Por Carlos Ruiz, sociólogo, presidente de Nodo XXI Noviembre 17, 2017

Chile vive el agotamiento de un régimen político que ha gobernado por más de 25 años. Se trata del declive y la descomposición del sistema de partidos que fraguó el pacto de la transición a partir de dos grandes bloques que monopolizan la política: la derecha y la Concertación.

Su agotamiento redunda en la pérdida de capacidad para procesar las demandas sociales y contener con la misma efectividad de los años noventa el ascenso de movilizaciones, por lo que los malestares sociales desbordan de manera reiterada unos marcos político-institucionales que no los expresan. El divorcio creciente entre política y sociedad que presenciamos es parte de ello, y se agrava con la no disposición del sistema político a procesar estos problemas, dado su encierro en dilemas internos. Una de las expresiones de esta brecha es la magra participación electoral de poco más de un tercio de la sociedad en las últimas contiendas, un declive que antecede a los cambios sobre la obligatoriedad del voto y va más allá de ellos.

El desafío de las fuerzas del Frente Amplio es constituir un proyecto capaz de abordar el vacío que dejó el régimen político y reformular la política.

Lo anterior ha derivado en un escenario de un vacío político creciente, en la ausencia de mayorías políticas significativas. Pero, a la vez, abre una oportunidad histórica a un nuevo ciclo político que supere las restricciones de la política de la transición. El curso que siga la coyuntura del agotamiento del régimen de la transición no está resuelto ni predeterminado, e implica para las fuerzas que se disponen a irrumpir en tal escena el desafío de maduración de un proyecto político que vaya más allá de la simple capacidad de movilizar los diversos malestares que existen en la sociedad.

Este es el desafío que pesa sobre las fuerzas que integran el Frente Amplio: constituir un proyecto capaz de abordar ese vacío y reformular la política, los intereses que representa y el modo en que procesa los conflictos a que da origen. Un reto que requiere ampliar la deliberación política en toda la diversidad que compone el Frente Amplio, evitando la tentación del manejo burocrático y las diferencias tan propias de las fuerzas que, por el contrario, hoy navegan en la decadencia.

En muchas personas que ven con interés y entusiasmo el proceso que ha abierto el Frente Amplio se ha instalado la preocupación en torno a que se evaden definiciones al interior de la coalición. Esto ha sido evidente, por ejemplo, frente a los debates ante una posible segunda vuelta en la elección presidencial. Allí pesa la falta de un balance acerca de la colaboración de distintas fuerzas con el gobierno saliente de la Nueva Mayoría, como un vacío de deliberación y elaboración política que enciende fantasmas en un contexto en que se carece de una discusión del significado y los efectos que acarrea la crisis de la Nueva Mayoría. Sería absurdo para una fuerza emergente llegar en esas condiciones a basar la oposición a un eventual gobierno de Sebastián Piñera en defensa del legado del gobierno de Michelle Bachelet. Tanto como lo es también restarse de los desafíos que puede plantear una eventual segunda vuelta de la elección presidencial.

Sin un activo proceso de deliberación y elaboración, la política sólo reproduce en forma vacía la crisis que ya tienen las viejas fuerzas, y la proyección del Frente Amplio queda como otro juego de piruetas y carreras individuales al renunciar a constituir un proyecto político.

El neoliberalismo es uno de los ciclos históricos más largos que ha vivido Chile. Ya supera al ciclo nacional popular anterior. El problema de un nuevo ciclo, al contrario de lo que decretó al asumir la Nueva Mayoría, remite a reformular el modelo de desarrollo vigente, y con eso, la concepción de Estado que lo ampara.

Esa es la oportunidad histórica del Frente Amplio, pero para ello requiere de un intenso proceso de constitución política, capaz de replantearse como una alianza de fuerzas capaces de sostener tal transformación. No hay otro espacio hoy donde elaborar este desafío. Eso plantea al Frente Amplio no sólo la oportunidad, sino una responsabilidad histórica.

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