Mientras el martes fue el tiempo de la familia y el recojo, ayer en el ex Congreso Nacional fue el tiempo de la política, del reencuentro de los protagonistas de la transición. En los 15 discursos que se expresaron en el velatorio público, se hizo una completa radiografía histórica del legado de don Patricio Aylwin Azócar, como la mayoría de los que subieron al estrado del Salón de Honor lo nombraban. Pero antes del homenaje, hubo algunas visitas y gestos que adornaron una jornada de profunda reflexión sobre la historia reciente de nuestro país.
A media tarde, muy en silencio llegó Carlos Altamirano, el ex secretario general del Partido Socialista (PS) durante el gobierno de Salvador Allende. Su filosofía política de la época, avanzar sin tranzar, marchaba claramente por la corriente opuesta de la Democracia Cristiana (DC) que en ese tiempo fue férrea opositora a la Unidad Popular. Todo un mar de distancia que separaba al humanismo cristiano de la DC, con el humanismo laico del PS. Patricio Aylwin y Carlos Altamirano tenían visiones diametralmente dispares, que se profundizan hasta el día de hoy. Hasta hace poco el ex líder socialista lo apuntaba con el dedo por haber jugado un rol clave en la "desestabilización" del gobierno de Allende, como deja de manifiesto en el libro Conversaciones con Carlos Altamirano Memorias Críticas del historiador Gabriel Salazar, en donde además plantea que le resulta complejo criticar a la DC en el estado actual de alianza que existe entre ambos partidos.
Lo cierto es que el histórico ex dirigente arribó cerca de las 16 horas al ex Congreso acompañado de la señora que lo acompaña siempre a todas sus actividades. Fue recibido por el presidente de la Cámara de Diputados, Osvaldo Andrade, quien lo llevó hasta la guardia de honor. Allí permaneció sentado por algunos minutos. En un breve diálogo que tuvo con el diputado PS le consultó sobre cómo estaba el partido, lo que dio pie a una breve charla entre ambos. Luego de esos minutos, salió del salón tomado del brazo de Andrade. Si bien en ese momento se mostró reacio a dar alguna declaración a la salida y tras una encerrona periodística, se dio tiempo para algunas reflexiones. “Mi sensación es de pena por la muerte de Patricio, pero en realidad yo era gran amigo de Andrés Aylwin, el hermano, de la misma generación, del mismo curso, en fin. Pero bueno, en todo caso he sentido mucho la muerte de Patricio”, expresó. Tras ello, reconoció que con el ex presidente tuvo algunas diferencias, aludiendo a que “soy muy peleador”. Al ser consultado por el legado del ex jefe de Estado, tras una breve pausa dijo que “eso era entrar en aguas profundas”, retirándose tan silencioso y con la misma calma con la que entró.
Esta fue una de las grandes escenas políticas que ayer se dieron cita en el edificio corazón de la democracia chilena. Todo ello, mientras el desfile de ciudadanos de todas las clases sociales, edades no cesaba de entrar para despedirse del ex mandatario.
Llegó el momento de los discursos y sin duda uno de los más ovacionados y con frases cargadas de historia, fue el de la presidenta del PS, Isabel Allende, quien por momentos se desdobló en funciones hablando como jefa socialista, pero también como la hija del presidente Salvador Allende. Con sus palabras, por momentos pareciera que la figura de Allende padre se dejaba sentir en el salón plenario. Una especie de encuentro casual entre dos de los personajes más trascendentes de la historia moderna de Chile.
El discurso de la senadora presentaba un hilo conductor: sí, es posible la unión del mundo humanista cristiano y el humanista laico, a diferencia de lo que pensaron por mucho tiempo los ex presidentes y que- en gran medida- significó la crisis institucional que vivió Chile en 1973, llevándonos a un golpe militar, seguido de una dictadura de 17 años y de generaciones dividas casi irreconciliablemente.
“Cuánta identidad de valores entre el centro progresista de inspiración social cristiana y la izquierda socialista, cuyas bases se sustentan en el humanismo laico. El peso de las confrontaciones pudo más y no tuvimos la sabiduría histórica para entender que, a pesar de las diferencias, el humanismo cristiano y el humanismo laico estaban destinados a marchar juntos por una Patria justa, buena y libre”, fue una de las reflexiones de la senadora.
