Por M. Eugenia Fernández G. Febrero 10, 2017

Muchos le atribuyen a Juan Carvajal el altísimo 78% de respaldo, según la encuesta CEP, con que Michelle Bachelet terminó su primer gobierno.
Al director de la Secom durante el primer gobierno de Michelle Bachelet también se le concede el que el punto más bajo haya llegado al 39% en esos cuatro años, número que ahora se ve lejano. Y se ve lejano desde febrero de 2015, cuando irrumpió el caso Caval, desplomando los niveles de respaldo a La Moneda bajo el 30%. Hoy, debido a su criticada gestión frente a los incendios forestales, las encuestas dan un 20% de adhesión a la presidenta y al gobierno. Panorama complejo para el inicio del último año de gobierno, que culmina con elecciones presidenciales y parlamentarias. “Será un año difícil”, dice Carvajal.

No es primera vez que el periodista manifiesta una visión crítica de la gestión política y comunicacional de esta administración. Pero esta vez plantea la interrogante respecto de la herencia de este gobierno, y afirma que aún no se ve un sello por el cual se le identifique en el futuro. Algo así como que a Bachelet I se le recuerda por la reforma previsional, a Ricardo Lagos por los avances en infraestructura, pero no hay claridad sobre Bachelet II.

Militante socialista y exiliado en la RDA —al igual que la mandataria—, el hoy asesor sénior de Imaginacción, la consultora del ex ministro Enrique Correa, dice ver muchas diferencias entre la época del 78% y ahora.

“Hay que preocuparse de cuál es el sello que puede transformarse en un recordatorio en el tiempo. La reforma educacional era la gran apuesta, pero lamentablemente va a quedar a medio andar”.

—Se construyó un equipo con un criterio bien distinto. Hace mucho rato que debió haber una inflexión importante, cambios sustantivos en términos de personas, de conducción, lo que no ocurrió. Toda la estructura comunicacional ha estado muy sumergida y dependiente de la política. Hay una lógica estratégica totalmente distinta.

—¿A qué responde eso?
—A que se asumió pensando que había condiciones distintas de correlación de fuerzas. Hubo una lectura de la realidad equivocada, se olvidó que Chile es un país de una gran clase media. Eso ha influido en que grandes sectores ciudadanos no se sientan representados con temáticas y cambios que objetivamente quieren… la gran pregunta es cómo y cuándo los quieren, y con qué ritmo.

—Y respecto de la presidenta, ¿qué diferencia ve?
—Eso sería especulación. Conozco a la presidenta, sé de su energía y convicciones e imagino que las mantiene.

—La mala evaluación del gobierno en el manejo de este incendio, ¿le va a repercutir durante todo el año?
—Está por verse cuál será la evaluación definitiva. Todo indica que el gobierno desplegó las fuerzas y medios de que dispone. Sin embargo, la percepción ciudadana registra un montón de falencias relacionadas con la capacidad de respuesta que tiene Chile frente a estas situaciones límite. Ahora viene la reconstrucción y veremos si el gobierno logra matizar esa opinión ciudadana que se ha mostrado esquiva y distante de su gestión.

—¿Ve posibilidad de remontar en 2017 la baja adhesión que comenzó con el caso Caval?
—Es difícil remontar una evaluación tan baja. Es probable que si no hay mayores tragedias, tienda a estabilizarse en algún punto superior al de hoy, pero no creo que sea sustantiva el alza que tenga el gobierno este año.

—¿Podría llegar al 30%?
—Un 30% no es un éxito para ningún gobierno. En el primer gobierno de Bachelet, el punto más bajo fue de 38%: la Concertación pensaba que era una muy mala evaluación. Se va a tender a estabilizar, pero no va a subir sustantivamente porque las presidenciales se tomaron el escenario político y situaron en un segundo plano al gobierno.

—¿Cómo se navega en este último año de gobierno con este bajo nivel de apoyo?
—El gobierno ha estado preocupado de cumplir con su programa, y ha apostado a que, en la medida que su cumplimiento vaya consolidándose, repercuta en la adhesión ciudadana. No ha sido así y claramente fue una equivocada estrategia. En un año no se van a concretar todas las reformas como se esperaba para que la ciudadanía reaccione, y es un mito que los gobiernos son evaluados por las grandes reformas, si estas no se concretan adecuadamente y de forma percibible por las grandes mayorías.

—¿Ve que en La Moneda se cambie esta percepción?
—No veo mayores transformaciones este año, creo que la presidenta está convencida de lo que está haciendo, como lo dejó en evidencia con el último cambio de gabinete.

