Por Víctor Hugo Moreno Enero 26, 2016

"Me enteré por la prensa". La frase de la presidenta Michelle Bachelet se ha convertido en su salvación, o acaso, en su condena. Así reaccionó tras la publicación de Qué Pasa que destapó el caso Caval, argumentando que nada de lo que escondía la empresa de propiedad de su nuera, Natalia Compagnon, lo conoció nunca sino gracias al trabajo de los medios de comunicación. Creíble o no, lo cierto es que al final de día, su excusa sirvió (involuntariamente) para darle credibilidad a la misma prensa de la que ella tanto reniega y con la que mantiene una tirante relación de convivencia.

La esencia de Bachelet y uno de sus principales y más fuertes atributos siempre fue la empatía, la cercanía, y no sólo con el ciudadano de a pie, sino también con sus cercanos y colaboradores. Quienes la conocen hablan de una persona muy afable, respetuosa y cariñosa. Sin embargo, esa energía siempre se desvanece frente a la prensa, algo no cuaja. Si bien en los momentos en que a Bachelet le ha tocado compartir con los periodistas más allá de un micrófono, se ha mostrado abierta para hablar y responder de todo lo que se le pregunte. Pero, cuando llega el momento del día a día, vuelve a crecer una muralla impenetrable que la separa. Todo ello formando parte del cuidadoso estilo Bachelet marcado por el hermetismo y las confianzas de pocos colaboradores, confianzas que con la prensa se transforman en desconfianzas.

Más allá del incidente de los viajes, donde ahora se limitará la presencia de medios en las giras sin aún un claro criterio sobre la selección los viajeros, pues si bien en un primer momento se informó que Presidencia elegiría a los periodistas, ahora se comunicó que serán los mismos periodistas los que entre ellos tomarán la decisión, la relación entre La Moneda y la prensa nunca ha navegado por un mar de tranquilidad, sino que más bien de la constante tensión.

Recriminaciones hay de ambos bandos, por un lado de Presidencia que ha mostrado su molestia por vulneración de conversaciones fuera de micrófono (off the record) de la mandataria y de tratos irrespetuosos en la vía pública de periodistas que han intentado de todo para conseguir una declaración de la Jefa Estado; y por otro de lo complejo que resulta obtener una versión de Bachelet y de las constantes dificultades para el acceso a la información oficial en el Palacio de La Moneda.

La ley de medios

Todo ello se puede resumir en una “guerra mediática”, en donde para La Moneda  se corre en desventaja. Y allí, el tema de fondo pasa por la idea original del programa de gobierno: en el ítem reforma constitucional aparece claramente el concepto de “desconcentración de medios”. “Una ley determinará los límites a la concentración de la propiedad de los medios de comunicación social, tanto mono-medial como multimedial, así como la apertura plural del espectro radioeléctrico, y la distribución del avisaje público, de modo de garantizar el pluralismo informativo y el libre acceso a la información”, versa en el texto que se presentó al país en marzo de 2014.

Idea que hace recordar el arduo debate que hubo en Argentina cuando la presidenta Cristina Fernández dictó una nueva ley de medios, que pretendía equiparar la cancha y, centralmente, desconcentrar el poder mediático del grupo Clarín. Si bien en Chile no existe un panorama como el del país trasandino, sí existe un mal diagnóstico en torno a cómo están distribuida la propiedad de los medios de comunicación.

Tema que ha sido tratado en diversos comités políticos, en donde uno de los análisis en torno-por ejemplo- al mal desempeño en las encuestas y la baja aprobación de Bachelet y sus reformas ha pasado porque se tiene que lidiar con una prensa que es calificada de "oposición", en donde se dice que el gobierno no tiene como plantear una especie de contraparte para que la ciudadanía se arme su propia opinión.  Tras la caída del diario La Nación, el Estado perdió el bastión que le quedaba. Por ello, incluso dentro de los análisis que se han hecho a nivel de comité se ha hablado sobre la necesidad de recuperar ese medio, o bien de crear otro. Todo ello en el marco de una nueva ley de medios que, por ahora, está guardada bajo llave en los escritorios de la Secretaria General de Gobierno.

