Por Víctor Hugo Moreno Febrero 9, 2016

Como buen radical es masón y de gusto por la buena mesa, así lo presenta un cercano. Mientras que su perfil de Twitter es simple y directo: Abogado, lector incansable y radical. Este es Osvaldo Soto Valdivia, quien por esta calurosa semana de febrero ejercerá como ministro de la Segegob, más conocido como vocero de gobierno, en reemplazo del titular, Marcelo Díaz.

Soto es abogado de la Universidad de Chile, pero su mayor acercamiento a la cosa pública la tuvo cuando participó activamente del movimiento sindical, tanto en la CUT como en la ANEF. Esa condición hizo que el Partido Radical se fijara en su figura para levantarlo hacia un status más alto. Es por ello que en la mesa del partido no dudaron en plantearle su nombre a la presidenta Michelle Bachelet al poco tiempo de la renuncia del anterior subsecretario, el también radical Rodolfo Baier, para que fuera él su reemplazante. Su militancia gremial, su desempeño como Presidente de la Federación Nacional de Funcionarios de las Corporaciones de Asistencia Judicial y su activa vida partidista resultaron claves para su arribo a La Moneda. La presidenta aceptó y lo designó subsecretario justo cuando se desempeñaba como director de la Corporación de Asistencia Judicial.

Su cargo actual es más bien un trabajo administrativo. Mucha oficina y gestión. Sin embargo, esta semana debió asumir el rol de vocero. Un desafío nuevo para el abogado, que logró sortear sin tener que morderse alguna de sus palabras. Sin excesos, ni cuñas que lo hicieran arrepentirse.

Soto se reunió con el equipo de asesores del gabinete ministerial pocos minutos antes de enfrentar a las cámaras, justo al medio día. Allí, como es habitual en el trabajo que efectúa el equipo de prensa, fue informado de los temas que podrían ser contingentes y rondar en las preguntas de los periodistas. El documental de Bachelet, el caso Apablaza y el conflicto de La Araucanía eran los blancos que debería sortear ante la prensa acreditada en Palacio. Con soltura y muy claro en el mensaje que debía transmitir bajó de la oficina del gabinete, vestido con impecable traje azul marino adornado con una humita del mismo tono. A su alrededor cuatro de sus asesores más cercanos lo miraban nerviosamente, muy atentos a cada palabra emitida. Ante dos frases los asesores expresaron una disimulada sonrisa en señal de aprobación. Una de ella: cuando Soto expresó que en Chile se respetaba el Estado de Derecho ante una consulta en torno al caso de Galvarino Apablaza. La otra, cuando dijo que “la gracia del gobierno y la Nueva Mayoría dice relación con su diversidad”, al ser requerido por la pugna entre el Partido Comunista y la Democracia Cristiana.  ¡Bien, bien! murmuraban sus séquitos al oído.

Pero quizás la frase más contundente, que fue resaltada en el comunicado oficial emitido por la Segegob, fue cuando dijo enfáticamente que “las reformas que se han ido instalando con el gobierno de Michelle Bachelet tienen un tinte de bastante irreversibilidad”, respondiendo así a la oposición que ha expresado que el próximo gobierno deberá enmendar el rumbo reformando las reformas.

En los 14 minutos que duró su actuación, logró evadir algunos temas como la situación de La Araucanía, que inmediatamente traspasó a sus vecinos del Ministerio de Interior; como también llevar a cabo una evaluación más política del aniversario del caso Caval, ciñéndose completamente a la tesis de La Moneda de que eso es un asunto judicial.

Terminada su performance quiso instaurar un diálogo más cercano con los periodistas para  saludarlos y entablar algún tipo de conversación fuera de micrófono en un ambiente más informal. Pero sus asesores raudamente lo sacaron del lugar, quizás para evitar algún exceso de información que pudiera dar dentro de su ánimo y disposición que tenía para hablar. Una de las misiones que tiene es tratar de mantener un bajo perfil. Pasar por los temas sin entrar en complicaciones que le puedan costar caro. La idea es evitar las confusiones como, por ejemplo, las que se produjeron hace un año con el caso Caval. La idea justamente es que este verano sea un verano tranquilo, sin sobresaltos ni autogoles. Al menos en su estreno no los hubo. Se anticipa aparentemente una vocería en calma, pero ya lo saben en La Moneda, en cualquier momento se puede desatar una tormenta perfecta.

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