La presidenta Michelle Bachelet comienza hoy el 2016 su tercer año de mandato, no en las condiciones óptimas y con varias dudas por delante. De momento lo hizo muy temprano esta mañana reuniendo a todos sus ministros en el primer consejo de gabinete del año, una cita que estará marcada por la alta tensión que se vivió en La Moneda la semana pasada, tras el episodio de la marginación del ministro del Interior, Jorge Burgos, y toda su cartera, del viaje de la presidenta a La Araucanía.
La escena de la reunión entre la mandataria y su ministro, y luego, la imagen del jefe del gabinete lanzando la advertencia de que esta situación “no se puede volver a repetir”, fue rápidamente interpretada como un “cartillazo” inédito de un ministro –el de mayor rango por cierto- al Presidente de la República en la historia reciente del país.
La situación se torno aún más gris con el golpe de mesa del presidente DC, Jorge Pizarro, quien reverdeció sus magullados laureles –enfrentaba fuerte resistencia interna tras un año para el olvido- consiguiendo la cohesión de todos los sectores DC detrás de un solo objetivo: ver en la crisis total en La Moneda la oportunidad para amenazar la convivencia interna en la Nueva Mayoría.
Hubo otro elemento: desde el partido del ministro Burgos –y desde el propio entorno del secretario de Estado- apuntaron al Segundo Piso de la Presidencia, personalizando su reclamo en la jefa de gabinete de la presidenta Bachelet, Ana Lya Uriarte. La airada reacción de la DC, leída en la Nueva Mayoría como un nuevo “ejercicio de enlace”, comenzó a irritar a sus socios en la Nueva Mayoría.
Los primeros en reaccionar fueron los socialistas, curiosamente, los recientemente anunciados aliados de la DC en el pacto municipal para enfrentar los comicios de octubre próximo.
La bancada de diputados PS salió en pleno a respaldar a la presidenta y su equipo de asesores. El ex presidente del PS, Osvaldo Andrade, uno de los líderes de la Nueva Izquierda, corriente interna del partido a la que precisamente pertenece Uriarte y entre otros, la propia presidenta Bachelet, consideró desproporcionado e irresponsable el actuar DC.
De vuelta, varios diputados DC amenazaron a Andrade: pusieron sobre la mesa la posibilidad de hacer caer el acuerdo de convivencia del oficialismo en la Cámara de Diputados que llevaría al ex jefe del PS a ser presidente de la corporación en marzo próximo.
Pero la amenaza no es tan simple. El acuerdo oficialista para controlar ambas cámaras del Congreso involucra a los DC, quienes tendrán en 2017 el control del Senado, nuevamente con Jorge Pizarro a la cabeza. El mismo pacto sustentó la presencia de Patricio Walker durante el 2015 y lo que queda del periodo legislativo, así como la perfomance del diputado Aldo Cornejo durante 2014.
Pero también está sobre la mesa el pacto municipal para la elección de concejales, donde la oferta DC de concurrir con el PS, debe ser sancionado este fin de semana durante el comité central del partido. Hay corrientes internas en el PS que promoverían dar un giro en este “entendimiento histórico” como se conoce el pacto PS-DC.
Es decir, no es un tema cerrado.
La tensión es máxima, si se lleva todo esto al plano de las reformas en trámite: la reforma laboral sufre también una tirante discusión entre dirigentes socialistas y demócratacristianos por el reemplazo o no en huelga. Lo mismo sucede con la despenalización del aborto en tres causales, donde la DC nuevamente ha instalado sus matices.
El problema es que a diferencia de otros gobiernos, a veces la solución, conducción o canalización de estos problemas venía desde el propio Palacio de La Moneda. “El ministro Burgos quedó más empoderado”, fue una de las tantas reflexiones de Pizarro el miércoles de la semana pasada, tras la bomba desactivada que significó la carta de renuncia del ministro del Interior que fue archivada por la propia mandataria.
Está por verse si la presidenta es capaz, como no lo ha sido nunca, de entregar ese “poder” del que hablaba el presidente de la DC. Si escuchará las quejas DC y nuevamente resignará su diseño a estas alturas ya tradicional de “confianza exclusiva” en un reducido grupo de personas, con quienes toma las decisiones para el país.
En diario Pulso el ex ministro del Interior del periodo final del primer mandato de Bachelet, Edmundo Pérez Yoma, lanzó una advertencia sobre la delgada línea de convivencia Bachelet-Burgos.
"Todo dependerá de cómo fue la conversación y a qué acuerdo llegaron ambos, pero lo que ha quedado muy claro es que cualquier repetición de un hecho así significa un quiebre total", dice.
Algunos apuestan a que este nuevo modelo post viaja a La Araucanía no es más que una pequeña transición hacia un nuevo cambio de gabinete.
Mientras tanto, los partidos comienzan sus propias cuentas regresivas, cuando tienen menos de nueve meses por delante para intentar reencantar a un electorado que decidirá por primera vez si castiga o no a esta clase política al desnudo tras los escándalos de financiamiento irregular.