El proceso electoral del 19 de noviembre comenzó, para mí, el viernes 17, cuando en el Puro Café de la Plaza Victoria, en Valpo, vi a Sharp reunido con Fernando Atria. No pude escuchar lo que hablaban, pero lo supuse. Sentí, delirantemente, que el FA era una fracción de una fracción del viejo y maldito Partido Socialista. Valpo como el centro de la conspiración.
Igual hay que imaginar la llamada ordinaria de algún funcionario o de algún político de la NM tratando de negociar al viejo estilo y más de algún frenteamplista, hijo de su padre, con la tentación que le provee la soberbia pendejística.
El pendejismo político sabe que con su verdad instalada no puede superar la “política de los acuerdos”, el tema podrá ser la calidad de los mismos.
En este instante no puedo dejar de recordar las jornadas que llevaron al MVC (Movimiento Valparaíso Ciudadano) al municipio de Valpo (Sharp), en donde tuvo un rol protagónico el Pacto Urbano La Matriz (PULM), que son antecedentes claves de lo que ocurre hoy en el país. Ahí hubo calidad de diseño político definido por un espíritu ciudadano que, a pesar de la fagocitación del proceso por parte de los autonomistas, es un antecedente patrimonial del FA, que es mucho más amplio de lo que él mismo cree.
La derecha, por su parte, no logra articular de manera creíble un nuevo modelo, y aunque hay una generación que toma posición de lugares y exhibe un modo más liberal, prima el registro patriarcal y la uniformidad identitaria. Igual creo que la derecha chilena ha debido padecer a la izquierda, que en este país tiene muchas aristas y primacía discursiva, desde la cultural, pasando por la académica y, por cierto, lo que queda del mundo popular, y ha debido bailar a su ritmo que, ojo, no es otra cosa que la modernidad misma.
Nuevas Caras en el Parlamento
Puede que los resultados del domingo 19 de noviembre sean una sorpresa para la política santiaguina, pero hacía rato que las cosas estaban pasando por otro lado, fuera de los salones por donde suele transitar el deseo metropolitano de la cosa pública.
Para el canon político, el asunto es cómo reducir esto a algo manejable a nivel de control de imagen, por eso se nos habla del caso español, francés, del brexit, de Trump, etc. Y no es que las cosas no estén conectadas, es que a la desafección generalizada se le adjuntó un deseo de joda, de experimento, de alarde de la desposesión más o menos organizada.
Y si bien el FA es la expresión de algunas fuerzas o tribus políticas, entre las que sobresale RD, con el pecado original de haber cohabitado con el enemigo, y los autonomistas (y la Izquierda Autónoma), es también el vehículo de muchos otros aparatos partidarios, como Igualdad, el Partido Humanista y los ecologistas. Pero hay un nuevo actor que muchas veces es sacrificado, la ciudadanía, fuerza social que se expresa de diversos modos, uno de ellos son las organizaciones sociales, que aunque manipuladas muchas veces por los aparatos partidistas, son capaces de levantar grandes causas.
Otro dato clave que hay que considerar en los nuevos acontecimientos, es algo que se aloja en la subjetividad chilensis, el sadismo nacional, que algo le quiso comunicar al orden político-cultural, tanto a la derecha, que ya se creía en La Moneda, como a todo el que se apoltrone en los sillones de la institucionalidad. Como que hay un ajuste de cuentas de la galería que de atrás tiró la talla, contra los engolados retóricos y la inspectoría general (imaginando a Chile como un liceo cuyos alumnos se ríen de la autoridad mientras participan de un acto que quiso ser solemne en el gimnasio del establecimiento).
También está el ingrediente del odio parido (y contenido), que eso sí que nos identifica y que siempre funciona, ya sea con sutileza o con brutalidad. Y la derecha, por su parte, utilizará, como siempre, su gran capital político que es la extorsión. Es decir, hay mucha violencia simbólica determinando nuestra conducta cívica.
Lo que está claro es que cambió el eje de la distribución política, gobernar hoy día va a significar probablemente fiscalizar y cogobernar; nadie, en el gobierno o no, va a hacer lo que quiera, sólo aquello que es posible en el marco de una negociación.
Yo, por mi parte, estoy chocho, porque mi amiga, la Camila Rojas, de San Antonio salió elegida diputada, al igual que Jorge Brito de Valpo, por el distrito 7. Se trata de cabros que no tienen más de 27 años, que son savia nueva, de eso no cabe duda, y que junto a la nueva bancada del FA van a dinamizar la política nacional y regional. Este periodo ha sido muy potente para muchos, como lo fue el triunfo del No, incluso.
Encaramarse a la Escena
Alguna vez pensamos que el FA había muerto antes de empezar, por su oportunismo escénico y su pretenciosa apuesta. Ahora decimos que murió para quedarse, porque puede sucumbir al entusiasmo de ser las niñas bonitas del baile o diluirse en las fracciones que lo componen y perder vitalidad por las luchas hegemónicas, con esas maquinarias que se acostumbraron a montar en las luchas universitarias. Eso sería la muerte de la política como expresión ciudadana.
El placer de haberles obturado el deseo a los grandes, a los tíos, a los papás, a los abuelos, no se los quita nadie, pero que no pase lo que ocurrió (ocurre) en Valpo, de que un grupo juegue a la clásica política de ganar posiciones y copar el escenario con “los míos y mis fieles”, como el autonomismo en el municipio porteño.
Decir que el logro de la Sánchez, al menos en Valpo, fue gracias a la gestión del alcalde de la misma ciudad, es, además de una soberbia, una personalización del análisis político, que tanto gusta a la perspectiva metafísica (reaccionaria) de la política. Hay un efecto que va mucho más allá de eso, de algo que ya venía gestándose y al que se suben algunos aparatos partidarios. La política, en parte, es eso, apropiación del deseo del otro.
El pendejismo político sabe, además, que con su verdad instalada no puede superar la “política de los acuerdos”, el tema podrá ser la calidad de los mismos. Su irrupción es clave para neutralizar a los “viejos de mierda” y su irremediable tendencia a la gerontocracia. El tema siempre va a ser cómo generar una correcta política de alianzas, viejo asunto de nuestras prácticas políticas, para asegurar gobernabilidad y de paso cuidar la democracia.