Una hoja blanca tamaño carta con la palabra “rectoría” —escrita en letra Calibri, en negrita— es el único indicio de que la pequeña sala del piso 17 del edificio de Servicios Centrales de la Universidad de Chile es hoy la oficina del rector Ennio Vivaldi, desde que los alumnos se tomaron la Casa Central.
Se ve cansado. En su rostro las ojeras son profundas. Porque desde que el jueves 30 de junio representantes del Mineduc se reunieron con los rectores de las universidades estatales en Talca para mostrarles una presentación con los principales puntos del proyecto de reforma a la educación superior, que ingresó este lunes al Congreso, Vivaldi no ha parado. “Tuvimos que reaccionar de forma vigorosa. El reforzamiento de la educación pública no aparecía por ninguna parte y esta no iba a ser la derrota de todos los años: esta puede ser definitiva”, dice después de vivir días agitados, donde no ha tenido respiro, ni el tiempo necesario para digerir y profundizar en las 174 páginas que contiene el proyecto enviado al Parlamento.
Cansado, pero también incómodo. No sólo porque está fuera de su oficina, también, según dice, por un ambiente social crispado, polarizado. “Sobre la racionalidad están primando el descontento y la rabia. Hoy los movimientos están dejando de lado sus objetivos y el cómo obtenerlos. Ni siquiera queremos hacernos cargo de los éxitos, menos de medir si los esfuerzos están dando frutos”, explica.
“Imaginen que la ley terminara consolidando todo lo malo del sistema, que es el gran temor de las universidades estatales. Si los estudiantes no entran a plantearse metas objetivas, entran a cuestionar los 11 años de movimiento”.
—Esa polarización de las posiciones, ¿ha hecho que baje el nivel de la discusión? El martes uno escuchaba a los voceros de la Confech decir que el actual Congreso no cuenta con la legitimidad para aprobar o rechazar el proyecto de educación superior. ¿Siente que el movimiento estudiantil ha perdido el foco?
—Es que eso es más grave. No pueden cuestionar la institucionalidad del país. Ahora, prefiero ser optimista y pensar que están a punto de recuperar el foco. Se están dando condiciones para que recapaciten y tomen conciencia de que pueden obtener cosas.
—¿Por qué?
—Porque acá hay una historia que parte el 2006 con este movimiento estudiantil que va a la calle, genera un discurso, se gana la simpatía de la población. Y la gran pregunta es si estos once años de lucha sirvieron para algo o no. Si no eres capaz de lograr articular algo que te permita decir “sí, estos esfuerzos tuvieron tal resultado”, te quedas con la idea de que el movimiento estudiantil hizo todos estos desórdenes para nada.
—Ahora se tiene que confirmar el resultado.
—La responsabilidad también está en ellos. Imaginen que la ley terminara consolidando todo lo malo del sistema, que es el gran temor de las universidades estatales. Si los estudiantes no entran a plantearse metas objetivas, entran a cuestionar los 11 años de movimiento
—¿Existe ese riesgo?
—Por supuesto.
PROBLEMAS CON EL POWERPOINT
El jueves de la semana pasada se celebró en Talca una reunión donde representantes del Ministerio de Educación mostraron una presentación a los rectores de las universidades estatales sobre el proyecto que estaba por ingresar al Parlamento. Según cuenta el mismo Vivaldi, el resultado los dejó en shock.
—Fue devastador ver el PowerPoint que nos mostraron en Talca, porque en él no existían las universidades estatales. Los rectores hemos sido derrotados varias veces desde los 90. Cada año nos preguntamos, ¿va a pasar algo con las universidades estatales?, ¿se volverá a interesar el Estado en nosotros? Y siempre la misma frustración, porque no pasa nada. Pero esta vez nos dimos cuenta de que esta no iba a ser una derrota anual más, sino que podía ser definitiva y por décadas. Si entramos a institucionalizar esto, ya nunca más vamos a poder cuestionar el sistema de financiamiento o la falta de regulación — explica.
—Pero ustedes como Consorcio de universidades del Estado de Chile (CUECh) mandaron una propuesta de reforma al Mineduc, ¿por qué no fue considerada?
—Sobre eso no puedo especular.
—Pero igual vieron cómo venía la mano en la reunión de la semana pasada en Talca.
—Recién ahí. Si nosotros estábamos tranquilos. Habíamos hecho llegar muchos documentos y datos importantes, por eso el shock.
—¿Pero por qué fue tanto el shock?
—No corresponde ser categórico, pero un detalle fue que nos presentaron un PowerPoint. Ahora, qué había detrás de la presentación, no lo sé. Algunos han dicho que no reflejaba realmente la esencia del proyecto, pero nosotros tuvimos que reaccionar ante lo que nos mostraron. Quedamos atónitos porque claramente la preocupación por las estatales no estaba presente.
