Hace veinte años, siendo abogado de la bancada de diputados UDI, decía que sus principales adversarios políticos estaban en RN. Eran Sebastián Piñera y Andrés Allamand.
Pero la vida da muchas vueltas, y de eso sabe bien Gonzalo Cordero (54).
En 2013, para las primarias de la Coalición por el Cambio, el analista fue el principal asesor del saliente ministro de Defensa. Una cercanía que nació gracias a la amistad que lo une con Marcela Cubillos, mujer del senador.
Y hace tres semanas, el propio Piñera lo telefoneó. Le pidió asumir como director de Comunicaciones de su campaña, un cargo estratégico que a partir de septiembre lo tendrá a tiempo completo en el piso 19 de Apoquindo 3000, donde también está instalado el jefe político, Andrés Chadwick.
Terminará así con diez años a la cabeza de Azerta, agencia de comunicación estratégica y lobby que fundó junto a Cristina Bitar y Felipe Edwards. Desde que se hizo público su ingreso a la campaña opositora, y tras la venta de su parte a sus socios, Cordero reparte sus días entre ambas labores. Aún se niega a sacar las posesiones más queridas que visten su oficina, en Vitacura. Entre ellas se cuentan dos cuadros de la película El Padrino y dos de películas western, fotos familiares y libros.
Figura clave de la campaña presidencial de Joaquín Lavín en 1999, no participó directamente de la exitosa carrera de Piñera en 2009 ni fue un asiduo visitante de La Moneda en esos cuatro años.
Si bien a principios de 2010 se lo tanteó para la Secretaría de Comunicaciones, cuestión que rechazó, su relación con el ex mandatario es reciente. Nunca habían trabajado juntos. El año pasado comenzó a participar periódicamente de almuerzos de análisis político en las oficinas del ex presidente, a los que también asistían personalidades como Luis Larraín, Cristián Larroulet, Nicolás Vergara y Fernando Villegas, entre otros.
Pero la oportunidad se generó justo después de la primaria del 2 de julio. Al convencimiento de que, con el triunfo, se entraba en una nueva etapa que requería un refuerzo, se sumó la evaluación insuficiente que el equipo realizó del marketing y la franja televisiva, tareas encabezadas por María Irene Chadwick y Andrés Chadwick Costa. Así es como se terminó el acuerdo con Shackleton, la agencia que tuvo a su cargo la franja, y se decidió manejar el tema internamente.
Cordero, entonces, tiene a su cargo ambos temas, además de las redes sociales, elaboración de mensajes y vocerías parlamentarias. Pero sus cercanos plantean que lo que lo motivó a aceptar la oferta de Piñera fue la posibilidad de influir en los contenidos y estrategia política.
Con su incorporación, la estructura de campaña se diferencia bastante de la de 2009. En ese entonces, la cabeza era Rodrigo Hinzpeter, quien oficiaba de primus inter pares. Fernanda Otero (encargada de comunicaciones e histórica asesora del ex mandatario), Carla Munizaga (prensa) y Hernán Larraín Matte (marketing) le reportaban directamente, y en escasas ocasiones intervenían en temas políticos. Los equilibrios políticos también son distintos. Hinzpeter es un reconocido miembro de la derecha liberal, con poco currículum partidario. Ocho años después, esta nueva carrera a La Moneda de Piñera tiene como piezas clave a dos renombrados militantes UDI —Chadwick y Cordero—, con directa incidencia en el rumbo de la misma.
El también columnista es parte, así, de dos importantes instancias de la campaña. Los lunes asiste al comité ejecutivo, donde participan Piñera, Chadwick, Cecilia Pérez, y los senadores Juan Antonio Coloma (UDI) y Alberto Espina (RN). Y los jueves encabeza la reunión de comunicaciones, a la que también acuden la ex ministra vocera, la periodista Fernanda Otero, el jefe de prensa del candidato, Juan José Bruna, y Magdalena Piñera Morel. El ex mandatario cierra el grupo.
Diversos miembros del equipo opositor afirman que en estas dos semanas su mano ya se ha hecho sentir, y que su obsesión es la de dotar de “identidad política” y “valores” al discurso de Piñera. Sobre todo al inaugurado en esta segunda etapa, y que tiene a la clase media al centro. La aparición de una entrevista conjunta de Cecilia Pérez y el alcalde de La Florida, Rodolfo Carter, el fin de semana pasado en El Mercurio es un rastro del abogado.
“Está armando un modelo de gestión que dé disciplina en torno a los ejes que permitan ganar en la clase media”, afirma un diputado muy vinculado a la campaña. “Gonzalo tiene talento especial para pasar de las cifras al relato. Hay que tener una o dos ideas fuerza centrales, y eso es disciplina y método”, agrega.
