Por Víctor Hugo Moreno Abril 20, 2016

Por más que una familia se prepare para la muerte, cuando ésta llega el dolor se torna inevitable. Es un sentimiento íntimo y profundo y que nadie sabe cómo esquivarlo, por más que la muerte sea un hecho consumado. Uno de los tantos amigos de la familia que visitó este martes la casa del ex presidente Patricio Aylwin graficó de este modo el ambiente que rodea a los más cercanos al ex mandatario. Hay dolor, pero también existe paz.

Los días previos a la muerte de don Patricio, como le llaman muchos, fueron tranquilos. Ya todos sabían que su vida se estaba comenzando a apagar. Desde el accidente que sufriera en diciembre del año pasado su estado ya no fue el mismo. Aquella caída que sufriera ya fue la última señal. De ahí en adelante, a decisión personal del ex presidente y de su familia se determinó que no lo iban a volver a internar y que cualquier atención iba a ser desde su casa. La idea era no hacerlo sufrir las penurias que muchas veces significa estar en casa ajena internado, y que pasara sus últimos días en su casa de siempre, en Arturo Medina con Diego de Almagro. Aquella morada que nunca quiso dejar desde que se casó con Leonor Oyarzún en 1948, pese a las recomendaciones que le hicieron en algún momento cuando asumió como presidente de trasladarse a una casa más segura. Esa era su casa, una casa de clase media ubicada en un barrio residencial de Providencia de clase media. Sin grandes aspavientos ni lujos. Allí decidió morir, y así se cumplió su deseo.

Bajo ese escenario, poco después de las 10: 30 AM uno de sus hijos, Miguel Aylwin, flanqueado por el resto de sus hermanos dieron a conocer la noticia. Con profunda emoción y con ese dolor inevitable de la pérdida del ser querido, lanzaba una profunda frase: “sabemos que él no pertenece solamente a nuestra familia, sino que a todo el país”. Sólo pidió respeto, para no convertir la entrada de su casa en una casería de micrófonos. Deseo que se cumplió en gran medida, pues pese a la gran cantidad de cámaras y reporteros apostados, todo transitó con relativa calma. Como si afuera también se respirara algo del duelo que adentro sí se estaba viviendo.

Por la mañana, una de las primeras visitas oficiales fue la de la presidenta Michelle Bachelet, quien habló sobre su legado, resaltando la importancia de su frase, que más que una frase es casi ya una filosofía, sobre “en la medida de lo posible”. Después comenzaron a llegar líderes de la DC como Andrés Zaldívar, entre otros. Por la tarde, hubo más familia y amigos, aunque también algunas visitas protocolares como la del alto mando de Carabineros, encabezados por su General Director, Bruno Villalobos. Hasta el cierre de esta crónica, era el único representante de las fuerzas uniformadas que se había hecho presente.

También  estuvieron algunos de sus ex ministros, como René Cortazar quien destacó el legado político del mandatario fallecido: “Fue un hombre que no sólo lideró la transición a la democracia sino que además le dio un giro a la política chilena marcada  por la imposición, él inició de origen una política marcada por los grandes acuerdos que permitan tener un proyecto nacional en que todos podamos tener cabida”. También pasaron por su casa el cientista político Carlos Hunneus, su ex ministro de Defensa Patricio Rojas, el ex director ejecutivo de Codelco Juan Villarzú, entre otros.

Quien se dio un tiempo para conversar y entregar detalles de los últimos días del ex jefe de Estado fue su yerno y actual senador, Manuel Antonio Matta. En su relato destacó que Aylwin partió recibiendo todo el cariño de su familia, quienes en algunos momentos dieron paso el canto, como cuando entonaron en horas de la noche del lunes Gracias a la Vida. Ese momento, relata Matta, fue muy emotivo, porque estaban todos en la pieza: “Le tomábamos las manos, le hacíamos cariño. Él como de origen inglés era relativamente severo en no aceptar cariño en su vida, a pesar de ser un hombre de grandes condiciones y de grandes cercanías. Nosotros durante todo el último tiempo nos aprovechábamos de su condición para hacerle cariño en sus manos y en su frente”, reveló el yerno del presidente.

Además, entregó alguno detalles de sus últimas horas, explicando que hace días no podía comer, que tenía dificultades al tragar y respirar y que eso lo fue complicando en su estado general de salud. Al último momento se le mostró más inquieto, pero que con calmantes y la compañía de su familia lo lograron apaciguar. Pero con todo, fue una despedida en paz. En eso todos los presentes coinciden.

Por la tarde, se abrió también otro libro de condolencias- el primero estaba habilitado a la entrada de la residencia solo para quienes podían pasar por disposición de Carabineros- en la calle Diego de Almagro. El libro estaba acompañado de banderas chilenas y de la Democracia Cristiana, y de varias gigantografías con su rostro. En una de ellas estaba una frase emitida hace algunos años por el ex presidente: “La fuerza es propia de las dictaduras y la razón y el derecho las armas de la democracia”. Poco a poco comenzaron a llegar algunos vecinos a estampar sus pensamientos en torno a la figura del primer presidente de la democracia moderna del país.

Este miércoles su cuerpo finalmente abandonará su casa de siempre. A las 11: 15 horas después de una misa exclusivamente familiar comenzará el recorrido que lo llevará hasta el ex Congreso Nacional, donde será velado hasta el próximo viernes, día en que se realicen sus funerales.

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