Por Víctor Hugo Moreno // Fotos: Víctor Ruíz Marzo 17, 2017

Juan Carlos “Palta” Meléndez hace un alto en la entrevista, después de haber hecho una elaborada argumentación política acerca de temas propios de un candidato. Hablaba con total empoderamiento, como si fuera un político más, sobre salud y educación. Pero en un momento baja el tono para hacer una ironía, transportándose a su rol de imitador. Y comienza a aflorar una entonación lenta, lacónica, al estilo de Pablo Neruda.

—Qué tiene de malo ser comunista, qué tiene de malo ser de la UDI, qué tiene de malo ser democratacristiano, qué tiene de malo ser de Evopoli, qué tiene de malo ser de Renovación Nacional, qué tiene de malo... al fin y al cabo.

En pleno mediodía del martes 14, el reconocido humorista político caminaba por el Paseo Ahumada acompañado de la plana mayor del Partido Radical. Los transeúntes que pasaban a esa hora no entendían mucho. Sólo murmuraban que el que iba por ahí era El Palta, el humorista, el de la tele. Otros más inquisidores e informados lograban entender la escena: el humorista se sentaba en el stand de fichaje de militantes del partido para estampar su firma como adherente. Todo acompañado de una mujer que por un megáfono gritaba a modo de arenga: “Con su firma podremos llevar a Alejandro Guillier a la presidencia de Chile. Por favor, acérquese al módulo. Le damos la bienvenida”.

En el momento, uno de esos transeúntes inquisidores e informados exclamó: “Claro, como no tienen militantes, viene a firmar. Es un chiste, así cuándo vamos a tomar en serio la política”. Pero nada de lo que allí estaba ocurriendo era un chiste, más bien todo lo contrario. Era todo bien en serio, o al menos casi en serio. Era el comienzo de la vida política del “Palta” Meléndez.

 

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La actuación más polémica del Palta en el escenario de la Quinta Vergara —donde ha estado cinco veces— fue en 1994, cuando un chiste sobre el Papa Juan Pablo II causó el repudio de la Iglesia Católica. Tuvo que pedir disculpas. Su humor siempre ha estado centrado en la política, con rutinas con contenido y postura como la última, en 2007, cuando salió al escenario vestido de estudiante, en medio de la revolución pingüina. Rutina que, a su juicio, aún tiene vigencia.

Pero de un momento a otro quiso dar un paso más allá y traspasar la barrera del humor social, político, para intentar cambiar en algo las cosas desde adentro y no sólo como militante, sino que también luchando un cupo parlamentario por la Región de Atacama.

 Su acercamiento al PR viene desde chico, cuando tomaba una Limón Soda bien helada en una añosa sede del radicalismo, en su natal Copiapó, junto a su abuelo, para sentarse a escuchar las discusiones políticas de los viejos radicales. ¿Masón? No, no lo es, pero dice que los respeta y que tiene cercanía con la hermandad. ¿Bombero? Tampoco, aunque con un chiste afirma con convicción: “No soy bombero, pero tengo manguera y pistón...”. (Risas).

“Los humoristas somos un verdadero espejo de la sociedad (...), por qué no participar desde adentro”, asegura el “Palta” Meléndez

Para Juan Carlos Meléndez, el humor político le da flexibilidad a la rigidez del cuerpo social, y esa sería su misión en el caso de llegar a ocupar un escaño en el Congreso. Para él un referente en la materia es nada más ni nada menos que Winston Churchill, quien, cree, era un maestro en ocupar la ironía.

 —Los humoristas somos un verdadero espejo de la sociedad y hoy día la ciudadanía está tan enrabiada en general por todos los abusos cometidos, que están decepcionados. Después de tanto análisis y crítica, por qué no participar desde adentro. Al final, siguen saliendo los mismos de siempre y la ciudadanía después se queja —afirma el Palta.

 Si bien el humorista ingresó a la escena amparado bajo la Nueva Mayoría y la candidatura del senador Alejandro Guillier, no oculta su admiración por las corrientes jóvenes hoy expresadas en el Frente Amplio, con las figuras de Gabriel Boric y Giorgio Jackson.

—Me parece bien el Frente Amplio, Gabriel y Giorgio han hecho un trabajo notable. Si tuvieran la edad para ser candidatos, yo estaría ahí. Ellos son los estudiantes que iniciaron el movimiento, ellos se criaron con papás angustiados pagando las deudas y salieron a la calle y por suerte están hoy en el Parlamento. Eso es notable. El Frente Amplio, a partir del 2020 para arriba, va a tener un rol importante —asegura.