Cuando era ministro Álvaro Elizalde se empezó a avanzar en algunas reuniones con actores involucrados, pero se determinó finalmente que era poco prudente presentar al país una nueva ley de medios al estilo argentino, venezolano o ecuatoriano, debido a la gran carga de reformas que estaban en el aire, y que el agregar una más complicaría el escenario. Por ello, según por ese entonces se comentaba en Palacio, la idea original fue desechada hasta nuevo aviso.

Sin embargo, el concepto “desconcentración de medios” ha seguido latente por los pasillos de Palacio. Así  por ejemplo, el 15 de enero de 2015 Bachelet se reunió con la presidente del Colegio de Periodistas, Javiera Olivares, en donde- según comentó en aquella oportunidad la dirigente gremial-, uno de los temas centrales pasó por la desconcentración: “Hoy vimos voluntad política de la Presidenta para debatir en profundidad la situación de los medios de comunicación en Chile (…) concordó en la necesidad de avanzar en materia de garantías a la libertad de expresión, junto con impulsar desde el Ejecutivo una instancia de trabajo que permita generar una propuesta de políticas públicas en materia de institucionalidad mediática y comunicación, proceso que se concretaría a partir de marzo”, señaló la periodista tras la reunión.

También, el 5 de noviembre de 2015 Bachelet abordó la necesidad de una prensa más plural y desconcentrada en una jornada de reflexión con periodistas extranjeros “Qué democracia queremos, qué democracia podemos”. Allí, Bachelet volvió a enfatizar en el concepto de desconcentración.

Así, en el Gobierno existe un análisis crítico sobre los medios de comunicación y el rol de la prensa, asunto que ha estado presente en los debates internos de ministros y presidentes de partido, pero ante el cual aún no se han tomado medidas concretas, y probablemente no se hagan debido a la premura del tiempo y la suficiente carga legislativa que existe hoy.

El quiebre de la relación

Con todo, pese a los primeros intentos de la jefa de prensa de Bachelet, Haydée Rojas, de generar conferencias de prensa, con relativa distancia de dos a tres meses con la prensa acreditada, cuestión que finalmente nunca se concretó; la relación se fue desgastando con el paso del tiempo. Todo ello rematado por el estallido del Caso Caval, donde ya se estaba tocando la fibra más sagrada de Bachelet: su familia. De ahí en más, el ya hermético sistema se fue cerrando y complejizando más al punto de que cuando la Presidenta volvió de vacaciones en febrero de 2015, sus asesores advertían a la prensa que fueran cuidadosos en el trato, pues había un tema personal de por medio. Bachelet comenzó a escoger con pinzas con qué medios hablar del tema Caval; un tema en extremo sensible. Así también, se suspendieron las clásicas rondas de entrevistas de los 21 de mayo.

Por ello, otro de los elementos que para Presidencia rebasó completamente el vaso, fue cuando en una conversación privada entre la Mandataria y los periodistas acreditados, Bachelet hizo confesiones nunca antes escuchadas sobre su situación familiar, confesiones que a la semana siguiente aparecieron publicadas en un medio de prensa escrito.

El malestar ya se profundizaba al punto que el viernes pasado un periodista le preguntó con voz levantada sobre Caval, asunto que ya colmó la paciencia en Palacio.

Como corolario a este cada vez más negro  escenario de relación Bachelet/medios, aparece esta extraña fórmula de los viajes presidenciales, en donde, hasta ahora no está claro el sistema de selección, luego que Presidencia bajara el tono tras analizar el impacto mediático que la decisión estaba generando, sumado a la solicitud que hizo la oposición a la Contraloría y al reclamo que hiciera del forma oficial el Colegio de Periodistas. Todo ello, comentan cercanos al Gobierno, habla también de un desorden estructural que se observa en  casi todas las dependencias, desorden en la toma de decisiones, que se reflejan en el hermetismo no solo a los medios, sino también a funcionarios de alto orden que trabajan en La Moneda de las decisiones que se toman.

