Por Víctor Hugo Moreno Diciembre 30, 2015

Portada de enero1

“La UDI sigue hoy bajo respiración artificial”. La frase emitida por un parlamentario del partido refleja el ánimo que hay en el añoso edificio de calle Suecia, en donde aún quedan vestigios del tormentoso enero por el cual pasó la colectividad tras conocerse que la investigación que llevaba adelante el Ministerio Público por el caso Penta involucraba directamente a varios militantes del partido, entre ellos, uno de sus fundadores, Jovino Novoa, por la emisión de boletas ideológicamente falsas a través de las que se justificaba financiamiento electoral.

El estallido del caso hizo reflotar la naciente pugna que estaba germinando al interior del partido entre los llamados “viejos tercios”, más conocidos como “los coroneles”, y los más jóvenes que buscaban refrescar a la colectividad. Un recambio que iba a comenzar, tibiamente, con el arribo del diputado Ernesto Silva a la presidencia —quien de todas maneras contaba con la anuencia y consejo de Novoa— y que se vio truncado cuando el 11 de marzo presentó su renuncia tras una olla a presión que amenazaba con explotar.

Fuentes del partido cuentan que la situación en esa fecha era insostenible. No había una estrategia clara a seguir respecto a qué postura se debía adoptar ante la opinión pública tras los cuestionamientos que crecían hacia los parlamentarios involucrados en la arista política que se abría del caso Penta: los senadores Iván Moreira, Ena Von Baer, el diputado Felipe de Mussy y el propio Novoa aparecían vinculados. Cada cual seguía su propia dinámica de acción; mientras Moreira reconocía casi hasta las lágrimas que había cometido irregularidades, Novoa hacía uso de su derecho a guardar silencio ante la Fiscalía acusando persecución política y arrastrando al partido a la estrategia de la negación total. Todo ello bajo la conducción de un novato Silva, quien también durante enero presentó sus disculpas públicas a la ciudadanía.

Bajo ese escenario la presión seguía creciendo, pues desde diversos flancos internos exigían una postura unitaria: o se sancionaban los hechos y se hacía pagar las responsabilidades individuales; o se llevaba adelante una férrea defensa corporativa. Esta situación tensionó aún más las relaciones entre “los coroneles” y los jóvenes, pues uno de los fundadores estaba en el ojo del huracán. Así las cosas, la arista SQM que comenzaba a involucrar a personajes de la Nueva Mayoría con la posterior caída del ministro del Interior Rodrigo Peñailillo, hizo que decantara, en algo, la fricción y predominara la idea de no emitir pronunciamientos sancionatorios contra nadie hasta que el último recurso de apelación haya sido tramitado en la Corte Suprema. Línea que se mantiene hasta hoy. Incluso hasta el alcalde de Las Condes, Francisco de La Maza, apaciguó en su idea de dejar que cada uno cayera y asumiera sus propias responsabilidades. “Fue un momento complejo, pero al menos en eso sí se logró un consenso al interior del partido”, relata una fuente de la colectividad.

Las aguas divididas

06 de Noviembre del 2015.- Valparaíso. La Directiva Nacional de la UDI, encabezada por el senador Hernán Larraín, da inicio al Consejo General en el Salón de Honor del congreso Nacional en Valparaíso. Foto: Dedvi Missene

Pero las pugnas entre los dos claros bandos que conviven al interior de la UDI en la dinámica jóvenes y “coroneles” van más allá del Caso Penta. Las diferencias apuntan a temas más de fondo, que dicen relación con el futuro programático de la colectividad, en vías de seguir siendo el partido más fuerte de la oposición en términos electorales. Y para ello el tema para muchos parlamentarios pasa por lograr una identidad. Diagnóstico común, pero con diferentes recetarios, pues algunos creen que para ello es necesario volver a las raíces del partido; mientras que para otros eso sería sentenciarlo a su muerte.