Mientras tanto, el humorista sigue presentando su rutina sobre la crisis de la confianza. Una crisis que ahora espera revertir, al pasar del escenario al hemiciclo. Al menos esa es su apuesta.

 

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“Sospechosa la hueá”.

La frase la decía “Bombo Fica”, el humorista de blanco, en la Quinta Vergara en 2012 y a esta altura se ha transformado en un verdadero paradigma. De hecho, esta semana, cuando Daniel Heraldo Fica firmó su militancia en el Partido Comunista, generó esa misma sospecha. Aunque nada pareciera ser tan raro, pues en su juventud ya había formado parte de la colectividad del martillo y la hoz. Sin embargo, esta vez su actuar causó revuelo. Un revuelo que lo tiene algo agobiado, cansado, asombrado. ¿La razones de su fichaje? Una provocación social que se explica con más detención, dice, en su rutina que por estos días está presentando en diversos escenarios del país , paseándose por Santiago, Concepción y La Calera.

Daniel Heraldo Fica como nunca ha debido sortear por estos días entrevistas en paneles políticos en los cuales jamás pensó participar. Se nota sobrepasado. Su apuesta no es ser candidato todavía, sino que generar en la gente la idea de que la política es necesaria como herramienta fundamental. Por ahí apunta su provocación.

 —Los partidos políticos están en crisis, la gente no se está inscribiendo. Si no hay legalidad de los partidos, peligra la democracia: ¿Quiénes van a representarnos en el Senado? La gente está arrancando. Mi provocación va a un poco por ahí: cuando todos están arrancando, voy yo y me inscribo. La gente tiene que hacerse responsable de esta democracia, sino la vamos a perder—analiza agudamente el militante PC.

Mientras, el Bombo quiere tomarse las cosas con más risa y levantar el sentido del humor que, asegura, el chileno ha perdido: “Hay una agresividad visceral sin meditar, sin evaluar nada. Ahí es donde tengo que hacer un aporte y ver cómo lo hago a través del espectáculo. Necesito demostrar que esa plataforma es valedera”, remata junto con reiterar que su arma principal sigue siendo el humor.

 

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Los casos de “Palta” Meléndez y “Bombo Fica”, sin embargo, no son una excepción en la historia reciente de la política mundial.  Giovanni Sartori, cientista político italiano, plantea la tesis de la formación de un nuevo ser: el homo videns, una especie que deja de lado la relevancia de la escritura en la toma de decisiones políticas, para dar paso a la imagen como ente fundamental. El instrumento de la imagen en sí mismo, sobre todo en televisión, es el que genera ahora realidad: la imagen y la política y la recepción de los mensajes de forma masiva y más directa. Dicha teoría puede explicar casos como el del presidente de Guatemala Jimmy Morales, humorista que llegó al máximo cargo elegido por una sociedad hastiada de la corrupción en 2016. El mismo fenómeno puede replicarse a la irrupción de Beppe Grillo en Italia y de la ex estrella de reality Donald Trump en Estados Unidos. ¿Estaremos ante el mismo proceso en Chile?

Más allá de los humoristas, el mismo Alejandro Guillier es reconocido, en una parte no menor de chilenos, como “el de la tele”. De hecho, en sus giras muchas personas no saben que es senador de la República, sino que lo reconocen inmediatamente por su pasado en la televisión. La imagen por sobre todo.

 Y aprovechando esa vitrina de la tele, los más beneficiados con la irrupción de los humoristas son los partidos políticos. Hoy vapuleados en su imagen, necesitan de “figuras conocidas” para lograr captar militantes y así poder alcanzar la meta de 18 mil inscritos, que vence el próximo 14 de abril. El analista de la Universidad de Talca Mauricio Morales profundiza en esta idea:

—Al atraer rostros, los partidos se ahorran el costo de formar militantes, cosa que demanda tiempo y recursos, y ocupan a los famosos como una especie de atajo informacional. Dado que las etiquetas partidarias están desprestigiadas, entonces un buen mecanismo de atracción son personas dedicadas al humor político y donde los partidos son presa fácil de crítica. Adicionalmente, el humorista logra conectar más finamente con las demandas y necesidades ciudadanas, convirtiéndose en un mejor canalizador de intereses en comparación con las instituciones partidarias. Cuando los partidos fallan, entonces surgen otras agencias de representación. Y los rostros vienen a llenar ese vacío —explica.

Así, más allá de un chiste en la jugada del Palta y el Bombo hay una mirada, una intensión. Y de paso los partidos políticos sacan provecho a estas figuras. Los humoristas de rutinas sociales y políticas sirven en esta historia. En serio o no, al menos provocan. ¿Sospechosa la hueá?

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