Por Víctor Hugo Moreno Mayo 16, 2016

De la razón teórica a la razón práctica. Esta es la consigna que, a juicio del académico y principal pensador de la Izquierda Autónoma de Gabriel Boric, Carlos Ruiz, debiesen adoptar las fuerzas sociales en medio de meses clave para la discusión de la reforma educacional. Ruiz sostiene con claridad que habrá que ceder en muchos puntos con tal de conseguir un objetivo: que este año la gratuidad no entre nuevamente por glosa. El sociólogo advierte que el mundo académico ya se está movilizando también, porque observan que pasan los días y la incertidumbre aumenta. Hay cierto nerviosismo sobre lo que pueda pasar. Ruiz también cree que dentro de la discusión de calidad hay que revisar completamente el sistema de acreditación, aunque eso tenga costos cerrando universidades.

¿Cómo analiza el estado actual de las fuerzas sociales y los espacios de influencia que ocupan hoy dentro de la institucionalidad?

—Hay varios factores. Las partes no se pueden explicar sino es en relación al todo. Las características que adopta la crisis de confianza en la política también influyen en la forma que adoptan las fuerzas sociales, y viceversa. Se produce una situación de vacío político bastante aguda. La desafección con la política se agudiza. La idea de que remonte el prestigio del gobierno son muy básicas: dos puntos en las encuestas y se hace una fiesta. Lo que hay que reconocer es que estamos en los índices más bajos de un gobierno de la transición y es algo de lo cual no se sale. Y además no se ha mostrado la capacidad de poder conducir las reformas.  Miremos el caso de la reforma laboral, que demuestra un gran vacío político y además entra después in Tribunal Constitucional que no es responsable, en todo caso, de lo mala que era la reforma en sí. Y lo que hace es el TC es intervenir políticamente, se supone que es un aparato que no interviene. Es una situación de irracionalidad de poderes muy grande. El proceso constituyente está cayendo ya en un proceso de trivialización democrática con todas las incertezas que lo rodean.

—¿Han logrado madurar los movimientos sociales, tras el 2011 y lograr imponer con más legitimidad sus posturas?

—El gran desafío de las fuerzas sociales no se ha resuelto desde el 2006- 2011. Presentan  todavía un inacabado proceso de constitución política necesaria, que les permita ser fuerzas incidentes en el proceso de transformaciones.  El tema es cómo estas fuerzas logren proyectarse a las situaciones de negociación, a las situaciones de construcción de las reformas. Y no solamente quedar atrapadas en el estado de desarrollo del criticismo. Los movimientos sociales tienen que entender que si las reformas no resultan no es solamente un fracaso de Bachelet, es también un fracaso de ellos y si las reformas son otorgadas con las cosas que piden los movimientos sociales tampoco es un regalo que les llegó de Palacio. Es algo que lograron.

—El gobierno de Bachelet recogió gran parte de las demandas que actualmente están en el programa, ¿por qué ahora entonces el movimiento social no es capaz de dar ese salto que usted plantea?

A nivel sustantivo el cuadro político todavía no cambia. La capacidad de renovar la política todavía no se gesta y además la política no te va a hacer un espacio y te va a celebrar que entren a sacudirla y a cambiarle los términos, porque la política para que las nuevas fuerzas sociales logren transformarla tiene que instalar la legitimidad de la representación política de nuevos integrantes que hasta ahora han estado excluidos. Y  eso  lo vemos ahora con la reforma laboral, educacional e incluso la tributaria. La verdad es que esto hasta ahora ha sido una estafa. No le veo nada de nuevo a la Nueva Mayoría, ahora tampoco las fuerzas que están pujando han logrado cambiar esta situación.  Se los decía a un grupo de dirigentes estudiantiles, después del 2011 trataron de cerrar la puerta diciéndoles: quédense tranquilos nosotros acogimos sus demandas y hubo una fuerza en que trataron (las autoridades) de meter la pata en la puerta. La pata la siguen apretando, el problema es meter el codo y empezar a abrir la puerta nuevamente y eso qué significa: tener la capacidad de entrar en las discusiones de las negociaciones la capacidad de procesamiento programático que tiene la política con una concepción de desarrollo.

—¿Cómo debiese actuar, entonces, el movimiento estudiantil para abrir esa puerta?

