Por Víctor Hugo Moreno, David Muñoz y Juan Andrés Quezada. Agosto 5, 2016

“Si hay una cosa que sé hacer bien, es resolver”. La tarde del miércoles 8 de junio el ministro del Interior, Mario Fernández, llevaba un par de horas investido con el cargo de máximo jefe del gabinete de Michelle Bachelet y la frase sirvió como una presentación formal ante los presidentes de partido de la Nueva Mayoría, quienes venían saliendo de una tormentosa relación con el anterior ministro, Jorge Burgos. En los días y semanas posteriores, el “Peta” se mostró como un ministro “presente” y “disponible” para escuchar y tomar decisiones.

Pero, en los últimos días, varios de los dirigentes que estuvieron en esa reunión le recordaron en privado al titular de Interior aquella promesa inicial. Y se lo enrostraron: “Necesitamos que resuelva”, le pidieron el lunes pasado en el comité político de La Moneda, reunión semanal de los partidos con el gobierno.

Aunque en la cita de este lunes el tema más discutido fue si el gobierno debe impulsar o no una ley corta para resolver el tema de las pensiones, hubo un espacio en el que los dirigentes políticos le pidieron al gobierno tomar decisiones en el corto plazo sobre un cambio de gabinete tan anunciado como esperado. “O se descarta o que se haga algo al respecto”, decía el presidente del Senado, Ricardo Lagos Weber, saliendo de aquella reunión y graficando el fuerte reclamo oficialista.

Lo cierto es que la respuesta de Fernández, en ese mismo encuentro, fue clara y precisa: “Tengo los datos, levanté la información y se la entregué a la Presidenta de la República. Es ella quien decide”, les dijo sin titubear a los dirigentes, como buscando cerrar el tema, aunque no fue lo que ocurrió y todos salieron del salón Entre Patios de La Moneda con gusto a poco.

En el horizonte estaba la interpelación de la ministra de Justicia, Javiera Blanco, y el sentido común aconsejaba esperar al menos ese hito para tomar decisiones. El miércoles el gobierno amaneció con un sabor de boca un poco más dulce, pues si bien la performance de Blanco estuvo a lo menos “acertada” según los análisis oficialistas, el ejercicio produjo una sensación de unidad en un gabinete más acostumbrado a los triunfos individuales que colectivos. La imagen de los ministros del comité político acompañando en la testera a la titular de Justicia sirvió para bajar las tensiones, las que volvieron rápidamente con la posibilidad de una acusación constitucional que ya al finalizar ese día conseguía tantos apoyos como para volverse una amenaza real. Mientras tanto, la presidenta tiene en su escritorio una lista con prácticamente los mismos nombres que los partidos vienen promoviendo en privado por lo menos desde marzo pasado, según revela un alto dirigente oficialista, para ejecutar los esperados cambios que el oficialismo exige.

¿Qué es lo que hace urgente el cambio? Aquí, algunos elementos de una historia con final abierto.

Bacheletista número uno

De nuevo fue su frase de entrada. Conocida su llegada a Interior, a Fernández todas las reseñas lo situaron en el ala más conservadora de la DC y sacaron a relucir su pertenencia al Opus Dei. Fue lo primero que le preguntaron los periodistas en su primera conferencia: ¿qué hará al enfrentar el proyecto de aborto en tres causales del gobierno? Su respuesta sorprendió a moros y cristianos: “Estoy de acuerdo con las iniciativas del gobierno sin ningún doblez, el proyecto enviado por la presidenta de la despenalización del aborto por tres causales muy concretas yo lo suscribo”. El Opus Dei reclamó y también cierto sector de la DC. Para otros, fue la señal más evidente de que Fernández llegaba a La Moneda a restaurar el imperio del bacheletismo puro y duro. Y así ha ocurrido. Internamente restableció los nexos de Interior con el Segundo Piso de La Moneda y ya para nadie es un misterio que existe una relación de complicidad con Ana Lya Uriarte, jefa de gabinete de la mandataria.

