Jorge Sharp se asoma al frontis de la alcaldía de Valparaíso y se nota, de inmediato, que sus días en este lugar han sido intensos. La gente se acerca, le pregunta, le exige, le cuestiona, lo felicita. Ya lleva cinco meses al mando de una de las ciudades más importantes de Chile y ha tenido que aprender a convivir con esa intensidad.
—Alcalde, que bueno que lo veo. No puede ser la basura que se acumula en la calle Argentina cada vez que hay feria, no se puede caminar. Haga algo —dice una señora que de inmediato reconoce al alcalde en el frontis de la casa municipal de avenida Condell en la ciudad puerto.
—Estamos viendo, la basura es una prioridad para nosotros —contesta el alcalde con sutil tono y un semblante siempre sonriente.
—Ah, pero la Plaza Sotomayor ahora siempre está limpia, felicitaciones señor alcalde — interrumpe otra vecina porteña.
—Vio. Vamos avanzando de a poco, paciencia que nuestra prioridad es la basura —enfatiza el alcalde.
“Si queremos gobernar Chile, no lo vamos a hacer solos. Tenemos que tener la capacidad de atraer a todos aquellos que crean en un programa de transformación democrática”.
En medio de ese tumulto de personas que se acercan la autoridad en tan sólo una cuadra —unos para pedirle todo lo que se pueda imaginar, otros sólo para estampar una selfie del recuerdo—, pasa por la vereda el ex alcalde Jorge Castro lanzándole un rápido saludo a Sharp, quien intentaba volver a entrar a la alcaldía. Risas y aplausos para el alcalde, tras la retirada de Castro. Fue como un fantasma.
Bajo esa intensidad que le impide salir a la calle con normalidad (en Valparaíso, el alcalde sí parece la primera autoridad del pueblo), este joven abogado, miembro del Movimiento Autonomista, pasa sus horas empeñado en hacer de la ciudad puerto un lugar mejor para vivir, basado en la concreción de un sistema que apunte al desarrollo humano, económico, productivo y social de sus habitantes. Todo ello bajo la consigna de una alcaldía ciudadana que hace que esta primera autoridad del pueblo suba al menos dos veces por semana a alguno de los 42 cerros que dan vida a esta ciudad Patrimonio de la Humanidad, que encanta con su majestuosidad, pero que también sufre cada año con los incendios y una que otra desgracia. Sharp se siente a sus anchas, caminando y saludando a cada poblador porque los conoce, porque en estos cinco meses ha interactuado con ellos.
Y así, ahora con algo de experiencia y más sapiencia política sobre los hombros —que lo distancian un poco de ese joven impetuoso e irreverente que el 23 de octubre del año pasado prometió que iba a cambiar Chile y el mundo en su discurso de celebración tras ganar contra todos los pronósticos la alcaldía de Valparaíso—, se da espacio para analizar con más detención y reflexión el actual escenario político, planteando sus preocupaciones y dudas sobre el futuro del Frente Amplio. Para Sharp, ahora, la política es otra con guitarra y se atreve a dar consejos para que este proyecto político, que considera refundacional e histórico, no caiga ante la tentación de los personalismos y el éxtasis de la mera lucha electoral. El alcalde pide la palabra con absoluta seguridad, pues sabe que ganó uno de los espacios ciudadanos más difíciles del país —doblegando a la Nueva Mayoría y a la derecha, rompiendo así el bipartidismo—, y ese triunfo lo convirtió en una de las voces más fuertes dentro del Frente Amplio.
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—¿Cómo has visto el desarrollo del Frente Amplio desde su creación hasta ahora, ya con dos precandidatos presidenciales y ad portas de una primaria?
—El Frente Amplio es un espacio político-social en construcción. Creo que tenemos todavía mucha discusión que dar, y creo que el destino del Frente Amplio está en discusión. No está garantizado. Estamos siempre muy cerca de repetir las prácticas que queremos eliminar. Lo fundamental es que el partido se asuma como un esfuerzo que mire más allá de las elecciones. Yo creo que hoy día hay un exitismo electoral que nubla la necesidad de pensar más allá de esta contienda electoral, que es muy importante. La capacidad de construir el FA no de arriba para abajo, sino que de abajo para arriba, y eso en concreto supone avanzar a territorializar la construcción política del FA. Tenemos que ser capaces de llevar nuestro mensaje ciudadano a todas las mesas de las familias chilenas.