Luego, analizó la relación entre ambos presidentes y cómo finalmente hubo espacio para los encuentros: “Patricio Aylwin fue un opositor severo al gobierno de mi padre en momentos muy difíciles para el país. Años después fue un protagonista de primer orden en el reencuentro entre la DC y la izquierda. Adversario tenaz de mi padre en una época muy dura, en otro tiempo se reencontró con mi madre y mi familia, y mantuvo siempre una particular preocupación por ella. No puedo dejar de reconocer en ese acercamiento a un ser humano que supo convertir en amistad cívica genuina las diferencias del pasado”.
Sus palabras finalizaron destacando el legado de Aylwin a la reconciliación no sólo de las familias y los partidos, sino que del país: "Como hija de Salvador Allende, del último presidente electo antes que él, no puedo sino reconocer en el Presidente Aylwin a quien lideró los gestos de reparación que la República debía a un presidente constitucional. ¡Qué mejor contribución al reencuentro y la unidad nacional que los funerales del 4 de septiembre de 1990!", cerró.
El discurso caló hondo en la familia del mandatario, tanto así que a pocos minutos de finalizar su hija Mariana Aylwin pidió una copia impresa del discurso, la que fue entregada de inmediato por uno de sus asesores.
El reconocimiento de la derecha
Como buen acto republicano, todos estaban invitados, moros y cristianos. Durante el día la bancada de Renovación Nacional (RN) hizo guardia de honor al féretro, mientras que varios UDI fueron llegando de a poco al salón, como el ex ministro del presidente Sebastián Piñera, Andrés Chadwick. El primero en subirse al estrado fue el senador de la UDI Hernán Larrain. En sus palabras no dejó esconder las diferencias, pero resaltando un hecho que marcó en parte el gobierno de Aylwin: el asesinato del senador Jaime Guzmán. Larraín destacó la actuación que tuvo el ex jefe de Estado ante el crimen: “Debió enfrentar numerosos problemas, algunos de suma gravedad. Entre ellos el asesinato del senador Jaime Guzmán, líder de la oposición. Este hecho era de por sí un atentado al encuentro con la democracia y un claro intento por impedir la transición. Pero ahí apareció su carácter y vocación, repudió con toda su fuerza un crimen brutal, puso en marcha el aparato policial y de defensa del país, y al mismo tiempo, le dio un respaldo humano y fraternal al entonces joven partido, la Unión Demócrata Independiente que sufría la muerte de su fundador y principal líder”.
El senador también reconoció el aporte de la comisión Rettig en la búsqueda de justicia, cuestión que en su momento, cuando se dio a conocer la creación de la Comisión de Verdad y Reconciliación, no sólo fue rechazada por el Ejército, sino que también por gran parte de la UDI: “También dio otros pasos que hablan de su magnanimidad y sentido de ecuanimidad. Abrió la investigación a las violaciones a los derechos humanos, al crear la Comisión Rettig, que permitió conocer la dimensión y gravedad del problema. Dio las primeras señales respecto de la necesidad de hacer justicia, pero también de abrir caminos a la reconciliación. Su gesto en pedir perdón al país es más elocuente que cualquier argumento”, finalizó el senador.
A su turno, el presidente de RN, Cristián Monckeberg, resaltó la política de los acuerdos que instauró su gobierno, y del cual tuvo una participación importante su partido RN. “Coincidimos en la oposición al gobierno de la UP, coincidimos también en la búsqueda de caminos que nos hicieran retornar a la democracia. Con un hito inigualable como el acuerdo nacional”. El diputado resaltó que con él sí era posible dialogar en la búsqueda de los ahora esquivos consensos.
Las reflexiones comunistas
Poco antes de las 7 de la tarde, hora en que comenzaba el homenaje, llegó la bancada completa del Partido Comunista (PC). Como compañeros de colegio, entraron juntos al salón para hacerle la guardia de honor. Camila Vallejo y Karol Cariola se percibían algo incómodas, sobre todo la primera que aguardaba por la llegada de su pequeña hija.