Fernández llegó para cumplir los mandatos de la presidenta: hace poco reactivó el proyecto de descentralización y la elección popular de intendentes para 2017, proyecto resistido en el oficialismo y que todos daban por muerto. El “Peta” se propuso sacarlo adelante cueste lo que cueste.

Este nuevo cuadro, que no se daba con Burgos, ha permitido que Fernández lidere el diálogo con los partidos políticos en el proceso de búsqueda de los que podrían ser los protagonistas del acto final del gobierno. En las últimas semanas sus reuniones con dirigentes de la Nueva Mayoría han apuntado hacia allá. El casting estuvo a cargo de Fernández y hasta el lunes estaba todo listo. Por eso su rápida respuesta: “Está todo en manos de la presidenta, ella decide”.

Este fuerte rol hacia adentro no se condice con su relación hacia afuera con los partidos y parlamentarios, quienes reclaman del titular de Interior mayor coordinación y liderazgo político. Además, este retorno del bacheletismo representado por Fernández lo ha alejado de su partido: en la DC no olvidan que en un encuentro con la bancada de diputados les pidió obediencia al gobierno y la Nueva Mayoría y que la DC era el “arroz graneado” de esta coalición.

En la DC los diputados siguen “furiosos” con Fernández por este calificativo. Algunos diputados creen que a Fernández poco le interesa el partido, y que más importante es tratar de ordenar a la coalición. Es decir, coloca a la NM por sobre la DC en orden de prioridades.

El ministro del Interior, Mario Fernández, ha liderado el diálogo con los partidos políticos en el proceso de búsqueda de los que podrían convertirse en nuevos ministros de gobierno para la recta final del mandato. La información ya está en manos de la presidenta Bachelet.

Con el resto de las bancadas parlamentarias y dirigencias, el “Peta” mantiene diálogos y ciertas conversaciones muy cordiales. Quienes han sido convidados a su oficina resaltan su estilo afable y cariñoso, casi paternal. En todos sus encuentros ha transmitido que el éxito del gobierno en su última etapa es clave para la proyección del bloque.

El ministro quiere que los partidos de la NM hagan un esfuerzo para armar una lista única de candidatos a diputado y senador, además de competir con un candidato presidencial único del pacto. Esto, aparentemente, también causa ruido en la DC donde la tesis del “camino propio”, es decir, de llegar con un candidato del partido a primera vuelta, se mantiene.

Todo este rol no es conocido públicamente, lo que se confirma con los análisis de apariciones públicas que manejan en el gobierno y los parlamentarios, quienes se quejan de su silencio y escasa presencia mediática. En La Moneda no evaluaron bien sus dos entrevistas televisivas desde que asumió, en el programa El Informante de TVN y con Tomás Mosciatti, en Mega.

Pese a ello, Fernández tiene en las manos la llave del cambio de gabinete, aunque es un misterio si ese ajuste puede incluir a alguno de sus compañeros más cercanos en el comité político. Es en este punto donde quienes conocen las dinámicas actuales de La Moneda reconocen que se han armado dos bloques que pueden ser clave para los cambios futuros: mientras Fernández ha construido una particular relación con el vocero de gobierno, Marcelo Díaz, también se ha apoyado en las ministras del Trabajo, Ximena Rincón, y de Justicia, Javiera Blanco, todos con una relación más cercana a la presidenta; el ministro de Hacienda, por su parte, ha buscado reforzar sus alianzas fuera de La Moneda, en los ministros sectoriales del Comité de Ministros del Área Económica, como el ministro de Energía, Máximo Pacheco; el ministro de Economía, Luis Felipe Céspedes, y el titular de Transportes, Andrés Gómez-Lobo, todos economistas igual que Valdés. Quien según todas las fuentes consultadas queda al margen de este cuadro es inevitablemente el ministro de la Segpres, Nicolás Eyzaguirre.

¿Educación o Segpres?