—¿Qué significa no repetir las prácticas que dices que “nosotros mismos queremos eliminar”?
—El FA no está exento de los peligros de la vieja política. El FA no inventó la rueda en Chile. De repente caemos en una excesiva creencia que en nosotros se inicia el cambio en Chile y no: aquí hay voluntades políticas y sociales que por años han luchado por un Chile distinto. Creo que hay una primera cuestión que hay que reconocer y es que el cambio social acá no tiene solamente que ver con una cuestión generacional y, por tanto, tenemos que tomarnos esa situación con mayores grados de humildad. Creo que ahí hemos pecado bastante. Segunda cuestión, las elecciones no son un fin, son un medio y hoy estamos en una situación de algidez electoral que nos puede hacer perder lo esencial, que es que el FA pueda convertirse en una alternativa política al neoliberalismo en Chile luego de las elecciones, y eso no se está dando. Y lo tercero, creo que el avanzar a una lógica de voluntad de coalición. La voluntad de coalición no supone el acuerdo entre las cúpulas, lo que tenemos que hacer es madurar, es necesario construir entendimiento con otras fuerzas que no piensan igual, construir mayorías en Chile desde la base a la punta, y eso nos ha costado mucho.
—¿Falta entonces construcción política y todo se está basando en la candidatura presidencial de Beatriz Sánchez como un fenómeno electoral?
—Pienso que esa construcción existe, lo que hay que hacer es visibilizarla y potenciarla. Esa construcción desde los territorios que nos permite marcar la diferencia con las opciones tradicionales. Me parece que el mensaje de Beatriz es muy interesante en esa dirección. Ella cuando asume la responsabilidad de ser candidata del Movimiento Autonomista lo que dice es: “Yo me pongo a disposición del proceso colectivo” y eso un candidato presidencial no lo hace, pero ella sí lo hace. Beatriz aporta una capacidad que ninguna fuerza política tiene en Chile, que es la capacidad de convocar a aquellos que no están, los que no votan, los desencantados, aquellos que están más ajenos a la política. El crecimiento de Beatriz Sánchez no está centralmente puesto en la derrota del candidato de la NM, tiene la fortaleza de captar gente que no ha votado antes.
—ME-O fue un poco eso en las elecciones del 2009, marcó un 20% y captó en parte a los desencantados. ¿Cuál es la diferencia hoy día?
—Muy sencillo, nosotros nunca aceptaríamos ser financiados por Pinochet.
—Pero más allá del financiamiento, en términos del electorado al que quieren llegar…
—Pienso que la gente que en su momento votó por Marco hoy día está viendo que son chilenos y chilenas que viven el neoliberalismo a flor de piel todos los días.
—¿Hubo vetos dentro del FA para elegir al candidato presidencial? Finalmente se priorizó a la candidata que propusieron Jackson y Boric, y se obviaron nombres como Alejandro Navarro, Luis Mesina o Carlos Ruiz.
—No soy partidario de los vetos. Creo que construir una fuerza política en base a los vetos es un error, expresa una forma de hacer las cosas que, por lo menos a nosotros dentro del MA, no nos representa. Lo que sí ha habido son diferencias políticas, y precisamente son diferencias que no hemos tenido la madurez para procesarlas de mejor manera. Y te voy a contestar de esta manera: un escenario cada vez más posible es que veamos alta competitividad de cara a la segunda vuelta, y por lo tanto habría una segunda vuelta entre Beatriz Sánchez y Sebastián Piñera- ¿Qué va a hacer el FA frente a esa situación? Es una situación sumamente compleja.
—¿Si el FA pasa a segunda vuelta habrá que convocar a la Nueva Mayoría?