Aún no se sabe el fin de la historia; sin embargo, la guerra mediática está lejos de terminar, aunque el Gobierno ya  se haya reservado la idea de hacer una ley de medios que desconcentre el mercado, tema de fondo que La Moneda quiere hacer en su esencia, pero, por ahora, no puede.

Juan Cristóbal Portales, académico UAI: “Sus silencios, ausencia de las definiciones sólo contribuye a generar una sensación de desgobierno”

El director del Magíster de comunicación estratégica de la Universidad Adolfo Ibáñez analiza para Qué Pasa esta decisión presidencial. Para el académico, el tema de fondo es el mal gobierno que hay detrás, más allá de un tema de la prensa o la mera comunicación.

—¿Qué señal da Presidencia al cambiar el sistema de viajes y ahora restringir el acceso de los medios?

—Confirma la falta de liderazgo e inseguridad que la embarga. El hacer control de daños por la vía de cambiar el sistema de viajes, discriminar a la prensa acreditada y “premiar” a la prensa complaciente amiga de Palacio, es un paliativo poco eficaz para limitar información que revele una agenda política errática, actos desprolijos, desencuentros, y una improvisación gestada rutinariamente desde su segundo piso por Guell, Uriarte y Cia como día de la marmota.

—¿Cómo analiza la relación que tiene Bachelet con la prensa: hablar poco, no aceptar preguntas,  le favorece esa estrategia, por qué decide tener ese estilo distante?

—Continúa confiando y profundizando en una estrategia del silencio diseñada desde sus días de campaña presidencial, para blindarla de la crítica y el fracaso. Pero esa estrategia hoy en día no funciona. Sus silencios, ausencia de las definiciones y defensa de una agenda reformista y opción por delegar en voceros y negociadores desprovistos de credibilidad interpares y ciudadanía (como Eyzaguirre), sólo contribuye a generar una sensación de desgobierno, falta de liderazgo y abre el juego para que la prensa le otorgue mayor espacio e importancia a voces disidentes y agendas individuales que buscan sacar ventajas del desgobierno e improvisación reinante, sobretodo dentro de la Nueva Mayoría.

—¿Cuál cree que es la mejor fórmula que debiese ocupar Bachelet para relacionarse con la prensa, pensando en un escenario de baja popularidad?

—Cualquier estrategia para planificar su discurso y aparición en medios, no tiene sentido sin que antes determine una estrategia y discurso político claro, pragmático, conciliador, con fundamentos técnicos sólidos, dirigido a construir puentes y reformas sobre una base realista, de lo posible, que alinee a sus propias fuerzas oficialistas, y no siga contribuyendo a destruir confianzas y sueños de cambio estructural, como ha sido la tónica a la fecha. Eso implica alienar detrás de esos objetivos y estrategias realistas a su propio gabinete, terminar con la división entre su jefe político y su segundo piso y su interlocutor ante el Congreso. No se puede explicar a la prensa y a la ciudadanía aquello que no se conoce o que no se tiene claro o que se tiene miedo de comunicar por temor al rechazo, a la crítica porque presenta deficiencias técnicas y prácticas,  y a una mala valoración ciudadana (aunque popularidad más baja que la actual por la presidenta ya sería difícil de conseguir). La primera medida entonces para relacionarse con la prensa es tener claridad,  certeza y convicción profunda sobre aquello que se va a comunicar. Como aquello no sucede, Bachelet se esconde. Y al esconderse y delegar, da pie para que el caos se pueda transformar e institucionalizar en ecosistema natural de las relaciones políticas.

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