“Más que el ministro Segpres, es un ministro de Educación”. Así define a Nicolás Eyzaguirre un parlamentario de gobierno. Se le ha visto muy interesado en el proyecto de educación superior y su mano en la redacción final de la iniciativa fue notoria. Es acaso su influencia más fuerte de las últimas semanas. Ni en el gobierno, ni en la Nueva Mayoría existe una buena evaluación de su labor como ministro de la Segpres. Su partido, el PPD, también está dividido frente a su permanencia en el comité político. Su rol de nexo —y articulador— entre La Moneda y el Congreso es lo que más le cuestionan. No existe un buen diálogo entre Eyzaguirre y los parlamentarios, lo cual se ha reflejado en varios episodios, como la votación de la interpelación a la ministra Javiera Blanco. Sorprendió en La Moneda que se aprobara con votos oficialistas como los de la socialista Maya Fernández o Camila Vallejo (PC), cuando una de las principales tareas del ministro Segpres es alinear y conseguir los votos en el Congreso.

Más que sus atribuciones técnicas, cuestionan que la personalidad del economista y que su carácter temperamental e introvertido no es el idóneo para ese cargo que requiere de mucha negociación política, lo que nunca ha sido su fuerte. Desde afuera, el vicepresidente del PS, Camilo Escalona, afirmó que si Eyzaguirre era ratificado, las bancadas “tendrían que asumir esa realidad”. Desde la Nueva Mayoría le han criticado las “pocas ganas” que le ha puesto a la segunda etapa del proceso constituyente: como botón de muestra, parlamentarios oficialistas reclamaron airadamente a La Moneda cuando hace varias semanas el ministro dio una extensa entrevista en el diario El Mercurio, sin hablar de dicho proceso. El detalle era que el día de la publicación se iniciaban los cabildos provinciales, organizados y promovidos por su cartera. Sus detractores en el oficialismo saben que juega a su favor su cercanía histórica con la presidenta Bachelet, aunque no se sabe si será suficiente. Con quien también cultivó en el pasado un estrecho vínculo fue con el propio Fernández, algo que no ha podido capitalizar en este gobierno.

El malo de la película

El miércoles el ministro Valdés fue invitado al almuerzo de la bancada de diputados de la DC. Fue una cita de trabajo y en el aire se respiraba la tensión instalada por la insinuación de un grupo de esos diputados, liderados por Pablo Lorenzini,de que podrían empujar una inédita interpelación al ministro de Hacienda.

Asistentes al encuentro comentaron que el ministro escuchó en silencio y tomó nota de cada una de las intervenciones de los parlamentarios, y cuando le tocó hablar dijo lo que esperaban que dijera: el gobierno no destinará nuevos recursos para proyectos que estuvieran fuera de lo ya acordado. Para varios, eso significó un cierre total de puertas para avanzar hacia una reforma de las pensiones durante este mandato, tema que la DC tomó como una prioridad de la agenda partidaria para el próximo periodo. La cita sirvió para poner paños fríos a la opción de la interpelación, pues se esperará una sesión especial que se convocó en sala para la próxima semana, con la asistencia de la ministra Rincón y Valdés, y en la cual se abordará el tema pensiones.

Esta amenaza de la bancada DC se suma al historial de enfrentamientos que día a día suma Valdés en el Congreso, en su cruzada por negarse una y otra vez a aquellos que piden recursos adicionales por aquí y por allá.

Su rol del “malo de la película” le está pasando la cuenta y el episodio de enfrentamiento con Camila Vallejo luego que esta presentara una indicación al proyecto de educación pública fue el más tenso de su gestión. Valdés se enojó y resintió fuertemente el episodio.

En La Moneda y fuera de ella dicen que, más allá de estos capítulos, el ministro resintió la salida de Jorge Burgos del gabinete, quien se transformó en su sostén en la cruzada por ponerle “realismo” a la gestión del gobierno.

Este cuadro de soledad se ve alentado por otro factor: su estilo no ha cuajado con el nuevo jefe de gabinete. “Son diferentes”, dice un asesor ministerial sin entrar en detalles. Así las cosas, Valdés ha optado por apoyarse en sus aliados en el Comité de Ministros del área económica, donde sobresale su vínculo de amistad con Pacheco, Céspedes y Gómez-Lobo. Las tareas que tiene por delante serán más complejas: el Presupuesto 2017, en pleno periodo electoral, anticipa que no se le vienen días fáciles al jefe de la billetera fiscal.