Y en ese plano, lo que pueda pasar en mayo, donde debería renovarse la directiva, resulta clave. “Hay muchos quienes piensan que la UDI que nacerá en mayo próximo debe ser conducida por alguien capaz de renovar el partido y no un síndico de quiebras”, expresa un alto dirigente de la UDI. Para ese camino ya hay dos nombres en el ruedo: por un lado el reflote que algunos buscan de Joaquín Lavín, mientras que por el otro está el diputado Jaime Bellolio.

Lavín, afirman varios al interior del conglomerado, podría ser el nombre más afín de los coroneles, pero no estaría aún convencido de echarse al hombro al partido, tanto por su apretada agenda laboral, que incluye un nuevo proyecto en comunicaciones, como también por algunos motivos de índole personal, que lo complicarían para ponerse al mando de la colectividad.

Mientras que el líder natural del segundo bando, el diputado Bellolio, aún necesita una base de apoyo más sólida que le permita hacer frente a los “viejos tercios”, pese a que según comentan en calle Suecia el “diputado de la educación” concita cierto beneplácito en el grupo de “los coroneles”, pues lo consideran un hombre “serio e inteligente”, sobre todo tras encarnar y liderar el triunfo del requerimiento ante el TC que obligó al gobierno a replantear su proyecto de gratuidad universitaria.

El diputado aún no toma una decisión y se encuentra en una etapa de reflexión, pero también de sondeo interno para cuantificar la fuerza con la cual le puede hacer frente a los peces gordos. El parlamentario dice que lo fundamental es ahora pensar en abrir espacios a las nuevas generaciones, y hace un llamado, con particular respeto, a los otrora fundadores a entender dicho mensaje: “La UDI debe dejar de vivir de las glorias pasadas que, como lo dijo alguna vez Ernesto Silva en una entrevista: todos valoramos a Iván Zamorano y Marcelo Salas, pero hoy no los pones a competir para las clasificatorias de Rusia, no porque los jugadores de hoy día sean más talantosos o más virtuosos, sino porque el tiempo de ellos ya pasó y ahora hay nuevas preguntas y tiene que haber para ello, nuevas respuestas”.

Bellolio podría formar una dupla de mesa con el diputado Felipe Ward, afirman sus cercanos, y juntos intentarían marcar la diferencia apostando por profundos cambios a la Declaración de Principios. Esta posición, sostiene una fuente parlamentaria, pretendería llevar adelante un giro radical y sin precedentes, llegando al punto de cambiarle el logo y el nombre al partido. Es decir, partir de cero. Pero para ello, aún deberán lidiar con “los coroneles” sobrevivientes y más activos como por ejemplo el senador Juan Antonio Coloma, o Andrés Chadwick, a los que se suman otras figuras como el diputado Patricio Melero. El problema de Chadwick, es que está más dedicado a levantar la figura de Sebastián Piñera en 2017.

Coroneles y jóvenes se ven enfrentados en una nueva dinámica partidaria de bandos: mientras lo que queda de los “viejos tercios” pretenden levantar a Joaquín Lavín para que dirija el partido, el otro nuevo sector, busca proyectar la figura de Jaime Bellolio.

Sin embargo, una tercera opción se podría abrir para mayo y es que el actual presidente, Hernán Larraín, extienda su mandato hasta noviembre, es decir, tras las elecciones municipales, pero éste estaría reticente a alargar su período que siempre fue visto como una transición para poner paños fríos, misión que desde diversos sectores, coinciden, hizo con éxito pues “los sacó de la UTI para dejarlos en la UCI”, grafica un legislador.

Otro factor que se suma a esta disputa ideológica que se avecina compleja, es que el partido aún debe reconstruirse financieramente, pues desde el estallido del caso Penta las arcas quedaron escuálidas, al punto que hoy se financia mediante aportes mensuales vía tarjeta de crédito de sus militantes.
Al momento de un resumen de lo que muchos concuerdan fue el año más complejo de la UDI, su secretario general, Guillermo Ramírez, en similar línea a la expresada por su presidente Hernán Larraín , plantea que la falta de humildad fue uno de los pecados que se cometieron : “Rescato de lo que nos ocurrió este año fue una lección de humildad”, cerró.

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