Por Víctor Hugo Moreno Diciembre 12, 2017

Ya no queda nada y los candidatos lo saben, lo perciben y están plenamente conscientes de que la elección del domingo puede resolverse por fallo fotográfico. Ninguno se siente seguro ni mucho menos confiado. Y como en la recta final se puede decidir el último voto ganador, hay que salir al ataque y el debate televisivo de anoche —que alcanzó un peak de 50 puntos de rating— era la oportunidad para mostrar esa última diferencia, ese detalle que puede hacer cambiar un voto y convencer a los aún indecisos, un 4% estiman algunos análisis. Aunque anoche hubo uno que pasó a la ofensiva: Sebastián Piñera.

El ex mandatario, a diferencia de otras oportunidades, se mostró algo más seguro y con mayor claridad en el mensaje que pretendía transmitir. Por eso, con cifras en mano, enrostró a su contendor que su programa de gobierno costaría cuatro veces más que lo que estaba presentando al país, agregando al final de esa intervención una dura estocada: “Guillier está vendiendo humo”. Piñera quería traspasar la sensación de gobernabilidad, concepto que reiteró en varias ocasiones a lo largo del encuentro.

El ex presidente (candidato, señor Piñera, don Sebastián, como le decían para nombrarlo los periodistas) también quiso bajar un tono al descontrol en que se estaban convirtiendo sus últimas intervenciones públicas que denotaban una buena cuota de nerviosismo. Y en ese plano, con total seguridad insistió en la idea de que los niños transgénero sí pueden cambiar con el tiempo (omitió la palabra corregir), citando un estudio internacional. Así también, enfatizó que en el año 2009 Chile vivió una recesión económica y que él tenía la fórmula para hacer crecer nuevamente al país. Esa será su gran batalla.

Guillier intentó también bajar algunos decibeles a sus últimas intervenciones; aunque con fuerza marcó las diferencias de lo que significaría un posible gobierno de él en comparación a uno de Piñera, resaltando la idea de la sociedad de derechos que pretende construir, en contraste a la de mercado, como calificó a un eventual nuevo gobierno de Piñera. La gratuidad en educación fue el bastión, aunque no sin dificultades, sobre todo, con el tema de la condonación del CAE, donde volvió a decir que sería eliminado “para siempre” al 40% más pobre de los deudores, aunque su jefe programático, Osvaldo Rosales, piense otra cosa. Guillier ante la insistencia de los periodistas, tanto en el debate mismo como en el punto de prensa posterior, dijo que esa —finalmente— era una decisión política que tenia que tomar un presidente de la República.

Al candidato de Fuerza de la Mayoría también se le vio incómodo ante la pregunta por el caso del juez Daniel Calvo mientras él era director de prensa de Chilevisión. Allí enfatizó que a Calvo nunca se le cuestionó ni se le persiguió por ser homosexual, sino que por tener conductas reprochables para una persona con la autoridad que ostentaba. Piñera aprovechó para cuestionar ese acto, rematando que al juez se le había destruido la vida por el solo hecho de ser homosexual.

Ambos candidatos encontraron algunas similitudes en sus propuestas, sobre todo en torno a la salud y al abuso de las farmacias en los precios de los medicamentos. Piñera fue quien más buscó la oportunidad de resaltar esas similitudes. En ese espacio puede haber un margen de votantes, sobre todo democratacristianos, a quienes podría conquistar.

Con todo, este fue el debate más intenso y efectivamente debatido que los anteriores, en el cual ambos candidatos intentaron reforzar sus últimas ideas de cara a la reñida contienda que se espera para el domingo. El debate fue seguido por familiares, asesores e invitados, quienes repartidos en dos salones en TVN veían el encuentro mediante pantallas gigantes. Adentro, en el estudio, los candidatos estaban solos con los entrevistadores. A veces se dejaban escuchar algunos tibios aplausos, pero sin grandes demostraciones de euforia de ninguna de las dos barras. El bombo esta vez no entró a TVN.

La campaña ya está llegando a su fin, y por cada pasillo del canal público en improvisadas conversaciones y análisis reinaba un solo gran concepto: incertidumbre por los resultados, lo que se graficaba en caras nerviosas y expectantes. Anoche fue el último duelo antes de la gran final y pocos, a esta altura, se atreven a aventurar algún resultado.

 

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