Cada vez más categórico respecto a su balance del gobierno de Michelle Bachelet, está el ex Presidente Sebastián Piñera. Errores en la lectura del país, de diseño de las reformas y su implementación hacen parte de su aguda crítica. Si bien no es siquiera un precandidato presidencial actúa como tal, o con la obligación, como el mismo dice, de pensar el devenir y futuro del país como un ex mandatario tiene que hacerlo.
Tras realizar una gira por el país el ex presidente dice en Pulso haber tenido muchas conversaciones con ciudadanos, incluso en situación de calle, “la gente tiene mucho que decir, mucho que expresar”, asegura. Entre sus diálogos dijo haberse sentido conmovido con la situación que se vive en La Araucanía, donde asegura que existe terrorismo. “Hay que estar allá para entender cómo se sienten desprotegidos y en ciertas formas abandonados. Las personas que sufren todo el día el terrorismo y que piensan que el Estado y el gobierno no los comprenden”.
¿El gobierno no logra captar el problema en La Araucanía?
-No hay una apreciación correcta de lo que está pasando en La Araucanía. Es una región maravillosa, llena de oportunidades, pero tremendamente empobrecida. Hoy día el terrorismo en La Araucanía, la violencia desatada, la falta de Estado de derecho, el sentimiento de indefensión total de la gente, le está causando un daño gigantesco, porque la deprime en sus posibilidades de inversión, de crecimiento y con mucha razón le piden al Estado que cumplan su función de hacer respetar la ley y no permitir que un puñado de terroristas sienta que puede destruir toda una región, con total impunidad.
A propósito de la pobreza que hablaba en La Araucanía, el relato y el diagnóstico de la Presidenta Michelle Bachelet fue la desigualdad, ¿Comparte cómo se ha abordado?
-La Presidenta Bachelet y su gobierno, sin poner en duda sus buenas intenciones, equivocó el camino desde el primer día. Partió con un diagnóstico equivocado que lo podemos simbolizar en la cultura de la retroexcavadora, pensar de que había que destruir todo lo que juntos, con tanto esfuerzo y éxito habíamos construido, para empezar de cero. Aplicó una ideología equivocada, en lugar de promover la iniciativa, el emprendimiento, ha creado un Estado todopoderoso que ahoga, que asfixia. Ha aplicado reformas muy mal planificadas y muy mal implementadas, hoy eso ya no lo discute nadie. Hago este diagnóstico por dos razones. Primero, porque creo en él, pero segundo, porque hay evidencias muy grandes: los resultados de este gobierno han sido extraordinariamente pobres, cada día crecemos menos, creamos menos empleos, los salarios se estancan, la delincuencia está desbordada, la calidad de la salud está en total crisis, la educación está estancada y podríamos seguir,
¿Qué debería hacer un Presidente?
- Escuchar a la gente, entender a la gente, rectificar, corregir errores, recuperar el camino y la senda del progreso y el desarrollo, ¿qué hace este gobierno? Justo lo contrario, insiste con una porfía contumaz, en un camino equivocado, que produce muy malos resultados, avanza sin escuchar a la gente y se choca una y otra vez contra la pared.
Pero, hay reformas en curso, ¿qué se hace?, ¿se deben frenar, echar marcha atrás, acotar la agenda?
-Obviamente que lo que no debemos hacer es traer una nueva retroexcavadora y barrer con todo, pero sí creo que las grandes reformas estructurales, lo que este gobierno llama la obra gruesa, tienen fallas estructurales que no podemos desconocer. Pero no hay que echar abajo lo ya avanzado, pero si corregir esas fallas estructurales y reorientar esas reformas en la dirección correcta.
No obstante, la reforma educacional o lo que se está discutiendo hoy con el sistema de pensiones vienen del sentir ciudadano, de manifestaciones en la calle, ¿ Se está interpretando mal lo que está pidiendo la gente?
-El gobierno leyó mal lo que la gente quería. Una cosa es la voz de la calle que normalmente es vociferante, extremista, que no respeta a nada ni a nadie, que recurre a la violencia, y otra cosa es la voz de la gente que es mucho más serena, más profunda, más madura. Hoy día Chile cambió, tenemos un país distinto, Chile es un país de clase media, que es la clase dominante, igual como lo fue el proletariado, desde el punto de vista expresión social en el siglo pasado.
Y ¿qué quiere esa clase media?