—Y si es una percepción equivocada, ¿por qué el equipo político no ha logrado matizarla o cambiarla?
—Si hay un periodo en este gobierno en que el equipo político está cohesionado en torno a la figura presidencial, es precisamente este. Es difícil distinguir entre una cosa y otra. Este equipo está ordenado bajo la conducción de la presidenta, funciona con la lógica y las ideas que abriga la presidenta.

—Esta concepción parte de la base de dar la espalda a las encuestas. ¿Cuán perjudicial es eso?
—En el mundo moderno las encuestas juegan un rol, reflejan en gran medida lo que piensa la ciudadanía y son como una brújula que indica si el curso de un proceso es percibido en la misma dimensión de lo que se quiso proyectar.

Un gobierno debe tener muy presentes los estudios de opinión y las tendencias que se van configurando en la sociedad. No se trata de gobernar en función del estado de la opinión pública, pero no se puede hacer lo contrario. Hay muchas políticas públicas que no tienen apoyo mayoritario y que, si son vitales para el desarrollo de una nación, el líder debe asumirlas con valentía. Pero, simultáneamente, hay que buscar una sintonía entre gobierno y opinión pública, ese debe ser el norte que inspire a toda conducción gubernamental.

la importancia de un hito

—¿Cómo cree que será recordado este segundo gobierno de Bachelet?
—Si la reforma a la educación hubiese terminado bien consolidada, cosa que no va a ocurrir, podría haber sido un símbolo. Por ejemplo, respecto del gobierno de Lagos, la gente tiene claridad de que las grandes carreteras fueron obra suya. Yo no veo ese hito histórico por el cual, hasta el momento, se pueda recordar a este gobierno.

—¿Por qué es relevante que un gobierno tenga un recordatorio, un sello?
—Porque, para parafrasear su pregunta, sería lamentable buscar y pretender que un gobierno tenga un mal recordatorio, como ocurrió con la dictadura de Pinochet. Cada gobernante quiere instalar una semilla en una nación y proyectarla en el tiempo para que dé los frutos que aporten al avance de su país. Por ejemplo, al presidente Frei Montalva se le recuerda por la reforma agraria, al presidente Allende por la nacionalización del cobre, al presidente Aylwin por la recuperación de la democracia, al presidente Frei Ruiz-Tagle por haber abierto nuestra economía al mundo, al presidente Lagos por los avances en infraestructura. En el primer gobierno de la presidenta Bachelet, fue su reforma previsional.

—¿Por qué, en su opinión, en este gobierno no se generó ese hito histórico? ¿Hubo mucha ambición en el programa o sencillamente nunca se planteó uno?
—Me parece que el programa de este gobierno estaba lleno de contenidos trascendentes, simbólicos y necesarios para Chile. Otra cosa es lo que ha acontecido con la implementación de estas reformas, sobre lo cual mucho se ha dicho y escrito. Pero, en un resumen simple, basta decir que en su gran mayoría están inconclusas.

—Para remontar esta baja adhesión, ¿en qué se debe enfocar La Moneda este año?
—Hay que preocuparse de cuál es el sello que puede transformarse en un recordatorio en el tiempo. La reforma educacional era la gran apuesta, pero lamentablemente va a quedar a medio andar. Los gobiernos siempre tienen que optar por el camino del realismo. En los meses que quedan, las cosas planteadas deberían ser las que tengan mayor posibilidad de concreción.

—¿Y cuál sería un sello, si no es la reforma educacional? ¿Reactivar la economía? ¿La ley de aborto?
—Curiosamente, la única reforma completa que se ha hecho, que tiene plena aplicación y fue lograda con el concurso de todas las fuerzas del país, no ha tenido difusión. Me refiero al fin del sistema binominal, que era uno de los últimos enclaves de la dictadura, y que permitirá que representantes que no provengan de grandes coaliciones sean elegidos. Alguien dirá que esta reforma es política, sin embargo, es un cargo simbólico y práctico, que ha puesto al desarrollo del país en una dimensión distinta y que consolida la democracia. No creo equivocarme si digo que la gran mayoría ciudadana no debe estar informada de que esto ocurrió ni de qué significa. Por cierto, esto es un garrafal error político y comunicacional.

—¿Cree que con un 20% de aprobación este gobierno puede terminar siendo un lastre para el candidato presidencial de la Nueva Mayoría?
—Nunca ha habido relación exacta entre el estado de la opinión pública con el resultado electoral. El mejor ejemplo es que Bachelet terminó su primer gobierno con un 83% de adhesión y Eduardo Frei perdió la elección. Así que está por verse lo que suceda en la presidencial.

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