Por M. Eugenia Fernández G. // Fotos: Víctor Ruiz Junio 16, 2017

“¿Te puedo decir un chiste? Me definiría como un bastardo sin gloria. Un bastardo sin gloria de centroizquierda”.
Cuando el reloj marca las 2 a.m., Max Colodro (sociólogo, filósofo y analista político) no puede evitar sentir en el estómago una cierta revoltura. La misma que a mediados de los 80 le recordaba que había empezado el toque de queda, y que cualquier auto que pasara por fuera de su casa podía ser de la CNI o de la DINA. El miedo y la angustia, con el tiempo, se ha transformado en sólo un recuerdo.
Su vida retrata bien los últimos 50 años de la historia política de Chile. Hijo de padres de militancia comunista que trabajaron en el gobierno de Salvador Allende, vivió en el exilio por más de diez años. En los 80 militó en las JJ.CC. En los 90, trabajó en el gobierno de Ricardo Lagos, amigo de su padre, y militó en el PPD.
Aunque se le consideraba parte de la generación de recambio de la Concertación, en 2009 apoyó a Marco Enríquez-Ominami, y en 2012 afirmó que era “malo” que volviera a gobernar Michelle Bachelet. Hoy dice que “si no hay una rectificación de la Nueva Mayoría respecto de su proyecto, sería muy malo que volviera a ganar”. Incluso, confiesa que es probable que vote por Felipe Kast en la primaria de Chile Vamos. Esta es su travesía política.

La jota

“Siempre tuve muy claro que éramos una familia de izquierda, partidarios del gobierno de Salvador Allende, y que llegamos exiliados a México en marzo del 74 por ese motivo. Mis papás trabajaron en ese gobierno: mi papá (el economista Marco Colodro) en el Banco Central y mi mamá (la escritora Nora Riesenberg) en la Secretaría de Distribución con el general Bachelet.
Mi despertar político se produjo cuando volví a Chile, sobre todo a partir del año 83, en el periodo de las protestas contra Pinochet. Los liceos estaban empezando a ser un foco de actividad política y yo estudiaba en el Rafael Sotomayor de Las Condes. Luchar contra el régimen militar era algo muy importante, y lo sentí como algo muy natural. En III medio empecé a participar en una célula de la Jota. En esa época, empecé a leer a los filósofos marxistas partiendo por el propio Marx.

“Hasta el 86, hasta el fracaso del atentado y de Carrizal Bajo, yo me sentía comprometido con la política de rebelión que implicaba un respaldo al FPMR”.

Cuando entré a Sociología, en la Chile, inmediatamente ingresé a la Jota.
El tema de la política del PC de rebelión popular fue siempre un elemento de discusión al interior del partido y de las JJ.CC. en particular. Había sectores que apoyaban mayoritariamente la implementación de una política militar, que sustentaba la existencia del FPMR. Y otro sector miraba con desconfianza y escepticismo esa opción. Al menos hasta el 86, hasta el fracaso del atentado (contra Pinochet) y de Carrizal Bajo, yo me sentía comprometido con la política de rebelión que implicaba un respaldo completo al FPMR. Tenía la convicción de que las armas eran un elemento imprescindible para debilitar al régimen y que eran una expresión de defensa de un sector que estaban masacrando. Defendí esa posición hasta fines del 86 y participé como ayudista de algunas cosas. Era muy chico, tenía 19 años, y admiraba al comandante Sebastián (Guillermo Teillier), al comandante José Miguel, que era Raúl Pellegrin. Él era primo hermano de mi mamá, una leyenda en el PC, y enterarme al momento de su muerte en Los Queñes que era pariente fue algo fuerte.
Así como justifico a los judíos que se alzaron a través de las armas en el gueto de Varsovia, justifico que chilenos que estaban siendo perseguidos políticamente durante el régimen militar hayan considerado que la única manera de resistir era a través de las armas.
Yo era un fervoroso revolucionario, veía a los países socialistas con mucha admiración. Para mí, Cuba y Nicaragua eran ejemplos de países que habían hecho la revolución.

El quiebre

Después del fracaso del atentado y de Carrizal Bajo se inició una discusión muy profunda dentro del PC que llevó a un quiebre con su aparato militar. El PC tuvo que aceptar el plebiscito, y se demoró mucho en sumarse a la idea de que no había más alternativa para terminar con el gobierno militar. Me costó mucho aceptarlo. Desconfiaba de que se organizara un plebiscito en dictadura y de que Pinochet respetara los resultados. Pero entendí que las circunstancias iban por ese camino. Ese fue mi primer gran quiebre con el PC, porque no hizo una autocrítica profunda de lo que significaba el fracaso de su línea de los 80.
Después se sumó lo que vino de afuera: el desmoronamiento del mundo socialista, la caída del Muro de Berlín y de la URSS, la derrota de la revolución nicaragüense en las urnas a comienzos del 90. Ese es el momento del quiebre decisivo, del quiebre existencial. Había ocurrido algo muy de fondo, y el PC no estaba dispuesto a analizar lo que significaba para su historia y su ideario en términos de su fracaso histórico. Vi a un partido que estaba por la negación, por no discutir las causas de lo que ocurría.

