Aunque en enero el ministro de Energía Máximo Pacheco había celebrado el ahorro energético y la reducción de los índices de delincuencia, como los logros de haber mantenido el horario de verano durante todo 2015, la imagen de niños llegando a oscuras a clases, medio dormidos durante las primera horas del día, hizo que la presidenta tomara la palabra. El ausentismo escolar en los meses más fríos había aumentado por primera vez en los últimos tres años y con ese dato se revertía la medida: volvía el horario de invierno, aunque sólo por 91 días, entre el 15 de mayo y el 15 de agosto.
A muchos, el anuncio los confundió. La información que entregaba la presidenta no era una novedad, pues había sido presentada como parte de las conclusiones del comité interministerial que tenía la misión de monitorear el impacto de la medida, y que luego de un largo debate técnico, no había llegado a una determinación que estableciera que alguna de las dos opciones –mantener el horario de verano o volver al sistema antiguo–, era mejor que la otra.
Balances matutino-vespertinos
Desde que se informó que durante 2016 se volvería al horario de invierno, son tres los indicadores que han tenido más resonancia en los medios: el ahorro energético de un 1% respecto al año anterior —lo que equivale al consumo anual de 43.000 hogares—, la disminución del 2,4% del registro delictual a nivel nacional y el aumento del ausentimo escolar durante el mes de junio, que subió de 16,5% en 2014 a 18,9% en 2015. Estos fueron los datos que inclinaron la balanza, los dos primeros para mantener la medida, el último para revertirla.
En cambio, el resto de los indicadores obtenidos por el comité interministerial para los sectores de Transporte, Economía y Agricultura, demostraron que tener uno o dos horarios no produce ninguna diferencia significativa, sino que por el contrario, las desventajas producidas por la falta de luz en un momento del día eran traspasables.
Según datos proporcionados por Conaset, se registró un aumento en la proporción de atropellos ocurridos durante la mañana (de 14,7% en 2014 a 16,2% en 2015), pero al mismo tiempo una hubo una disminución, en la misma proporción, de los atropellos que ocurren en la hora punta de la tarde (de 23.7% a 22,9%), momento en que se da la mayoría de estos accidentes.
Según la Asociación Chilena de Seguridad, tampoco hubo una variación en la proporción de accidentes de trayecto, ni en la mañana ni en la tarde. Y de acuerdo a la información recolectada por el INE, no hubo impacto en la productividad del sector agrícola, ni cambios en las horas trabajadas.
En un análisis más profundo, el comité de monitoreo del PNUD —organismo que elaboró un informe independiente a petición del gobierno—, llegó a la conclusión de que la fuente de descontento, más que la oscuridad en las mañanas, se daba por una serie de otras deficiencias en la vida cotidiana de los chilenos que salieron a la luz con el cambio de horario: problemas en el transporte público, la sincronización entre los horarios de ingreso a los establecimiento educacionales y los trabajos, el mal estado de las calles y las luminarias y la vulnerabilidad ante la delincuencia.
Espiral del silencio
El monitoreo de la opinión pública fue uno de los pilares con los que el comité interministerial recogió datos para evaluar el impacto de la medida. En total, fueron analizadas 12 encuestas realizadas entre febrero y diciembre de 2015 por diversas empresas e instituciones, entre ellas Adimark, Cadem, CEP, Mori y la Encuesta Nacional de Energía, comandada por el ministerio que encabeza Pacheco.
Aunque los resultados y las preguntas diferían en cada encuesta, algunos de los hallazgos transversales fueron que, si bien las opiniones estaban dividas y polarizadas, a medida que se iba acercando la primavera la importancia que la gente le daba al tema se iba reduciendo. Así, por ejemplo, si en junio Adimark mostraba que el 39% de la población estaba de acuerdo con mantener el horario de verano de forma permanente, en octubre este porcentaje aumentaba a 53.
La consulta ciudadana del comité de monitoreo del PNUD no sólo confirmó esta tendencia, sino que fue un paso más allá en su análisis. Al cruzar la información relativa a las preferencias de las personas con la prioridad que ellos creían que este tema debía tener en la agenda del gobierno, se llegó a la conclusión de que los que estaban en contra de mantener el horario de verano le daban más importancia que aquellos que la apoyaban, y por lo tanto defendían su postura con más fuerzo. Por esto, la opinión de los que querían volver al sistema antiguo causó mucho más revuelo en los medios, teoría conocida en sociología como "espiral del silencio".
Esta misma teoría fue reforzada por los focus groups que dirigió Mario Canales, académico de la Universidad de Chile que asesoró al gobierno en esta materia. "En invierno prima la opinión de quienes se sienten afectados por la medida y opera un "espiral del silencio" entre quienes apoyan la medida. En primavera decae la intensidad de la opinión negativa y emerge un segmento la apoya la medida", concluyó el doctor en sociología, cuya opinión fue parte de la presentación del comité interministerial.
Según la Encuesta Nacional de Energía publicada en diciembre de 2015, un 45% de la población prefiere tener dos horarios, mientras que el 39% escoge mantener el horario de verano durante todo el año.
¿Solución definitiva?
Además del ahorro energético, la seguridad ciudadana y los temas de salud, entre las razones expuestas por el comité interministerial como fundamento para mantener el horario de verano había un diagnóstico que daba cuenta de que "existía molestia en la población por la improvisación y los reiterados cambios en la lógica con que se venía decidiendo sobre el cambio de hora".
Efectivamente, este punto fue uno de los argumentos esgrimidos por Máximo Pacheco las muchas veces que defendió la medida ante la opinión pública. Antes de que asumiera el gobierno de Michelle Bachelet, era responsabilidad del ministro de turno firmar todos los años el decreto que cambiaba la hora, sin que ni siquiera existiera un plazo fijo para hacerlo.
Pero detrás de esta premisa, venía una advertencia del PNUD: "Independiente de la opinión de los distintos sectores de la población sobre cuál es el horario más adecuado, transversalmente se espera que la medida que se adopte sea la definitiva". Máxima que ya no se cumplió: el nuevo decreto de gobierno durará sólo hasta marzo de 2018.