—Si nosotros queremos gobernar Chile, no lo vamos a hacer solos, entonces creo que tenemos que tener la capacidad de convocar, de atraer a todos aquellos que crean en un programa de transformación democrática, y lo voy a decir con todas sus letras: un programa de salida del neoliberalismo. Ese es el desafío histórico que tenemos en Chile, construir una sociedad distinta a la que tenemos hoy día y eso supone pensar una sociedad profunda y radicalmente democrática, y a eso están todos convocados, no a seguir repitiendo el esquema de la transición, no a seguir privatizando los recursos naturales, no a seguir concentrando el poder en Santiago en desmedro de las regiones. Sí con los sectores políticos que se sientan convocados a esta definición programática, naturalmente tenemos que construir mayoría. Vamos a estar todo este año como FA sometidos a una situación sumamente nueva para nosotros y tenemos que ser capaces con dos cosas: con mucha madurez, pero también con mucha inteligencia política, porque aquí estamos pensando en el país, no cómo le sacamos rédito a uno u otro partido, aquí estamos pensando en la gente.
—¿Por qué el Frente Amplio no se define como un movimiento de izquierda si la mayoría de ustedes son de izquierda?
—Hay que entrar a la discusión, en este punto, desde una perspectiva sustantiva. El desafío histórico en Chile es producir una fuerza política que sea capaz de articular una mayoría política y social para un programa de transformación profunda dentro del sistema democrático y que además garantice bienestar social a la población. Ese es el objetivo del Frente Amplio. Y eso, básicamente, perfila al Frente como una fuerza que no es neoliberal, llámese como se le llame. Eso es lo importante.
“El Frente Amplio no inventó la rueda en Chile. De repente caemos en una excesiva creencia que en nosotros se inicia el cambio en Chile y no”.
—Cuando hablas de personalismo o protagonismos y éxtasis electoral en el FA ¿lo identificas con Revolución Democrática?
—Bueno, ese es uno de los peligros que pueden tener lugar, efectivamente. Y hay que estar consciente de aquello y actuar en una lógica distinta. Tengo la plena convicción de que RD reivindica la voluntad de coalición que tiene que haber dentro del Frente Amplio. Y eso son justamente los temas en donde debemos tener cuidado, para poder tratarlos. Aquí no estamos en el proyecto de un solo movimiento o de uno o dos diputados o de una candidata presidencial. Acá estamos en el inicio de un proceso de carácter histórico en Chile. Estamos ante un momento fundacional en todo este campo político nuevo. Creo que tenemos que tomarle el peso a eso, y entendernos y fijar un marco de acción común y, en segundo lugar, también autorregularnos.
—¿Entonces, hay o no exceso de protagonismo en RD?
—(Silencio y sonríe)
—¿Lo dejo a mi interpretación…?
—(Silencio y sigue sonriendo)
—¿Qué te parece la figura de Alejandro Guillier? ¿Puede llegar a existir un acercamiento?
—Hay que esperar todavía para poder hacer un juicio categórico respecto a su figura. Su propuesta programática no está aún a disposición de nadie. Además, tampoco sabemos si será o no el candidato de la NM; está en una situación muy complicada.
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Esta semana el alcalde se anotó un triunfo: no habrá más cuenta pública el 21 de mayo. Algo que Valparaíso hace tiempo venía demandando. Pero Sharp llegó a la municipalidad no sólo para instaurar una nueva forma de trabajo, más dinámica y territorial, sino que también a esclarecer lo que él denomina como muchas prácticas truchas que datan de las administraciones anteriores. Pero antes de adelantar juicios, espera el dictamen que haga la Contraloría en torno a algunos problemas en el uso de recursos que detectó a su arribo al sillón edilicio. Mientras tanto, el tema de la basura es una prioridad, proceso en el cual se está intentando generar un cambio cultural en la gente. Tarea nada fácil.
También, reclama —como buen alcalde de regiones— que exista una mayor preocupación del Estado central por la situación de abandono en que está la ciudad. Para eso espera que confluyan voluntades entre los gobiernos y también los privados, para recuperar el sitial que se merece Valparaíso y que con tanto descuido le podría incluso costar hasta el cetro de Patrimonio de la Humanidad.
En todo eso y más está el alcalde: día a día batallando con las labores propias de una autoridad. Algo que le acomoda y que quiere replicar como modelo de gestión para el Frente Amplio. A cinco meses, Sharp bajó las revoluciones y los decibeles de su irreverencia inicial. Piensa ya en grande. Otra cosa es con guitarra.