Por M. Eugenia Fernández G. Diciembre 7, 2017

Son siete días exactos los que restan para el término de la campaña presidencial. Una sola semana en la que se definirá —muchos dirán: ¡por fin!— quién estará a la cabeza de La Moneda por los próximos cuatro años.

La recta final de esta contienda empezó como pocos lo esperaban. Sebastián Piñera, quien corría con amplia ventaja, obtuvo un 36,64% de los votos; Alejandro Guillier, un 22,70%. A ambos candidatos el resultado los sorprendió, y lo cierto es que ninguno estaba preparado para el apretado escenario que se abrió el 19/11.

Estas últimas dos semanas también empezaron como pocos lo esperaban, sobre todo en el equipo de Piñera. Las desafortunadas declaraciones sobre supuestos votos marcados que el ex presidente realizó el pasado lunes —ampliamente difundidas y contestadas por La Moneda y la Nueva Mayoría— opacaron 15 días tras los cuales se había logrado poner a firme el timón.

Los casi nueve meses de campaña habrían hecho mella en el candidato, y varios en el equipo plantean que detrás del impasse del lunes hay una buena cuota de cansancio.

En el equipo del ex presidente reconocen que los resultados de la primera vuelta los dejó en el estupor por unos días. Luego decidieron incluir a los “disidentes”: quienes compitieron en la primaria contra Piñera —Felipe Kast y, tras diversas gestiones, Manuel José Ossandón—, y se logró la incorporación de miembros del partido Ciudadanos al comando. Esto se completó con la llegada voluntaria de personas que trabajan diariamente en la sede de Enrique Foster. La población flotante de esta casa ubicada en Las Condes aumentó considerablemente. Se instaló el equipo completo que Andrés Chadwick tuvo en el Ministerio del Interior: los ex subsecretarios Cristóbal Lira, Rodrigo Ubilla y Miguel Flores, y su ex jefa de gabinete, María José Gómez.

Mientras Lira coordina los apoderados de mesa junto con una decena de personas, los tres últimos se preocupan de las salidas a terreno. Estas han pasado a ser centrales en la estrategia para el 17 de diciembre. Volantes en mano, las cuadrillas de voluntarios recorrieron diversas ferias el fin de semana pasado, y esta semana harán lo mismo por consultorios y peajes a propósito del fin de semana largo. También planean recorrer unas 100 mil casas junto con pastores evangélicos. Para cada salida se prepara un material diferente con propuestas específicas de Piñera. El propio candidato ha aumentado significativamente sus salidas a terreno.

Además, a diferencia de la primera vuelta, varias veces el comité estratégico de la campaña se ha reunido en Enrique Foster. Por ello es que es más común que antes ver a Chadwick, Cecilia Pérez o Gonzalo Cordero en el lugar. El ex titular del Interior sigue siendo el más influyente en la campaña. Aunque en los primeros días se mantuvo lejos del ojo público, el fin de semana pasado volvió a los medios y el lunes fue quien secundó a Piñera en sus declaraciones sobre los votos marcados. También ha pasado a tener un rol fundamental Cecilia Morel, su señora, verdadero “rostro” de la franja televisiva y vocera indiscutida.

 

El impasse

Pero los casi nueve meses de campaña habrían hecho mella en el candidato, y varios en el equipo plantean que detrás del impasse del lunes hay una buena cuota de cansancio. A ello se suma que Piñera “es impredecible”, afirma un miembro del comité estratégico, quien añade que, sobre todo en términos comunicacionales, “es difícil de manejar”. “Se había tomado el control de la campaña, pero cuando el candidato se sale del libreto, pierdes el paso”, dice otro integrante de este grupo.

Quienes están en la primera línea de la campaña comparten que fue “innecesario” que el ex mandatario planteara la eventual irregularidad en algunos votos, y que ello debería haber recaído en otros voceros. Además, que la forma en que explicó el tema no permitió que se entendiera el para qué: la necesidad de reclutar a más apoderados de mesa. Y agregan un detalle: lo que verdaderamente tendría ofuscado a Piñera es el rol que el gobierno ha tenido en esta elección.

“Él está de muy buen ánimo, pero está muy decepcionado del intervencionismo. Está un poco picado, molesto, y eso te hace cometer errores”, resume un parlamentario que participa en el comité estratégico.

En el piñerismo no hay dos lecturas: el mayor costo que tuvo este impasse fue lograr que Guillier y el Frente Amplio se unificaran. Conseguir que a Beatriz Sánchez “le costara barato” apoyar al senador, como grafica un miembro de la campaña.

A todo esto se agregan las opiniones divergentes entre Felipe Kast y Ossandón por la gratuidad, las cuales pasaron prácticamente inadvertidas dada la polémica desatada por las declaraciones de Piñera. En el equipo del ex mandatario afirman que Chadwick mantiene una continua comunicación con el diputado, pero que al senador RN se le ha respetado su estilo y autonomía.

Como sea, en la campaña del ex presidente saben que tienen los días contados para mostrar disciplina comunicacional y mejorar su labor en el área que perjudicó el propio candidato el lunes: la opinión pública. Lo que está en juego, según diversos analistas, no es el grueso de los votantes de Piñera, que en su 90% ya debería estar decidido, sino el eventual apoyo de electores “moderados” que están en los márgenes del núcleo duro de Chile Vamos. Personas que no participaron, votaron nulo o blanco el 19/11, y que acciones como esta los puede llevar a mantener su indefinición.

A favor del ex presidente, la franja electoral sigue al aire —con una buena evaluación del comando— y él se apresta a participar en dos debates. El del próximo lunes, organizado por Anatel y transmitido en cadena nacional, es clave en ese sentido. “Es la última oportunidad para instalar una imagen más constructiva, menos polarizada”, explica el analista Max Colodro.

 

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