El martes en la mañana en Valparaíso, Hernán Larraín —en medio de una intensa actividad en la comisión del Trabajo del Senado— se cansó de marcar el número de Pablo Longueira. Pasaban las horas y la presión de la prensa por una respuesta oficial del partido ante la publicación por parte de Ciper de nuevos correos entre el entonces senador y el gerente general de SQM, Patricio Contesse durante la tramitación del royalty minero, se hacía insostenible. El presidente de la UDI optó por llamar a Andrés Chadwick, de quien sí recibió respuesta. El ex ministro —hoy mano derecha de Sebastián Piñera— le comunicó que ya estaba en contacto con Longueira y colaborando en su estrategia.
Larraín le manifestó que existía mucha presión de distintos estamentos de la UDI para que el ex ministro saliera a dar una explicación y que la situación estaba afectando la alicaída imagen de la colectividad.
Tras varias llamadas, Larraín y Chadwick (en nombre de Longueira), acordaron salir a informar que el partido le había solicitado una explicación al ex senador y que éste lo haría en las próximas horas, una estrategia opuesta al silencio del partido frente al procesamiento de Jovino Novoa en el caso Penta, otro de los “coroneles” fundadores. Cercanos a Chadwick señalan que, a raíz de su cercanía con Sebastián Piñera, el director de Avanza Chile no quería aparecer jugando un rol clave en esta crisis, pero que incorporó en las gestiones a colaboradores de confianza.
A esa misma hora, en otro lugar del edificio del Congreso, el mail de Longueira provocaba otro impacto: Jaime Bellolio acordaba junto al grupo de diputados que apoyaba su plan para presidir y reformar el partido (Ernesto Silva, Felipe Ward, Javier Macaya, Arturo Squella, Renzo Trisotti, María José Hoffman, Gustavo Hasbún) postergar esa posibilidad hasta fin de año, es decir, después de las elecciones municipales y cuando la colectividad haya cambiado sus estatutos para escoger a la directiva a través de un mecanismo “un militante, un voto”.
La propuesta reformista del grupo de, entre otras cosas, alejarse del gobierno de Pinochet y suspender a los militantes procesados por la justicia, podría atomizar y tensionar más a la colectividad y enfrentar a los diputados con el grupo más conservador de senadores liderados por Juan Antonio Coloma y Víctor Pérez y de los diputados Ignacio Urrutia, Iván Norambuena, Jorge Ulloa, entre otros.
“El proyecto de futuro necesita de un consenso mayoritario para que sea realidad. No unánime, porque sería mantener el statu quo. Quiero que la UDI cambie, no que se quiebre y entonces debemos trabajar para generar esa mayoría”, dijo Bellolio a Qué Pasa.
De esta forma, el misil Longueira cambió bruscamente la carta de navegación que tenía Larraín y que exhibiría en el consejo general y convención programática del partido —que se realizará el sábado 19—, donde reiteraría su intención de abandonar la presidencia. Ahora deberá seguir hasta fin de año y dirigir una compleja campaña municipal.
Tras pedirle a Longueira que saliera a dar una explicación pública, vino una segunda petición: convencerlo de que no saliera a atacar a la Fiscalía por la filtraciones y a poner énfasis de que el Ministerio Público está actuando con dureza contra su partido y no contra los involucrados vinculados al gobierno y a la coalición. A pesar de que ésta es una sensación transversal en la colectividad, los abogados le aconsejaron que una embestida de él contra los fiscales lo podría perjudicar en el proceso. Longueira y sus colaboradores acordaron que el mensaje fuese que “las filtraciones son ilegales”, pero que evitara nombrar a fiscales, lo cual cumplió al pie de la letra.
La tarde del martes, tras varios meses sin movimiento, la sede de la UDI volvió a recibir a decenas de periodistas, fotógrafos y a llenarse de gruesos cables conectados a móviles. A diferencia del pasado mea culpa de Iván Moreira, para la declaración de Longueira se mantuvieron los pendones y el fondo con el eslogan de la UDI popular.
“No había visto nunca tanta prensa… he perdido la práctica”, fueron las primeras palabras del senador, quien luego anunció su renuncia a la UDI y afirmó ser inocente, marcando un contraste con la estrategia de Novoa. “Nunca favorecí a ninguna persona, institución ni empresa de manera indebida” y durante la discusión del royalty minero “todos los parlamentarios recogimos opiniones”, dijo. Con el fin de evitar una posible fuga de militantes, Longueira precisó que volvería a militar cuando demostrara su inocencia.
El nuevo golpe impacta a la UDI en momentos que dirigentes realiza esfuerzos por conseguir candidatos a alcaldes y concejales, y cuando Larraín había logrado estabilizar el partido ayudado por las gestiones del gobierno en favor de la extradición del ex frentista Galvarino Apablaza. También golpeó con fuerza a Chile Vamos, conglomerado que se apresta a anunciar su acuerdo municipal. El presidente de RN, Cristián Monckeberg, y el candidato presidencial, Manuel José Ossandón, no desaprovecharon la oportunidad de pegarles a sus socios, como en los viejos tiempos.