En el plano educacional no me puedo solo parar y movilizarme para que la transformación educacional tenga un estatus constitucional- estoy de acuerdo con eso, a eso hay que llegar- pero decir: no voy a negociar con el gobierno hasta que no me conceda esto, entonces no vamos a lograr nada. En este rato me puedo movilizar y por lo menos sacar de glosa presupuestaria el cambio educacional y pasarlo -aunque sea- a proyecto de ley, uno que se pueda discutir, donde el movimiento estudiantil vuelva a dialogar con el ministerio, a discutir con los parlamentarios que se vuelvan a abordar todos estos procesos es fundamental. Para obtener dos o cuatro puntos los que puedan establecer las fuerzas sociales posiblemente va a tener que firmar 3 o 4 cosas que odia: es la política. Pero con maximalismo en este rato lo más probable es que te quedes sin reforma, sin nada.

—¿Cómo se ha estado evaluando en el mundo académico el proceso de la reforma de gratuidad?

-En el mundo académico hay una visión muy poco satisfactoria de los cambios que se han hecho, y no hablo ahora desde el estamento estudiantil. Hay una reanimación de malestares. Se da una paradoja con la gratuidad, porque terminó financiando a aquellos estamentos de peor calidad. Incluso hay universidades privadas que tienen cierta calidad que salieron perjudicadas, entonces, qué estamos haciendo. Si se mira desde un punto de vista político perverso, es la única manera que se puede entender el proyecto de gratuidad: puso a pelear familias contra familias, rectores contra rectores. No hay ningún chileno que pueda aplaudir eso. A menos que alguien quiera educación cara y mala.

—¿Cómo ha visto el actuar del gobierno en todo este proceso?

El mismo día que el ministro Eyzaguirre dice que el tiempo de las reformas terminaron la ministra Delpiano dice que la reforma educacional estaba pendiente. La pregunta es ¿quién es el gobierno?: vacío político.

El emplazamiento a las Ues estatales.

Ruiz hace un emplazamiento a todas las universidades del Estado. A que aquellas que están pidiendo más compromiso del Estado demuestren que son universidades de bien público. Además, cree que la Universidad de Chile, su propia casa de estudios, tiene el deber  de acoger a alumnos que eventualmente queden en la calle en el caso que se cierren más universidades. Para el docente es una labor que no puede ni siquiera estar en discusión.

—En medio de la discusión de calidad, ¿cómo se puede garantizar la calidad de los planteles?

Hace falta una reingeniería completa de los mecanismos de acreditación. En un proceso de reformas y transformación progresivo va ser necesario anular, suprimir todo aquello que no tiene calidad para obtener titulaciones, porque no te vas a dejar meter a un quirófano con un cirujano que no sabes de dónde viene. Acá es donde el Estado se va a tener que hacer cargo de cargar el peso de la transformación progresiva. Por ejemplo, tienes universidades como la del Mar u otras más del Mar que vayan a ser eventualmente cerradas, esa gente no puede quedarse en la calle. El Estado tiene que hacerse cargo con sus universidades estatales, como ésta: la Universidad de Chile que debería acoger a esos estudiantes. Es un problema complejo a nivel institucional, pero deberíamos tener la capacidad de hacerlo y de plantearse ese tema.

—¿Se corre el riesgo de que entren menos recursos a la universidades tal como se está concibiendo la gratuidad?

No hay capacidad de proyección de las instituciones. Además se está a expensas de una discusión presupuestaria total, por los ingresos. Lo que se observa es una inestabilidad total de las condiciones de desarrollo de la educación superior en Chile que es una política de antidesarrollo. No es casual que este malestar se empiece a encubar en las capas docentes y académicas y empiece a reventar en instituciones como Fonecyt, porque las políticas de investigación también comienzan a ser cuestionadas y a sufrir crisis de legitimación.

—¿Confía en que habrá ley este año?

Tengo la impresión que la ministra ha dado voces de que las puertas no están totalmente cerradas. Lo he planteado así ante los dirigentes estudiantiles y ante los académicos. Tenemos que pasar de la razón pura a la razón práctica. Esto también es un hueso duro de masticar no solo para los movimientos estudiantiles, sino también para los académicos. Es que la expectativa que se generó en este gobierno, que se iba a hacer una reforma mucho más sustantiva de lo que se ha terminado haciendo generó una confusión gigantesca y hubo muchas esperanzas en Bachelet, pero el gobierno ya se acaba.  Me parece también que las universidades estatales que le piden al Estado que tengan más compromiso con sus instituciones tienen que demostrar también que lo que hacen es un bien público. Porque sino la ciudadanía no entiende por qué hay que darle más plata a nadie, porque sino todos pelean por la plata y quedamos todos prisioneros por la pelea de la piñata. El debate está corriendo en las universidades.

—Y ¿el desafío del movimiento estudiantil?

El movimiento estudiantil es una de las fuerzas sociales más maduras y tiene que demostrarlo ahora. Tiene que demostrar que tiene vocación transformadora, genuina. No es el dueño de la situación, por supuesto. El movimiento debe hacer todo lo posible por dialogar y proponer.

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