“Nos dimos cuenta de que esta no iba a ser una derrota anual más, sino que podía ser definitiva y por décadas. Si entramos a institucionalizar esto, ya nunca más vamos a poder cuestionar el sistema de financiamiento o la falta de regulación”.
—¿Siguen preocupados?
—Sí, porque hay medidas que tienden a fortalecer el concepto del mercado en la educación. Hay cosas que son increíbles, como que les darán fondos basales a las universidades privadas para compensar el hecho de que ahora no van a recibir el saldo que les quedaba por cobrar más y que con esa plata financiaban su investigación. Tampoco queda muy claro si se castigará realmente el lucro ni las medidas concretas. Ante la poca atención a las universidades estatales y que, más que modificar, se fortaleciera el actual sistema de financiamiento, estamos muy preocupados.
—¿Están decepcionados del proyecto?
—No necesariamente, porque la ministra Delpiano insiste en que el texto es un punto de partida y que el curso que seguirá depende de lo que pase en el Parlamento.
—Pero igual el proyecto muestra hacia dónde quiere apuntar el gobierno. Si no, entregarían una hoja en blanco.
—Por supuesto, pero más que enfatizar lo bueno y lo malo que hay en el texto, destacaría la oportunidad que tenemos de discutirlo, conversarlo racionalmente y hacer propuestas alternativas cuando corresponda. Esa es la actitud más constructiva.
—Luego de la discusión de la ley de inclusión se llegó al consenso de que lo mejor habría sido partir por la educación pública. ¿El gobierno volvió a cometer el mismo error ahora?
—De repente uno piensa que el gobierno cree que su función es hacer la suma vectorial. Está monseñor Ezzati, por un lado, las universidades por otro, los privados… Pero uno espera del gobierno un pronunciamiento, una toma de posiciones, y una propuesta. Mucho más que una simple suma vectorial de las fuerzas. Lo deseable es que el gobierno hubiera dicho: “Yo, que fui elegido por la mayoría de los chilenos y que ofrecí este programa, propongo esto”.
—Siguiendo esa línea, el martes fue muy significativo el apoyo que tuvieron de muchos parlamentarios oficialistas. ¿Qué expectativas tiene del trámite legislativo?
—Soy optimista en que podremos llegar a conversaciones con el oficialismo y con el resto de las bancadas, porque el objetivo de lo que defendemos, lo público, es la cohesión nacional. En el contexto de la educación pública, usted puede ser más rico, más pobre, católico o ateo, pero aquí estamos todos y somos parte del mismo sistema.
—¿Y las universidades que no son estatales no dan esa oportunidad?
—Tienes que ser pluralista y laico para dar esa oportunidad, si no es difícil. Si a mí alguien me pide que eche a un profesor, afortunadamente no tengo ningún poder sobre eso, porque esta es una universidad a la que uno llega estrictamente por mérito. Si el día de mañana un investigador hace un informe y llama a una conferencia de prensa para hablar de una determinada empresa, yo no le puedo decir ni hacer nada, esa es la universidad pública. Por ejemplo, en la crisis de los salmones, ¿a quién le crees? Si lees un reporte que dice las salmoneras son culpables o inocentes, uno piensa que detrás hay intereses. Las universidades estatales son la instancia que el Estado requiere para que te den garantías.
—Pero, ¿que no haya garantías ni financieras ni conceptuales significa que el gobierno no ha sido capaz de cumplir sus promesas?
—Para esta administración, gobernar ha sido muy difícil. Y en este caso en particular, han tenido que hacer propuestas en medio de las actitudes erizantes de los mismos estudiantes y las comunidades académicas, lo que no ha sido fácil. Yo pondría el énfasis en que es la oportunidad de conversar y sacar adelante un buen proyecto, más que pensar en cuán bien o mal lo han hecho. ¿Pudo ser mejor? Por supuesto. ¿Lo que hay es pésimo? No.
—¿El problema fue que ha habido muchos acontecimientos que han hecho difícil gobernar o que se hizo una promesa demasiado grande con ligereza?
—Cuán grande es la promesa depende de cómo se te da la vida al momento de querer cumplirla. Te puedo prometer algo convencido de que es fácil, y ocurre que después son muchas las dificultades. En el camino te encontraste con Pilar Armanet (rectora de la Universidad de Las Américas) y Hugo Lavados (rector de la Universidad San Sebastián) como contrapartes. Hay grupos económicos muy importantes involucrados, grupos internacionales. A lo mejor puede que las promesas hayan sido desmedidas, pero tampoco se imaginaron con quién se estaban metiendo.
—¿Habla de ingenuidad de parte del gobierno?