-No quiere que el Estado lo intervenga, lo conduzca, lo dirija y lo transforme en súbdito. Quiere más libertad, poder tomar sus propias decisiones, ser los arquitectos de sus propia vidas, quiere más oportunidades. Ellos saben muy bien que gracias a su esfuerzo, a su trabajo y a su mérito, están donde están, y por eso han logrado progresar. Por ejemplo, que el 70% de los jóvenes que está en la educación superior sea primera generación refleja esa nueva sociedad. Quieren no solamente más oportunidades para poder desarrollar sus talentos y progresar, también quieren seguridades, tener seguridad de que una catástrofe no los va a derrumbar o destruir que, por ejemplo, si pierden la pega no se les va a venir todo lo que han logrado al suelo, que si se enferman no van a ver destruidas sus vidas, que cuando lleguen a la tercera edad van a tener una pensión digna, que van a tener seguridad para poder disfrutar de sus vidas de las calles, de las plazas, de los parques. Pero además, de más oportunidades, más libertad y más seguridades, también hay una fuerte demanda por una sociedad más respetuosa, que realmente no tolere ni los privilegios ni los abusos,
Pero, ¿cómo se hace?
-Un futuro gobierno tiene que hacerse cargo de esas demandas y para eso sin duda, entre muchas otras cosas, se va a requerir, recuperar la capacidad de crecer. El crecimiento trae oportunidades, crea empleo, mejora los salarios, aumenta los recursos fiscales para atender el gasto social. Se requiere sin duda hacer un esfuerzo copernicano en materia de salud, porque la salud hoy día está en una crisis casi terminal. En la calidad de la educación, con este nivel de educación Chile no va a poder ser un protagonista en la nueva sociedad del conocimiento y la información. Se requiere mejorar las pensiones, ahí hay una clara demanda de la sociedad. Se requiere combatir la delincuencia con una voluntad y una determinación mucho más fuerte y clara que la que tenemos hoy día. Esos son los pilares a mí. .
Para usted, ¿el crecimiento lo es todo?
-Por supuesto que no. Cuando uno habla que queremos que Chile sea un país desarrollado, no es solamente que lleguemos a un ingreso per cápita de US$25 mil, ese es número, detrás de eso queremos un país con una buena democracia, con buenas instituciones, en que se respete el Estado de derecho, en que la gente pueda vivir en paz y sin temor frente a la delincuencia, en que todos tengan acceso a salud y educación de calidad, eso es lo que yo denomino desarrollo. Pero no hay desarrollo posible si no logramos que nuestro país recupere su capacidad de emprender, de crecer, de avanzar, de generar más oportunidades y más seguridades y por eso este progresismo sin progreso que es lo que hemos tenido en los últimos tiempos, es un camino tremendamente equivocado y los chilenos se dieron cuenta muy temprano. Esa misma mayoría que eligió a la Presidenta Bachelet al poco tiempo se dio cuenta de que la habían engañado, y por eso el gobierno hoy día tiene una aprobación extraordinariamente baja.
Pero, ¿no considera que hubo factores internacionales que impidieron que el gobierno llevara a cabo el programa como hubiera querido?
-Tampoco es bueno echarle siempre la culpa al empedrado. Lo que Chile perdió por menor precio del cobre, se ha visto compensado íntegramente por menor precio del petróleo. En consecuencia, si sumamos y restamos, la economía internacional o los términos de intercambio para Chile no se han deteriorado y por tanto, esto de echarle siempre la culpa a la economía mundial es un error. El grueso de las causas del estancamiento de la sociedad y la economía chilena, en todos los frentes, es producto de un mal gobierno, que está conduciendo a Chile por un camino equivocado que está implementando reformas mal pensadas, mal diseñadas, y ahí están los resultados, y ahí está la evaluación que la gente hace del actual gobierno.
¿Contribuye a estas reformas tan agresivas que se pretenden implementar, que los períodos presidenciales sean muy cortos?, ¿Estaría dispuesto de llegar a ser Presidente a discutir una agenda para modificar los períodos presidenciales?
-En materia de períodos presidenciales en Chile, hemos improvisado demasiado. Desde que recuperamos la democracia hemos tenido períodos presidenciales, de seis, cuatro años… a veces cuatro años es mucho para un mal Presidente y poco para un buen Presidente, pero lo que sí quiero decir es que cuando uno tiene un período de cuatro años, si bien no tiene todo el tiempo para hacer todo lo que quisiera si es bueno desde el punto de vista del sentido de urgencia. El actual gobierno no se fija metas, ¿hay metas de crecimiento?, ¿hay metas de creación de empleos?, ¿hay metas de reducción de la pobreza?, ¿hay metas de cuándo va a terminar la reconstrucción de terremoto de Tocopilla o de Coquimbo? Un gobierno sin metas es un gobierno que muchas veces se queda atrapado en sus propias contradicciones, en sus propias divisiones, que es lo que está ocurriendo al gobierno de la Nueva Mayoría.
Más allá de las reformas estructurales, también hay una “agenda valórica”, ¿esos proyectos deben seguir siendo una prioridad?
-La agenda valórica es muy importante en una sociedad, no sólo de pan vive el hombre. Es muy importante que los discutamos con altura de miras y sin tabúes. Soy un gran creyente y partidario de la libertad, pero la libertad de todos, no solamente de algunos. A veces los gobiernos por defender la libertad de pequeños grupos de presión, compromete la libertad de las grandes mayorías.