Ignacio Walker (DC, 61 años) quiso postular a la Presidencia de la República el año pasado para liderar un proyecto que volviera a posicionar a la Democracia Cristiana como líder dentro de la Nueva Mayoría. Pero desistió. No había agua en la piscina y se marginó. Hoy su apuesta es seguir en la Cámara Alta representando a la Quinta Región; ya no sólo a la Quinta Cordillera por donde es actualmente senador, sino que ahora es por toda la zona. La pista es más pesada. Transita desde Santiago a Viña para hacer campaña y alcanzar uno de los cinco escaños que ofrece la circunscripción. Nada fácil.
Al senador le preocupa el futuro de su partido y de la centroizquierda que, dice, es su domicilio, aunque establece condiciones: ni el Frente Amplio ni el Partido Comunista en su alianza. La impronta DC debe hacerse escuchar no como el 2013 donde todos se subieron al carro de Bachelet sin rubor. Walker viene llegando a Santiago luego de participar en una actividad con la presidenta Bachelet en Villa Alemana. Defiende al que dice sigue siendo su gobierno, y su presidenta, aunque aclara que para el futuro las cosas van más allá de un matiz menos o más. El senador pone sus condiciones.
— ¿Se arrepiente de haber sido el socio fundador de la Nueva Mayoría (NM)?
—Los acuerdos políticos son producto de las circunstancias. Las fuerzas políticas que concurrimos a la primaria abierta y vinculante (y sin exclusión) del 30 de junio del 2013, éramos todas fuerzas políticas de oposición a un gobierno de derecha. Cuando recorría el país, como DC, nos decían: déjense de pelear y pónganse de acuerdo. No me arrepiento de haber creado las condiciones para una tremenda primaria, amplia, abierta, convocante en la que concurrieron, recordémoslo, desde Andrés Velasco, que se nos olvida, hasta el Partido Comunista: o sea una experiencia bastante inédita con un triunfo arrollador para Michelle Bachelet. En ese momento hicimos lo que teníamos que hacer.
—Pero ese acuerdo, ¿fue sólo por esa arrolladora figura de Bachelet o alguna vez fue pensado para un proyecto político de mayor envergadura?
—Ninguno de nosotros en la DC imaginó que Michelle Bachelet venía con un libreto distinto a lo que había sido su primer gobierno. Quiero recordar que ella el 2010 terminó con un 82% de aprobación. O sea, algo se habrá hecho bien en el primer gobierno de Bachelet y en los cuatro gobiernos de la Concertación. Nunca he dudado en llamarlos los mejores 20 años del último siglo como para que ella terminara con esos niveles de aprobación. El problema estuvo más bien en cómo se hicieron las cosas, en la impronta de la retroexcavadora.
— ¿Cómo era su relación con la presidenta?
—Formal, franca y de respeto mutuo. Voy a decir algo que nunca he dicho: cuando se formó el gobierno yo le pedí tres ministros: Jorge Burgos en Defensa, Alberto Undurraga en Obras Públicas y Pablo Badenier en Medio Ambiente. Ella tuvo la deferencia y el acierto de nombrarlos y cada uno brilló por sus propios méritos. Después, Jorge Burgos, por decisión de ella, terminó en Interior. Entonces tan equivocados no estábamos con alternativas como esas. Cuál es mi problema: tras el primer cambio de gabinete vino el cónclave que fue para complacer al PC que debatía ese mismo mes su permanencia: si seguía o no seguía en el gobierno.
—Fue una amenaza...
—Evidentemente que fue una amenaza.
—¿Fue un error haber pactado con el PC en esta alianza histórica de la Nueva Mayoría?
—No creo que haya sido un error. Éramos oposición a un gobierno de derecha y terminamos convergiendo. Pero ahora no imagino un nuevo gobierno con la DC y el PC.
—Eso quiere decir que para una segunda vuelta uno de los dos, PC o DC, van a tener que irse por un camino propio.
