Tiene más minutos en televisión y más portadas de diario que cualquiera de los socialistas de primera línea de su partido, incluida la presidenta del PS, Isabel Allende. Hace ocho meses que dejó la oficina en el segundo piso de la antigua casona de París 873, y en lo único que piensa Osvaldo Andrade es en el día de su regreso a ese lugar, desde donde dirigió durante dos periodos al partido de la presidenta Michelle Bachelet. El diputado por Puente Alto se las ha arreglado para ser protagonista: integró las comisiones Caval I y II, donde fue uno de los responsables del tropiezo de la primera, y en la segunda y definitiva se consagró como escudero. Consiguió aislar a la presidenta Bachelet de cualquier tipo de reproche, lo que finalmente quedó impreso en las conclusiones, pese a los intentos de los diputados opositores. En marzo próximo asume la presidencia de la Cámara de Diputados, si se respeta el acuerdo oficialista, y lo hará quizás en el peor momento de credibilidad para el Congreso. Formalizaciones, polémicas por mal uso de pasajes, bencina, arriendos de sus sedes, préstamos o adelantos de la dieta, uso de vehículos de lujo, e incluso la existencia de un fondo solidario, son parte del cóctel que deberá enfrentar desde su nueva vitrina política. Sin contar que el caso Caval sigue golpeando al gobierno, o las revelaciones sobre la influencia directa de SQM y Corpesca, entre otras empresas, en la forma en que el Parlamento y el gobierno han construido sus leyes.
“El presidente de la Cámara es la tercera o cuarta autoridad del Estado, y creo que ese rol lo tiene que asumir plenamente. Tiene que ser un actor relevante en la configuración de un cuadro que viabilice que el sistema político salga del entuerto en el que está”, dice Andrade desde su sede distrital en el corazón de Puente Alto. Ante la perspectiva de su nuevo cargo, el ex presidente del PS tiene claro que quiere jugar un rol en el escenario político. Y ya tiene una propuesta bajo la manga, pues dice, las leyes de probidad recientemente aprobadas son el primer capítulo.
“Falta un tramo completo”, adelanta.
—¿Quiere decir que las leyes de probidad recientemente aprobadas, sobre financiamiento de campañas, modernización de partidos políticos, pérdida del escaño, entre otras, no son suficientes?
—Lo que se ha avanzado es bien importante. Se aprobó el fortalecimiento del Servel, pérdida del escaño, Ley de Partidos Políticos, ley de financiamiento, faltan algunas cosas aún. Terminamos con el aporte privado de la política desde el punto de vista de las empresas. Y yo creo que es bueno lo que está pasando en el ámbito judicial, que se están desarrollando las investigaciones, que vayan apareciendo cosas, que se vaya transparentando y que se hagan las investigaciones correspondientes y formalizaciones. Yo, hasta ahí, OK. Pero falta un tramo, que creo que es clave. Qué hacemos con lo que pasó, más allá de lo judicial. Y cómo enfrentamos decisiones que, para usar el mismo concepto, serán dolorosas, pero que sólo a través de ellas vamos a lograr recuperar credibilidad. El congreso del PS abrió el camino: el que estuvo involucrado en irregularidades no puede ser candidato ni ejercer cargos. Así de simple. Yo creo que eso es lo que nos falta. Debiera ser el hecho político que marcará el escenario de este año: un reconocimiento de lo que pasó, una explicación de lo que pasó, una disculpa o perdón, da lo mismo el concepto, pero una decisión.
"Debiera ser el hecho político que marcará el escenario de este año: un reconocimiento de lo que pasó, una explicación de lo que pasó, una disculpa o perdón, da lo mismo el concepto, pero una decisión de la clase política en su conjunto".
—Eso es algo que ya se exploró y no tuvo mucha acogida, pese a que había cierto interés transversal…
—Sí, llegamos a un texto incluso, que contó con el respaldo de algunos presidentes de partido. Pero no logramos que lo hicieran todos. Tengo mucho interés en que pudiéramos retomarlo, y espero hacerlo desde, si finalmente soy electo, la presidencia de la Cámara.
—¿Es necesario todavía un mea culpa de la clase política?
—Más que un mea culpa, más que una disculpa, que siempre será bienvenida, yo creo que lo que falta es una decisión política. Y es que los que estuvieron involucrados en irregularidades no van a poder volver a presentarse. Porque claro, la gente dice pidieron perdón, qué bueno, pidieron perdón. La gente lo que espera es que haya medidas que sean coherentes con el perdón que se está pidiendo porque, discúlpeme, imagínese que cualquier partido tiene a una persona sancionada, condenada, y viene esta persona y llega a un acuerdo reparatorio o a una suspensión condicional y ya, qué sé yo. Usted comprenderá que le puedo pedir mil disculpas a la ciudadanía, pero si finalmente lo llevo de candidato... ¿Me entiende? No es coherente.
—Se refiere a la decisión de la UDI de no sancionar a Jovino Novoa. Considerando esto, ¿es viable lo que propone?
—Lo de la UDI fue terrible. Porque dijo aquí una persona reconoce que cometió el delito, se la sanciona por un delito, fue condenada, pero no merece reproche. ¿Sabe por qué? Porque la plata no era para él. Eso es atroz, es volver más atrás de lo que habíamos logrado.