“En el escenario actual no tendría problema en ir a la primaria de Chile Vamos a apoyar a Felipe Kast. Me siento identificado con lo que está haciendo él y con Andrés Velasco”.

Empecé a leer y estudiar sobre la vida en los países socialistas. Ahí vino un quiebre muy fuerte en lo personal: me di cuenta de que las mismas cosas por las que habíamos luchado durante el régimen militar, simplemente no existían en países socialistas. En Chile uno luchaba por la libertad de expresión, por la libertad sindical, pero en los países socialistas no existían. Y probablemente se produce el quiebre definitivo cuando descubro que en países socialistas, particularmente en Europa del Este, se habían producido siempre gravísimas violaciones a los DD.HH.
Fue un cambio muy fuerte, y lo que me ha alejado de mucha gente de izquierda hasta el día de hoy.
Salí formalmente de la Jota el 91. A partir de ahí, lo único que ha habido es una creciente lejanía con el PC, a pesar de que aún le sigo teniendo cariño al partido de los 80. Que el PC de Chile le escriba cartas de amor a Corea del Norte, siga negando las violaciones de DD.HH. en Cuba o defienda el régimen de Maduro en Venezuela, me parece incomprensible. A los comunistas les importaron las violaciones a los DD.HH. en Chile porque ellos eran las víctimas. Pero cuando las víctimas han sido otros, y particularmente en regímenes comunistas, esas violaciones no les han importado o las han negado.
No haberle escuchado jamás a Michelle Bachelet un reconocimiento de las gravísimas violaciones a los DD.HH. en la RDA es moralmente inaceptable. Es un doble estándar escandaloso.

La nueva derecha

Cuando la Concertación perdió en 2010, creí que iba a evaluar en serio las causas de la derrota que, a mi juicio, no tenía que ver con ME-O, a quien yo apoyé, sino con el desgaste que venía de mucho antes. Lamentablemente la centroizquierda no hizo ese esfuerzo y simplemente se acomodó a la popularidad que tenía Bachelet. Ahí ya no me sentía parte de la Concertación, y muchísimo menos de la Nueva Mayoría. Es un proyecto que se basa en un diagnóstico equivocado de la sociedad, a la que ven como un fracaso y no como un éxito en cosas fundamentales. Haber pasado de ser una sociedad de pobres a una de clase media supone tremendos logros en muchas áreas. Los partidos de centroizquierda construyeron una visión derrotista y maniquea de los 20 años de la Concertación, y ello llevó a políticas públicas muy nocivas para el país.
Hoy veo a una generación de jóvenes con un discurso más parecido a los 60, que miran a Chile y a América Latina en una lógica que no tiene nada que ver con los problemas del siglo XXI. Es muy lamentable que Camila Vallejo o Karol Cariola militen en un partido que homenajea a Corea del Norte, y que no haya jóvenes de centroizquierda que miren el mundo y la historia reciente de Chile sin odiosidad, sin resentimiento.
Por el contrario, veo a una nueva generación de centroderecha que se ha ido desprendiendo del trauma del régimen militar y que no defiende ni justifica cosas de las que no son responsables, porque nacieron cuando la democracia estaba surgiendo en Chile. Que personas como Felipe Kast, incluso como Jaime Bellolio, militante de la UDI, llamen a la dictadura por su nombre y tengan un juicio crítico de ella, me parece tremendamente valorable. La gente de izquierda, en general, no valora ese reconocimiento porque un sector importante prefiere que la derecha siga siendo pinochetista. Porque, por razones electorales, eso es más conveniente. Eso es de una irresponsabilidad política enorme y nos mantiene instalados en una disputa y una lógica de conflicto que no tiene nada que ver con el país real. Al menos en el presente, están pasando cosas más interesantes en el mundo de la derecha que en el de la izquierda.

Hoy

Me definiría como un bastardo sin gloria. Un bastardo sin gloria de centroizquierda. No me siento parte de ningún referente. Miro con distancia a la Nueva Mayoría y al Frente Amplio. Y lo que he hecho en el último tiempo es valorar trayectorias personales y apoyarlas transversalmente. Por ejemplo, en la primaria anterior de la Nueva Mayoría fui a votar por Claudio Orrego. Y en el escenario actual no tendría problema en ir a la primaria de Chile Vamos a apoyar a Felipe Kast. Me siento identificado con lo que está haciendo, con lo que intentó hacer Andrés Velasco en Ciudadanos. Si hubiera posibilidad de apoyarlos en alguna instancia electoral, lo haría sin problemas.
No tengo definido si voy a votar en la primera y segunda vuelta, estoy en reflexión. Lamentablemente en el escenario actual podría incluso abstenerme o votar en blanco en la primera vuelta.
Hoy sería malo que la Nueva Mayoría vuelva a gobernar porque no ha hecho una autocrítica sustantiva sobre los gravísimos efectos que tuvo para el país su diagnóstico equivocado y el haber diseñado e implementado reformas en función de eso. El problema no es Alejandro Guillier, él o cualquier otro en estas circunstancias sería lo mismo. El problema es la Nueva Mayoría, su visión de Chile, las reformas que llevó adelante y que debilitaron a la clase media. Si no la Nueva Mayoría no rectifica su proyecto, sería muy malo que volviera a ganar”.

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