Los discursos del 21 de mayo tienen algo en común con los conciertos. Uno ya sabe más menos los hits que habrá, pero siempre está la expectativa de alguna sorpresa en el setlist que se salga del libreto. El año pasado el concierto sí tuvo alta expectativa: La banda que acompañó a Bachelet había cambiado sustancialmente, luego del profundo y numeroso cambio de gabinete que había efectuado las semanas previas. Había más morbo periodístico.
El de este sábado no debería traer grandes sorpresas, salvo algunos anuncios fuera de agenda en materia económica que será uno de los focos principales que marquen los ejes del discurso. Es que las cifras macro siguen siendo malas y en medio de tanta reforma estructural el gobierno quiere cuidar la imagen y el prestigio de ser un país con crecimiento sostenido y con bajos índices de desempleo. Más allá de eso también puede haber definiciones más bien en el plano teórico respecto a la reforma laboral, pues La Moneda aún no encuentra el camino para sortear el adverso fallo del Tribunal Constitucional que cortó de raíz la esencia de la reforma con la inconstitucionalidad de la titularidad sindical. En el plano internacional muchos parlamentarios esperan que ocupe el estrado del Congreso Nacional para enviarle algún categórico mensaje al presidente de Bolivia, Evo Morales, quien en las últimas semanas ha emprendido una fuerte arremetida en contra de Chile. En ese plano, no son pocos los que extrañan algún golpe de mesa de la presidenta, aprovechando la tribuna internacional que tendrá este sábado. En el terreno de la seguridad púbica la presidenta podrá poner cheek in a la agenda corta antidelincuencia, pero bajo una lluvia de severas críticas y ataques de fuego amigo, ante la amenaza que hicieran los parlamentarios socialistas de acudir al Tribunal Constitucional. Habrá que ver en qué tono la mandataria defiende el proyecto. En educación, se tendrá que ver el compromiso que pueda hacer en torno a si este año habrá o no nueva ley de educación o nuevamente la gratuidad para 2017 entrará vía glosa presupuestaria.
Pero también más allá de los contenidos, también está la siempre posibilidad de alguna protesta espontánea que aflore desde las tribunas. En La Moneda se mantienen atentos ante alguna eventualidad que podría ser por Chiloé o de los estudiantes o de otras organizaciones sociales. Además, estará la marcha convocada para las afueras del Congreso que lo más seguro terminen contaminando el ceremonial ambiente de los 21 de mayo con olor a lacrimógenas.
Con todo, en La Moneda ya desde el lunes se respiraba 21 de mayo. La presidenta bajó la carga de agendas públicas para centrarse al trabajo del discurso en su despacho presidencial. Reuniones sectoriales, llamadas telefónicas con cada ministerio fueron su principal ocupación durante la semana. Y desde hoy y la concentración es plena. A eso de las 15 horas un helicóptero despegó desde el helipuerto habilitado en la azotea del edificio de la cancillería para trasladar a la jefa de Estado hacia el Palacio de Cerro Castillo en Viña del Mar. Allí, junto a un reducido grupo de asesores, entre los que destaca uno de los principales redactores del texto, Pedro Guell, la jefa de Estado afinará las últimas frases de la alocución que hará al país este sábado a partir de las 9: 30 horas de la mañana.
Este, sin duda, será la última oportunidad de la presidenta para hacer algún anuncio, plantear algún giro, marcar alguna definición. Pues el discurso del próximo año ya sólo será el balance final, a meses de las elecciones y de dejar el cargo. Es quizás una de las últimas oportunidades que tendrá para volver a recuperar la confianza de la ciudadanía, notoriamente esquiva en las encuestas. Son muchas últimas oportunidades que tendrá Bachelet este sábado para volver a tener el control del timón. Ese timón que muchos, incluso en la Nueva Mayoría, sienten que lo perdió, sobre todo tras el estallido del caso Caval.