Serenense y guzmaniano
Nació en La Serena y es hijo único del segundo matrimonio que constituyó su padre, un carabinero jubilado, con su madre, dueña de casa. Medio hermano del ex general director de Carabineros Fernando Cordero, estudió en el colegio particular subvencionado Seminario Conciliar de La Serena. Cuando terminó la enseñanza media, viajó a Santiago a estudiar Medicina en la Universidad de Chile, donde estuvo tres años. Dio nuevamente la PAA para ingresar a Derecho en la UC en 1987.
Siempre trabajó para costear sus estudios. La situación económica familiar nunca fue acomodada y, hasta el día de hoy, mira con distancia a la elite chilena.
En la última interna de la UDI votó por el diputado Jaime Bellolio, quien perdió. Su designación no fue consultada con la actual timonel, Jacqueline van Rysselberghe.
De sus años en la UC conserva dos grandes herencias. La primera, un grupo de amigos que hasta el día de hoy se reúne regularmente, y al cual pertenecen Carlos Frontaura (decano de Derecho UC), Rafael Blanco (ex coordinador de la Reforma Procesal Penal y decano de Derecho UAH), el ex ministro Felipe Bulnes, Juan Carlos Eicholz, Germán Concha (UDI) y Gonzalo Fernández (socio de Carey).
Sus cercanos dicen que su trabajo es “dotar de identidad política” a la campaña, para que tenga proyección. Buscar el ansiado relato que tanto penó entre 2010 y 2014.
“Nos hicimos amigos tempranamente, a pesar de nuestras diferencias políticas, que nunca disminuyeron”, relata Blanco, ex militante DC. “Peleábamos harto, nos enojábamos y mandábamos a la cresta, pero construimos una amistad y reconocimiento. Nos unía un interés por la política y el servicio público”, añade.
Blanco, Frontaura y Cordero estuvieron juntos en el Hospital Militar la noche del 1 de abril de 1991, cuando murió Jaime Guzmán. Era su profesor de Derecho Político, y los tres solían ir a las comidas que organizaba con alumnos en su departamento.
La relación con Guzmán es, precisamente, la segunda herencia que le dejó su paso por la UC. Tras el asesinato del senador, Cordero empezó a militar en la UDI, y de ese partido provienen sus grandes amigos: los ex diputados Darío Paya y Marcela Cubillos y el ex subsecretario Miguel Flores se cuentan entre ellos.
Hasta el día de hoy, el abogado confiesa que reconoce al fundador del partido en su propia formación. Un compañero en uno de sus primeros trabajos, como procurador en la Corfo, recuerda: “En la familia UDI, en que Guzmán era el papá, el menor de los hermanos era Gonzalo. Tenía hasta pegados los gestos”. Frontaura, también militante gremialista, agrega: “Es cercano al núcleo original de la UDI, doctrinariamente adhiere a ese tronco”.
Fue en la primera campaña presidencial de Lavín que probó suerte con las comunicaciones, y le gustó. De a poco se integró al núcleo, que componía Carlos Alberto Délano, Pablo Longueira y Francisco de la Maza. Incluso se le atribuye haber ideado la famosa frase “lo que importa son los problemas concretos de la gente”, que el entonces candidato usó en varias ocasiones para enfrentar temas peliagudos, como la detención de Pinochet en Londres. “Pimponeábamos las respuestas a los periodistas. Tiene una gran destreza, que es decir las cosas en corto”, recuerda Lavín. “Se transformó en una persona indispensable. Es asertivo y tenía muy buen análisis de cómo repercutiría lo que se decía”.
El alcalde afirma que Cordero tiene una ventaja adicional a la hora de asesorar a un presidenciable: “Es un tipo muy tranquilo. En una vorágine así se necesitan personas que tranquilicen. Él es reflexivo, pausado y racional”. Su carácter pacífico, manifiestan en Chile Vamos, calza a la perfección con el del ex mandatario.
También ayudó a Lavín en 2005, cuando Piñera finalmente truncó su segunda aventura presidencial. Hizo carrera académica en la Universidad Andrés Bello, donde fue decano de Derecho, y en 2008 comenzó a dedicarse en cuerpo y alma a las comunicaciones, al fundar Azerta. Asesoró candidaturas presidenciales y partidos políticos en Argentina, Bolivia, República Dominicana, Nicaragua y El Salvador. Y en 2013 hizo lo mismo con la campaña de Allamand a la primaria, hasta que Pablo Longueira decidió ir a la competencia.
El senador RN afirma que Cordero “es una mezcla casi perfecta para dirigir la comunicación política de una campaña presidencial: mezcla por igual agudeza política, visión estratégica y solidez en los contenidos”.
