonables desde el punto de vista de la relación individual del empleador con un trabajador específico y cómo resguardamos que la extensión de los beneficios se dé en un marco de diálogo. Insisto: estamos trabajando este tema, escuchando a los parlamentarios, actores sociales y expertos.

—Otro tema polémico es la titularidad sindical.

—Este es un tema que se nos ha representado como país insistentemente, desde el punto de vista que no puede ser que un grupo que no tiene la representación permanente de los trabajadores pueda negociar en forma paralela a la estructura formal, permanente y representativa de los trabajadores y eso es algo que este proyecto de ley recoge. Estamos perfeccionando ciertas normas que parecen lógicas desde el punto de vista de la información que puedan tener estos grupos cuando no hay sindicatos, que son aspectos que nos han planteado los legisladores, pero habiendo sindicato lo lógico es que sean ellos quienes representen a los trabajadores.

—El tema de hasta dónde el gobierno está dispuesto a ceder y qué puntos son irrenunciables...

—No me gusta hablar de puntos irrenunciables porque eso predispone en la conversación; todos tienen derecho a opinar respecto de ésta y todas las materias, y nosotros tenemos que ser capaces de acoger aquello que permita el equilibrio del proyecto sin que pierda su esencia.

—Muchos ven en la reforma laboral un gallito entre usted y el ministro Valdés…

—(Ríe) Ese comentario me provoca mucha risa, porque es más bien una especulación que se instala en los medios y no forma parte de la realidad. Tenemos un trabajo tremendamente estrecho con el ministro Valdés, de colaboración mutua, de sintonía, de intercambio permanente de opiniones que vayan perfeccionando este proyecto de ley.

—El ex ministro del Trabajo René Cortázar dijo en una entrevista en La Tercera que la reforma laboral “se hizo primero buscando un entendimiento sólo con la CUT...”. 

—La verdad es que no sé de dónde viene la afirmación de René… He tenido posibilidades de estar en dos reuniones con él y no me la ha expresado nunca. Yo no lo veo así.

—Da la impresión de que coexisten dos almas en la DC: una más reformista y otra más conservadora. ¿No terminan siendo incompatibles?

—No. Yo creo que la DC, y lo he dicho muchas veces, cuando era precandidata, como partido político es nacional, revolucionario y popular, y a muchos se les olvida eso. Cuando uno mira lo que fue, no la campaña en la que ganó solamente Frei Montalva, también la anterior, la verdad es que era un partido político que se planteaba al país como profundamente transformador. Y cuando uno mira lo que fue su gobierno, se da cuenta de lo que eso significó desde el punto de vista de viviendas, de educación, de salud. La sindicalización campesina. La verdad es que miro la discusión de ese minuto de la historia de nuestro país y cómo el presidente Eduardo Frei, el primer presidente DC, hablaba de los derechos de los campesinos. Y creo que es tan pertinente acordarse de eso en este reforma hoy día. La justicia social, donde más presente está es en el mundo sindical, en el mundo de los trabajadores. Entonces ése es el alma que me invitó a ser democratacristiana, y créeme que está más vigente que nunca.

—¿Siente que a veces hay una oposición más dura al interior de la Nueva Mayoría que de parte de la Alianza?

—Yo no diría que sea más dura. Diría que todos se sienten llamados a opinar en una reforma relevante. Ha sido tema en todas las campañas presidenciales. La propia ex candidata de la Alianza, Evelyn Matthei, hablaba de las reformas que iba a hacer en la negociación colectiva, el mundo sindical, y tocaba materias que hoy día estamos abordando.

—¿Qué garantiza que no pase con esta reforma lo que ocurrió con la reforma tributaria, donde el gobierno decidió impulsar cambios un año después y sin que aún haya entrado en vigencia?

—Creo que es odioso hablar de otra reforma y de otro momento. Creo que lo que sí se puede afirmar es que uno tiene que aprender las lecciones, y por eso le estamos dedicando el tiempo, las horas, la dirección a la discusión tanto el ministro Valdés como yo, porque creemos que es importante lo que en esta reforma hagamos.

—Este fin de semana una serie de representantes de Cieplan dieron entrevistas recalcando la importancia del crecimiento...

—Una de las virtudes de la Concertación, y hoy de la Nueva Mayoría, es que coexisten en ella diversas miradas y opiniones, y que en un comienzo pueden verse aparentemente antagónicas, pero nuestra historia es virtuosa, y demuestra que la síntesis ha terminado siempre siendo óptima. ¿Cuál es la síntesis? Que el crecimiento es con equidad, como ha sido la tónica en todos estos años, y en los anteriores gobiernos.

POLÉMICA CON SUPERINTENDENTA

—¿Mantiene sus cuestionamientos al rol de la superintendenta de Pensiones, Tamara Agnic, por la autorización de fusión entre las AFP Cuprum y Argentum?

—Mantengo lo que he señalado formal y públicamente: tengo reparos al procedimiento que se utilizó. Y respeto la autonomía de la superintendencia para resolver los temas que le competen. Fui superintendenta, así que créeme que conozco y defiendo esa autonomía.

—Sus críticas no cayeron bien en Hacienda: el subsecretario Micco defendió la libertad del regulador de pensiones. 

—No hay contradicción ni con Micco ni con nadie en el gobierno. Todos entendemos que los órganos reguladores son autónomos y que tienen la facultad privativa y exclusiva de interpretar las leyes que les competen. Esa es una piedra angular del sistema regulatorio chileno y no lo he puesto en discusión. Distinto es que yo pueda hacer llegar mis observaciones a los procedimientos utilizados. Soy la ministra del ramo en esta materia, tengo la facultad y el mandato legal de pronunciarme sobre cómo veo que se está aplicando la normativa vigente.

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