—Porque, por ejemplo, aparecieron en poder de la Fiscalía estos correos de Pablo Longueira con Patricio Contesse, y él luego reconoce ciertas prácticas que pudieron ser un error pero, a la vez, intenta justificar y dice que dichas comunicaciones eran parte de un diálogo con todos los actores, públicos y privados.
—Los partidos políticos tienen que asumir un rol. Ese es mi punto. Y si la derecha no es capaz, que sea la Nueva Mayoría. Porque aquí hay que establecer estándares éticos, ojalá para todos y, si no son para todos, para los que estén dispuestos a asumirlos. Por eso el PS tomó la decisión sin preguntarles a los demás. Nosotros lo vamos a hacer, aun cuando los otros no lo hagan. Y si todo el sistema político se embarca, ayudaría mucho. Pero si no, serán los que estén en condiciones.
—¿Eso implica también corregir o modificar las legislaciones que se vieron afectadas por la influencia del dinero, como la Ley de Pesca o el propio royalty minero? Su antecesor acogió a trámite la ley que anulaba la Ley de Pesca y se desató una crisis de proporciones en la coalición gobernante.
—El método es institucional, se instalan nuevos proyectos, nuevas mociones. Me parece sumamente razonable que esa ley se modifique, porque contiene disposiciones que son plenamente inconvenientes, y eso a mí me parece que es fundamento suficiente para cambiarla. Pero también modificar la ley del cohecho me parece absolutamente necesario, y establecer de una vez por todas las penas para la colusión. O sea, hay que reaccionar. De eso no tengo ninguna duda. Y el fundamento es uno muy simple. Que hay que mejorar las leyes. Ahora, lo que no acepto como fundamento es que esta ley hay que anularla porque tal o cual tipo fue, aparentemente, objeto de cohecho.
—Pero la presencia de un eventual cohecho prueba, precisamente, que hubo una influencia directa de estos grupos de interés. Una influencia irregular, una posición de privilegio o como usted quiera llamarlo…
—Entonces reparémoslo. Y, en consecuencia, modifiquemos la ley para que no se exprese esa aparente influencia. Y eso yo estoy dispuesto a hacerlo en todas las leyes. En todas. En todas aquellas que haya que resolver que hubo una influencia exógena, ilegal, al tiro. Sinceramente, no le veo ningún problema.
El nudo ciego de Caval
—La presidenta volvió a apelar a su registro personal tras la formalización del caso Caval. ¿Le pareció una buena decisión?
—La presidenta en su momento hizo un reproche respecto de su hijo. La señora Compagnon pidió disculpas, en relación a la presidenta, o sea, gestos políticos ha habido. La reacción de la presidenta es la de cualquier ciudadano normal ante una situación de esta naturaleza. Lo concreto es que el proceso ha tenido un decurso, porque la situación que había era de impunidad y eso se ha ido deshaciendo en el sentido común ciudadano. A propósito de que estamos en Puente Alto, créame que a veces eso es mucho más importante. En comunas como las nuestras, que tienen ciertos grados de estigmatización, sentir que los lindos también son sometidos a los procedimientos.
—El ministro Nicolás Eyzaguirre dijo el fin de semana que el caso Caval va a seguir penando y en la Nueva Mayoría está la sensación de que mientras el caso siga concentrando atención pública es muy difícil transmitir los logros del gobierno. ¿Comparte dicha opinión?
—Siento cierta impotencia en la frase del ministro Eyzaguirre y discrepo de ella. El caso Caval nos seguirá penando. Depende de cómo enfrentemos la situación. Hoy día hay una mejor situación que ayer. Hoy día podemos decir que la justicia está haciendo su tarea, que el Ministerio Público está haciendo su tarea. Pero si Cristián Riquelme (administrador de La Moneda, vinculado al caso Caval por su relación con el imputado Juan Díaz) sigue en La Moneda, efectivamente hay un retroceso. Depende del gobierno. Concuerdo con la comisión Caval que es inconveniente que Riquelme esté en La Moneda, pero mi matiz es que merece un procedimiento. Pero a Riquelme hay que desvincularlo finalmente.
—¿Por qué cree que, en el caso de Cristián Riquelme, La Moneda no reacciona ni para bien ni para mal?
—Creo que también hay cierta desatención a la situación. Esto no depende de la presidenta. Nosotros en la comisión Caval mostramos el nombramiento del señor Riquelme y eso lo firma el ministro del Interior. El jefe administrativo es el ministro y el subsecretario. ¿De qué depende que el caso Caval no nos siga penando? Que se tomen decisiones.
—¿Esa falta de decisión, en este y otros temas en que no hay acuerdos o decisiones comunes entre gobierno y Nueva Mayoría, responde a un liderazgo todavía golpeado de la presidenta Bachelet?
—Cuando se tiene 64% de respaldo, se chasquean los dedos y se ordena la cosa. Cuando se tiene 26% o 28%, evidentemente eso se constituye en un problema. Lo que debiera ser un problema, debiera ser un desafío. Porque precisamente es mayor la responsabilidad de ordenamiento cuando se tienen estos problemas. Construir unidad desde un liderazgo fuerte es fácil. El desafío es construir unidad de propósito de acción cuando es responsabilidad de todos. Antes uno miraba a Bachelet, hoy día hay que mirarse a sí mismos.