Pero no son pocos quienes, dentro de Chile Vamos, se preguntan si su incorporación al equipo piñerista concretará el riesgo que el mismo Allamand planteó antes de la primaria: que la campaña se “derechice”. Por su profunda raigambre UDI, hay quienes lo tildan de “dogmático”, y recuerdan que en 2006 defendió la elección indirecta dentro del partido versus las voces que planteaban el esquema “un militante, un voto”. En esa época, además, se mostró contrario a las primarias.
“Es un UDI-UDI, pero como nunca ha sido dirigente tiene una mayor distancia, independencia y libertad”, dice, por el contrario, un íntimo amigo suyo. “Gonzalo es moderado y pragmático. Se capta que una cosa es la campaña a la primaria y otra a la primera y segunda vuelta. Pero todas las elecciones se ganan en el centro, y eso lo tiene clarísimo”, afirma un dirigente UDI.
Blanco destaca que “tiene ideas propias, no anda copiando ni buscando a otros referentes. Tiene una posición que ha construido a partir de su propio pensamiento, lo que lo hace bastante libre a pesar de su domicilio y su pensamiento liberal de derecha”.
En la última elección interna de la UDI, Cordero apoyó y votó por el diputado Jaime Bellolio, quien perdió. Su designación no fue consultada con la actual timonel, la senadora Jacqueline van Rysselberghe. En la tienda aseguran que se enteró por la prensa.
Buscando una identidad
“El gobierno ha tenido una gestión excelente, pero no ha podido construir un discurso que le dé proyección a un proyecto político”. Así analizaba Cordero el término del periodo de Piñera tras la derrota presidencial. “El primer desafío es volver a construir y defender un proyecto político propio. Y si eso implica defender posiciones impopulares, hay que hacerlo”, dijo a La Segunda.
Sus cercanos afirman que su trabajo es justamente “dotar de identidad política” a la campaña, para que tenga proyección. Buscar el ansiado relato que tanto penó entre 2010 y 2014, anclado en valores que reivindica la centroderecha anglosajona, como la libertad, el mérito, el progreso individual y movilidad social.
Sus cercanos dicen que su trabajo es “dotar de identidad política” a la campaña, para que tenga proyección. Buscar el ansiado relato que tanto penó entre 2010 y 2014.
Aunque es un conservador, el abogado ha planteado una visión abierta sobre lo que su sector debe hacer para lograr una mayor proyección política. “La centroderecha también tiene que trabajar mucho más su capacidad de construir alianzas. Eso requiere un mínimo común denominador, un núcleo común de convicciones que todos estemos de acuerdo en defender”, dijo en 2013. Algo que, cuentan en el piñerismo, mantiene hasta hoy, por lo que no considera como problemáticos los temas valóricos. “Debe ser un mínimo común económico-social, que sea la base del desarrollo. Eso deja fuera elementos valóricos, la historia de cada uno. Si nos descalificamos al plantear nuestras diferencias en eso, es imposible una alianza política”, manifestó en la misma entrevista.
Para ello, plantea también la necesidad de que la centroderecha conquiste a la clase media, y no concentre sus fuerzas en los sectores altos y bajos. En eso, afirma un cercano suyo, ayuda su propia historia. “Cuando hablas de meritocracia, Gonzalo lo encarna”, dice un dirigente UDI.
La doble entrevista a Pérez y Carter va en esa línea, afirman en el comando. “Cordero llegó a ponerle caras y contenido a nuestro discurso de la clase media”, dice un diputado muy involucrado. Un proceso lento, que incluye también cambiar la estética y los mensajes, y agregar nuevos voceros.
Según cuenta un importante ex cliente suyo en Azerta, “él tiene una obsesión con la clase media. Su visión es que el modelo de desarrollo está arraigado en la clase media, y su obsesión es ir siempre al tema de los principios, pero preguntándose ¿cómo explicarlo a la señora del metro para que todos lo entiendan?”.
Parte de eso se vio la semana pasada, cuando Piñera presentó su propuesta de pensiones. En ella hizo un fuerte hincapié en el significado de la capitalización individual para ese sector, y la vinculó a la propiedad y a la libertad de elegir. Muchos vieron ahí la mano de Cordero, quien además aprobó el duro enfrentamiento en que el ex jefe de Estado se enfrascó con el ministro de Hacienda, Rodrigo Valdés.
Un alto dirigente de Chile Vamos resume la tarea del abogado: “Que el candidato se tome sus tiempos y se salga poco del libreto. Aterrizar lo de la clase media protegida, preparar bien los debates para que no se repita el bochorno de la primaria y lograr una franja más arriesgada”.
En la oposición ya apuestan por cuáles serán los derroteros del analista de ganar Piñera la Presidencia. Mientras algunos afirman que sería un “muy buen vocero, al estilo de Francisco Vidal en su dimensión didáctica”, otros creen que su labor estaría en una Secom poderosa, “al estilo Carvajal en el primer gobierno de Bachelet”.