—No creo en el camino propio. Creo en la construcción de alianzas políticas de gobierno, pero también en la coherencia, y pienso que desgraciadamente lo que advertí sobre el PC con un pie en La Moneda y un pie en la Alameda se cumplió.
— ¿Ve difícil una reestructuración del mundo de la centroizquierda como la conocemos hoy? Usted plantea un quiebre con el PC, lo que los aislaría, y el resto de la NM, con o sin DC, estarían por otro lado; mientras que el FA quedaría también marginado. Parece el caos.
—Nuestro domicilio político es la DC y la centroizquierda. Eso define nuestra política de alianzas. Eso tiene una primera conclusión: es impensable un apoyo directo e indirecto a la derecha, eso está descartado. Conozco a mi partido. Por eso no me convence la tesis de la libertad de acción.
—Y con esa libertad se deja abierta la posibilidad para que Mariana Aylwin llame a no votar por Alejandro Guillier.
—No quiero personalizar. Quiero decir que no me gusta la tesis de la libertad de acción por dos razones: una porque deja abierta la posibilidad de votar por Piñera, y dos porque es una tesis en extremo individualista. La DC debe actuar como proyecto colectivo, como un proyecto político, comunitario; lo otro es un chipe libre. Tampoco vislumbro un acuerdo con el PC ni con el FA, y menos aún para un acuerdo programático.
— Hace unos meses dijo que a la campaña de Carolina Goic le hacía falta corazón. ¿Lo ha recuperado ahora en la recta final?
—Es una candidatura que ha ido de menos a más. Marcamos de cero a uno de apoyo y ahora vamos sobre cinco puntos. Es una candidatura que concita respeto, tiene una trayectoria limpia y no genera anticuerpos. Tengo la esperanza de que vayamos a llegar a los dos dígitos y si no llegamos, no es el fin del mundo. A veces se gana perdiendo. Estoy muy tranquilo con la candidatura de Goic: hicimos lo correcto.
—Seguramente su respuesta es que la de Goic no fue una candidatura testimonial, pero lo cierto es que cuando partió como candidata se hablaba de lo fundamental que era recuperar identidad y presencia. ¿Sigue siendo ese el objetivo central?
—No tengo ningún problema en hablar de una candidatura testimonial de Goic. Dar testimonio es muy importante, mostrar coherencia. Por supuesto que la DC tiene voluntad de poder y queremos pasar a la segunda vuelta y ojalá verla convertida en presidenta, pero si eso no resulta y es visto como una candidatura testimonial y, si se gana perdiendo, ¿cuál es el problema?
—¿Y qué ganaría la DC en ese escenario?
—Alguna vez publiqué un artículo que se llamaba “El largo camino”. El nuestro es un largo camino. El 19 de noviembre y el 17 de diciembre son un episodio, una estación en un largo camino. Uno piensa que, a veces, es el momento de sembrar y luego de cosechar, y qué significa sembrar: aparecer con lo que somos y mostrar nuestras banderas, con nuestra identidad.
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El senador no se sale del libreto e insiste en el concepto: ni la derecha de Piñera ni los comunistas de Teillier están invitados para transitar en ese largo camino. Con esa idea la DC debería quedar en orfandad tras el 19 de noviembre. Resultaría inexplicable que Alejandro Guillier cediera ante las presiones de la DC para sacar al PC de un eventual acuerdo, tal como lo plantea Walker y otros de sus camaradas como Jorge Burgos o Mariana Aylwin.