Entre ellos sobresale uno: Pacheco cerró hace poco el proceso de licitación del suministro eléctrico con asistencia récord de oferentes. Quienes lo conocen dicen que tras esta notoria gestión en Energía, atrayendo millones y millones de inversión, ha transmitido que está dispuesto a asumir desafíos más políticos. Sus cercanos dicen que le quita el sueño un lugar en el comité político.

¿Dónde está el piloto?

“Hay problemas de gestión evidentes en temas de educación, salud, deportes y seguridad”, dijo Gonzalo Navarrete, presidente del PPD, este lunes en radio Duna, al ser consultado por un eventual cambio de gabinete. Sus palabras revelaron los nudos donde, transversalmente, en el bloque de gobierno sitúan los problemas de gestión que requieren de urgentes cambios a nivel ministerial y de subsecretarías. De ellos, el área más sensible, por su carácter simbólico y donde estuvieron puestas las principales promesas de campaña, sigue siendo Educación. Y es ahí donde las palabras de Navarrete terminaron por confirmar un secreto a voces: el PPD le había quitado el piso político a su militante en la cartera, Adriana Delpiano.

La crítica —a la pasada pero directa— del alcalde de Lo Prado se sumó a los cuestionamientos públicos que distintos militantes de peso del partido comenzaron a hacer a la gestión de Delpiano, los que se intensificaron luego de que le pidiera la renuncia a la —hasta el cierre de esta edición— rectora de la nueva Universidad de Aysén, Roxana Pey, luego de sus críticas al proyecto de reforma a la educación superior.

En La Moneda dicen que el ministro de Hacienda, Rodrigo Valdés, resintió la salida de Jorge Burgos del gabinete. Este cuadro de soledad se ve alentado por otro factor: su estilo no ha cuajado con el nuevo jefe político de los ministros.

La molestia habría comenzado a surgir debido a la indiferencia de Delpiano respecto de los consejos de la mesa del PPD, que le insistió con la inclusión de asesores de perfil político al Mineduc para salir de las crisis. Delpiano hizo oídos sordos y centró su gestión en lo técnico, empoderando a su subsecretaria, Valentina Quiroga, quien incluso ha adquirido más notoriedad que la propia titular de la cartera. La apuesta no ha dado resultados: a las críticas por la accidentada implementación de la gratuidad se sumaron los cuestionamientos al proyecto de reforma a la educación superior, que no dejó a ningún actor conforme. En primer lugar, porque según el complejo mecanismo que dispone la ley, la promesa de la gratuidad universal no se alcanzaría antes de 30 años, por lo que mientras se van a mantener los créditos y becas actuales, incluyendo el Crédito con Aval del Estado.

“En el Mineduc se ve con una claridad impresionante la falta de conducción total de la presidenta Bachelet. Si hay un lugar donde uno se pregunta, ¿dónde está el piloto?, es acá”, sentencia el diputado Jaime Bellolio (UDI).

Blanco de acusaciones

Aunque alojó en Valparaíso tras la interpelación del martes en el Congreso, la ministra Blanco estaba a primera hora del miércoles en su despacho en el gabinete ministerial ubicado frente al ala nororiente de La Moneda. Desde allí comenzó a monitorear la nueva ola que se le viene: la acusación constitucional iniciada tímidamente por el diputado René Saffirio fue sumando apoyos después del ejercicio de interpelación.

El análisis que hacen los más cercanos es que la interpelación logró “afirmar” a la ministra en el gabinete bacheletista y que, si existen cambios, está la posibilidad de que cambie de ministerio, pero que no salga del equipo de ministros.

La misión del gabinete será ahora conseguir bloquear el libelo acusatorio para evitar que Blanco corra la suerte de Yasna Provoste, quien fue destituida del Ministerio de Educación en el primer mandato de Bachelet. La pregunta es ¿estará a la altura el equipo o habrá cambios antes de este desafío final?
El final, una vez más, está por escribirse.

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