La primera gira presidencial al exterior que realizaría la presidenta Michelle Bachelet iba a ser a Argentina el 15 de abril de 2014. Estaba todo programado para esa fecha, pero ocurrió un imprevisto. Días antes en Valparaíso se producía uno de los incendios más grandes que recordara la ciudad. La presidenta ante la gravedad de la crisis decidió suspender la visita e ir a los cerros del puerto para ver en terreno la situación. Así ocurrió también en abril del año pasado donde la jefa de Estado canceló la gira por Ecuador y Panamá debido al fuerte temporal que azotó por esas fechas al norte del país. También estuvo en terreno.
Las giras presidenciales se pueden cancelar. Siempre está la posibilidad de una representación nacional brindada, por ejemplo, por el canciller. Cada caso se analiza y la presidenta en ocasiones ha decidido quedarse en suelo nacional para abordar alguna crisis. Esta vez la opción fue continuar con la agenda internacional y asistir a la vista de Estado a Suecia y al llamado Chile Day en Londres, pese al conflicto que existe en el sur del país ante la oleada de protestas sociales a causa de la marea roja en la Región de Los Lagos.
En las giras por lo general se van a cerrar a acuerdos de diversa índole, pero también a buscar oportunidades, sobre todo de inversión económica. Para el analista internacional Guillermo Holzmann la presencia física de Bachelet en el Chile Day es necesaria: “La presencia de Bachelet por ejemplo en el Chile Day es importante y tiene mucho que ver con su rol en ONU Mujeres. Ella cuenta con redes importantes que solamente pueden ser movidas personalmente. Es ahí donde está el valor y la ponderación que hace el gobierno respecto del tema Chiloé, que más allá de su gravedad no lo ven como un elemento desestabilizador de la democracia ni de su gobierno y asumió que no era necesario un cambio para la gira”, afirma. Para el analista este evento que se realiza una vez al año es de gran trascendencia para buscar inversiones, y es ahí donde Bachelet juega un rol clave para atraer capitales foráneos.
El académico, eso sí, advierte que en el caso de que el conflicto de Chiloé escale sí puede pasarle la cuenta a su imagen: “Si el conflicto de Chiloé escala más de lo necesario seguramente ella podría tener un costo político por haber estado afuera del país. Lo que se puede asumir es que si ella se hubiese quedado se podrían haber tomado decisiones distintas para que el conflicto no creciera”.
Más crítico en el análisis es el Director del Magíster en Comunicación Estratégica de la UAI, Juan Cristóbal Portales. Si bien coincide en la importancia de las giras al extranjero, sostiene que esta vez debería haber ponderado mejor las circunstancias: “Las giras sirven, lo cuestionable son las prioridades de la presidenta y el ejecutivo. En medio de una crisis ambiental, económica y política de magnitud como la de Chiloé, enfrentada de forma reactiva, poco coordinada y errática desde el gobierno, con posibles ramificaciones y escalada de demandas en otros actores sociales. Lo lógico sería contar con un liderazgo efectivo, presidencial que aclare, guíe y no evada, como ha sido la tónica hasta ahora”.
Portales, eso sí, cuestiona el manejo en general de crisis que presenta no sólo Bachelet sino también el gobierno: “Hay una permanente mala lectura y simplificación del análisis del entorno actual y los incentivos que mueven a los diversos grupos ciudadanos y actores en general, la estrategia y acciones del gobierno se limitan a apagar incendios y recibir pautas y recomendaciones permanentes de qué hacer y cómo hacerlo. Y como a la presidenta no le gusta ser y aparecer pauteada, evade”.
Con todo, las giras son parte de la diplomacia internacional que ayudan a un país a mantener presencia el exterior. Pero sobre todo en su gran mayoría apuntan hacia temas comerciales, con reuniones sociales y de trabajo con empresarios e inversionistas. En muchos de esos encuentros, a veces distendidos en cenas o almuerzos, a veces resulta una oportunidad. Esta vez la presidenta decidió viajar y monitorear a distancia el conflicto de Chiloé. Si se hubiese quedado, se habría visto casi en la obligación de acudir a la zona, quizás con mayores costos mediáticos que el haber estado una semana en Europa.