Se le vuelve a insistir una y otra vez para que aclare finalmente en qué estado quedará la DC, cuando justo antes de contestar el senador se entera de que el consejo nacional del partido decidió fijar una nueva instancia para el 20 de noviembre con el fin de ahí tomar una postura única sobre los pasos a seguir de cara a la segunda vuelta. Ante la noticia informada por su asesora, Walker exclama: ¡Perfecto, muy bien! A continuación hace una pausa, reflexiona — como mirando el horizonte— y afirma: —Déjame decir algo: Después del 19 de noviembre van a venir las 72 horas más intensas de la política chilena de los últimos 27 años. Esos tres días no vamos a dormir, porque será un escenario de definición política y no hay que tenerle miedo. Yo me la jugaré por la unidad de la DC. Ese será mi valor, pero por eso plantearé un matiz: unidad con contenido, no cualquier unidad y no todos contra Piñera, porque no me convence.
Quiero saber que si ganamos en segunda vuelta será porque nuestras ideas son mejores, porque el programa es superior, porque volveremos a sintonizar con la clase media a la que hemos ido alineando. Y en ese escenario no me imagino convergiendo con el PC, porque ellos también saben que tenemos una posición política muy diferente. De igual modo hemos hecho intentos y hay que decir que este gobierno tiene mucho de rescatable.
—En ese sentido, la ministra Narváez dijo a esta revista que el gobierno sentó las bases de la política para los próximos diez años y que en el futuro serán recordados los logros.
— Claro que tiene razón. Nosotros pusimos fin al binominal y en eso le doy crédito al ministro Peñailillo. Estamos aprobando una reforma educacional. Cómo no voy a reconocer esos avances y que perdurarán.
— ¿Siente que la DC ayudó para que todo ese programa tan ambicioso saliera un poco mejor?
—Esta pregunta me permite afirmar que la DC ha sabido hacer una diferencia en este gobierno como en la reforma educacional y en la tributaria. En esta misma mesa (de su casa en Vitacura) estuvimos con el ministro Arenas discutiendo. Para qué decir en la reforma laboral donde se planteaban cosas inaceptables, la DC hizo ver su voz. La DC mejoró proyectos que eran impresentables como el original de inclusión que pretendía comprar infraestructura privada. Yo pensé que eso era un chiste.
—¿Cree que la presidenta reconocerá alguna vez a la DC por eso?
—Espero que sí. Creo que ella valora como hemos sacado estos proyectos con nuestras autocríticas, tratando de imponer la cordura y la sensatez.
—Difícil debe haber sido para la presidenta haber gobernado con la DC y el PC en un mismo gabinete, ¿no cree?
—No tendría por qué. No es la antinomia DC/PC lo que ha provocado la desaprobación de mi gobierno, son los otros factores que he mencionado en esta entrevista.
—¿Cuál es la identidad de la DC hoy, por qué se puede reconocer?
—Los democratacristianos tenemos que ser los campeones de la clase media, el partido de la clase media, sin renunciar a la opción por los pobres, que es nuestro mandato eclesiástico. La primera transición fue hacia la democracia; la segunda es hacia el desarrollo, y ahí la DC es la que está llamada a jugar un rol importante. Somos los que vamos a inclinar la balanza.
—Ahora que está en campaña en la Quinta Región costa, ¿cómo evalúa la gestión del alcalde Sharp en Valparaíso?
—Con Jorge Sharp tenemos tres puntos de acuerdo y uno en desacuerdo. Él ha dicho que debemos vislumbrar el Valparaíso de 50 años más, me encanta eso. Segundo, Sharp quiere ser considerado en los temas de la ciudad como un actor que represente a la ciudadanía y, tercero, él impulsa el proyecto de la Ley Puerto. Sin embargo, tenemos un gran desacuerdo: él no ha entendido que la pobreza y el desempleo campean en los cerros de Valparaíso en un contraste que es un escándalo social con el tremendo potencial que hay en el plan. Valparaíso debería poder aspirar al pleno empleo, pero Sharp está en contra del Terminal 2 y del puerto Barón. Yo le he dicho que cómo puede estar en contra del desarrollo si son 700 millones de inversión y 7 mil puestos de trabajo. Eso es pura ideología y prejuicio. Pero irá aprendiendo, es una persona inteligente y muy simpática.