Pero el encargado de hacer la reflexión política fue el presidente del PC, Guillermo Teillier. No debe haber sido tarea fácil, pues si hay un partido con sendas diferencias es justamente la colectividad de la hoz y el martillo.
Sus palabras fueron cautas y respetuosas, no ocultando las diferencias. “Para nadie es un secreto o una novedad que el PC tuvo diferencias con don Patricio Aylwin sobre todo durante el periodo del gobierno del presidente Allende. Afloraron controversias ideológicas y políticas. Luego en el proceso de transición también hubo diferencias”, sinceró ante un atento auditorio. Sin embargo, el parlamentario destacó la impronta y el legado del ex presidente: “Tuvo la grandeza de reconocer incluso errores conceptuales pasados, que contribuyen a la verdad histórica de mantener viva la memoria cuestión ineludible si queremos construir un país democrático y de justicia social y en paz”.
Teillier también reconoció el aporte que hizo por los derechos humanos. Tema sensible en su colectividad, pues muchos creen que hizo poco y nada. “Debemos reconocer el aporte que hizo el Presidente Aylwin al esclarecimiento de las trágicas violaciones a los derechos humanos y a establecer públicamente la información disponible en esos momentos sobre las víctimas de las atrocidades cometidas en dictadura que fueron consignadas en el informe Rettig, lo que refuerza a los procesos judiciales que se han llevado adelante hasta el día de hoy”.
Su palabras finalizaron con un sentido y energético “Don Patricio Aylwin descansa en Paz”, llevándose la segunda ovación más grande de la jornada.
Luego fue el turno de la presidenta de la CUT, Bárbara Figueroa, también de las filas comunistas. La líder sindical hizo un discurso con visión de futuro, resaltando que todo el legado del ex presidente debe servir para acabar con las desigualdades: “Seguir luchando por más derechos sindicales, mas derechos para los trabajadores y trabajadores, así no solo rendimos homenaje en el marco de esta actividad solemne, sino que también rendimos homenaje cuando vemos que nos comprometemos con ese Chile más justo con el que se buscó restituir la democracia”, dijo.
La causa mapuche
Dos discursos recordaron un hecho puntual que tuvo a Aylwin como protagonista antes de que fuera presidente: el acuerdo de Nueva Imperial. El senador por la Araucanía, Jaime Quintana (PPD) lo destacó como uno de los hitos más importantes: “Nueva Imperial, 1989, cientos de líderes y dirigentes mapuches firmaban un documento histórico para la naciente democracia con el entonces candidato a presidente, el acuerdo de Nueva Imperial. En un momento don Patricio dice: 'nosotros esperamos 17 años para la democracia, no es nada para la espera de este pueblo'", recordó el presidente del PPD.
El otro en hacer mención a dicho acuerdo fue el ex intendente de la Araucanía, el DC Francisco Huenchumilla, quien destacó este hecho como la base de las nuevas políticas indígenas que se han hecho hasta ahora: “Celebró con los pueblos originarios el último Parlamento de Chile en el acuerdo de Nueva Imperial. De donde salió la arquitectura jurídica que es la ley indígena que ha permitido avances en la historia de los pueblos originarios y cuyas tareas como país todavía siguen pendientes. Por eso encabezó la comisión de verdad histórica y nuevo trato, cuyas conclusiones están ahí esperando que el país las tome, para iniciar un proceso que pueda terminar con la violencia política que azota el sur de Chile”, advirtió.
También lo recordaron el rector de la Universidad de Chile, Ennio Vivaldi, quien abrió los discursos, el presidente de Evopoli, Felipe Kast y otros dirigentes sociales.
Fueron dos horas y media de profundas y sentidas reflexiones de nuestra historia, con aires de autocrítica, pero también con visión de futuro. Palabras que parecían una especie de catarsis escondida por mucho tiempo y que tuvieron por excusa la muerte del presidente Aylwin. Luego de años de diferencias, ayer hubo un espacio para –quizás- algo de redención, perdón y reconciliación. Un día donde gran parte de la historia reciente se concentró por largas horas en un solo salón, para evaluar el legado político del presidente Patricio Aylwin y su transición.