—No, sencillamente otra cosa es con guitarra. Quizás no analizaron las dificultades con las que se iban a encontrar. Si me preguntas a mí, un buen ejercicio sería pedir que levantaran la mano aquellos que estaban a favor de que hubiera cambios drásticos en el sistema universitario en Chile. No sé cuántas manos se levantarían. Yo pongo las mías al fuego por las 18 estatales. Al resto hay que preguntarles cómo se sienten: ¿se sienten amenazados?
—¿Cree que otro gobierno de la Nueva Mayoría va a poder cumplir con las expectativas de cambio? ¿O esta es la última oportunidad?
—Si nos ponemos de acuerdo en cómo debe ser la universidad y la educación superior, vamos a haber avanzado mucho, independiente de los problemas presupuestarios. Si tuviera que jerarquizar, la prioridad tendría que ser llegar a un acuerdo sobre qué es una universidad pública y cuál es la responsabilidad del Estado. Eso para mí es tanto o más valioso a que me digan que vamos a tener el doble de presupuesto. Eso sí, estamos en condiciones de hacerlo hoy día, pero si no lo hacemos, la pérdida puede ser muy grande. Sería perder la guerra.
—¿Y si el próximo es un gobierno de centroderecha?
—Si estamos de acuerdo en los grandes principios que tengan que ver con la educación superior y se logra un acuerdo en torno a eso, no debería ser tan relevante qué grupo político está al mando, porque estamos hablando de una cuestión de Estado.
—¿Está en sintonía su visión de un sistema universitario estatal con la del gobierno?
—No lo sabemos, esperamos que sí, porque es una de las cosas que más hemos conversado con ellos. Quizás si el jueves pasado nos hubiesen mostrado una diapositiva más clara, estaríamos más tranquilos. Pero no creo que haya el ánimo de no cumplir con eso.
—¿Estaba mal hecho el PowerPoint?
—Lo que dicen ellos es que el PowerPoint no reflejaba realmente el proyecto.
EL FUTURO DEL CRUCH
—Desde el G9 dicen que el gobierno está tratando de quebrar al CRUCh.
—No sé lo que ocurre en el gobierno, pero no me imagino que definan que las universidades que no sean estatales sean todas consideradas en la misma categoría. Sería absurdo un despropósito de ese tipo.
“El CRUCh es la garantía de que sus miembros no tienen otro propósito que ser universidades, y que por lo mismo podemos confiar en ellos. Son las universidades institucionalmente validadas”.
—Muchos cuestionan su existencia en el mediano plazo.
—A raíz de la total desregulación con la que se amplió la matrícula y la formación de nuevas universidades, el CRUCh es la garantía de que sus miembros no tienen otro propósito que ser universidades, y que por lo mismo podemos confiar en ellos. Son las universidades institucionalmente validadas. En el futuro probablemente va a tener que tener algún mecanismo para incorporar a otras universidades, pero no tenemos ninguna precipitación.
—¿En qué posición queda la Universidad de Chile con el proyecto?
—Creo que estamos frente a una gran oportunidad. Y por eso es que queremos que la universidad entera participe, llevar a cabo una convocatoria que permita proyectar y que permita que la universidad entera se exprese y se identifique solidariamente en esto. Para eso estamos organizando un claustro donde se encontrarán todos los estamentos de la universidad para discutir la reforma.
—¿Cree que se logre la gratuidad universal?
—Es algo que le corresponde al país decidir. En algunas cosas sí puedo ser categórico, como que las universidades estatales tienen que ser gratis para todos, pero cómo se dé la gratuidad va a depender de muchas cosas. ¿Se validan a sí mismas las universidades que tienen gratuidad pero no son del CRUCh? Eso lo veremos en su momento.
—Ahora que el tema de la educación pública logró ser uno de los puntos centrales de la discusión, ¿siente que le terminó ganando el debate a Carlos Peña y a Ignacio Sánchez sobre la definición de educación pública?
—Parece. Esa tarea era difícil para el auditorio en el que estaba, pero era demasiado fácil para el contenido del debate.
—Llegó el momento en que tiene que convencer a los parlamentarios de que defiendan la educación estatal. ¿Tienen un plan para seguir jugando un rol importante en el trámite del proyecto?
—Sí, evidentemente. Esto ha fortalecido mucho al CUECh. Lo que no te mata, te fortalece. El año pasado esa injusticia de que tres estatales iban a quedar afuera de la gratuidad sirvió mucho para fortalecer el ánimo y para que la opinión pública se formara también una idea.
—Este es un punto de quiebre. ¿Cree que van a ganar la guerra?
—Sí, soy optimista.
—¿Pero porque es optimista por naturaleza o porque cree que las cosas tenderán hacia allá?
—Porque es cuestión de ver la reacción que tuvieron los parlamentarios. También creo que los estudiantes van a tener una actitud más reflexiva y propositiva.
—¿Espera conversar con ellos?
—Eso esperamos. Como también esperamos que la próxima reunión sea en una oficina más amplia.