Por Nicolás Alonso Junio 29, 2011

El día que Steve Jobs abrió la puerta de las oficinas de Flipboard -en Palo Alto, California-, Marcos Weskamp sintió algo muy parecido al terror. No porque nunca hubiera visto de cerca al genio de Apple, después de todo el tipo vivía a pocas cuadras y lo veía pasar todos los días camino al supermercado o a tomar un helado en la confitería. Lo que a Marcos lo congeló fue saber exactamente a qué había venido al lugar: a juzgar por sí mismo la aplicación para iPad que habían creado y que, sin haber sido aún estrenada, se rumoreaba que iba a ser un gran hit.

Todos en la oficina estaban nerviosos, pero ninguno como él. Y era comprensible, la leyenda cuenta que Steve es brutalmente exigente con el diseño de los productos, y las historias de humillaciones a varios de los mejores diseñadores del mundo eran por todos conocidas. "Yo estaba muerto de miedo. Él es famoso por destruir los diseños en tu cara", cuenta Marcos.

Y resulta que en ese momento de junio de 2010 es él justamente el jefe de diseño de la aplicación que el creador del iPad acaba de abrir, y que está comenzando a navegar con su rostro impávido. Él, que en los últimos seis meses, desde que abandonó su tranquila vida en Adobe para jugárselo todo por esta idea, ha diseñado más de cien versiones del producto, todas absolutamente distintas. Y mientras Steve sigue sin decir una palabra, él se pregunta si realmente esta versión era la definitiva.

Entonces Jobs levanta la vista. Observa al equipo que tiene enfrente, un grupo de nerds variopintos, todos jóvenes, geeks y trabajólicos, y luego mira al CEO de la compañía, Mike McCue.

-Felicitaciones, Mike, está increíble. ¿Todo esto te lo hizo tu chico de Adobe, no?

Todas las miradas convergen sobre él, sobre sus casi dos metros de estatura, y él mira desde el fondo de la oficina sin creer aún lo que acaba de escuchar. Entonces comienza a conversar con el creador de Mac sobre las bondades de Flipboard y el futuro de las comunicaciones, pero también en algún momento se acuerda de su infancia en Rosario, Argentina. De cuando era el chico más alto de la clase, el que dibujaba lindo, el que les hacía a todos sus caricaturas favoritas en los cuadernos. El que juntaba dinero vendiendo remeras estampadas y diseñando buzos para viajes de estudio, y que en las tardes iba con sus amigos a bañarse en el río Paraná y tal vez a ver algún partido de Rosario Central.

Un rato después todas las luces están apagadas y no queda nadie en la oficina. Marcos maneja tomando mate, camino a su casa en el corazón de Palo Alto, en un barrio que define como "rosarino", y recién entonces empieza a comprender lo que pasó ese día.

El hombre que simplificaba

Suena raro, pero la idea de Flipboard comenzó a gestarse en tres lugares al mismo tiempo. En tres cabezas distintas. Una de ellas, la de Mike McCue, uno de los tipos más respetados de Silicon Valley, ex Netscape y Microsoft. En un vuelo de Nueva York a San Francisco, Mike estaba hojeando la revista del avión cuando se dio cuenta de cuán sobrecargado, cuán feo y cuán ilegible se había vuelto internet. Admirando las sencillas páginas de la revista, su diseño amigable y limpio, pensó que alguien tenía que volver a pensar la web desde cero.

La idea le quedó dando vueltas y entonces se contactó con Evan Doll, un reconocido ingeniero de Apple que había trabajado en la primera versión del iPhone, y que también venía pensando en cómo diseñar un navegador capaz de simplificar los contenidos. Ambos habían escuchado hablar de un tal Marcos Weskamp, un brillante diseñador argentino que Adobe había reclutado desde Japón, y que estaba obsesionado con simplificar el flujo de información. Sabían que había trabajado en Encyclopedia of Life, ese increíble árbol que representa con sencillez gráfica la evolución de todas las especies de las miles de bases de datos de los institutos de biología. También sabían que era el creador de Newsmap, la premiada aplicación web que agrupaba las millones de noticias publicadas por Google News y las mostraba en una sencilla interfaz, ordenadas por colores, relevancia y país.

Lo que sabían, en el fondo, era que si había alguien capaz de enfrentarse al caos informativo de la web actual y transformarlo en algo bello y sencillo, ese hombre era Marcos Weskamp. "No es una exageración decir que sin Marcos nada de lo que actualmente es Flipboard hubiera sido posible", dice Evan. "Es increíble cómo siempre está pensando en el siguiente paso".

En su elegante interfaz, Flipboard ordena las publicaciones seleccionadas de todos nuestros contactos en redes sociales y de los medios de comunicación que elegimos seguir, y con esa información hace una revista personalizada para cada usuario. "Es tu contenido, el de tus amigos y tus intereses", dice Weskamp.

Apenas pasaron poco más de seis meses entre que lo contactaron, se enteraron con sorpresa de que él hace tiempo experimentaba durante las noches en la misma línea, lo convencieron de que renunciara a Adobe y se uniera a la recién nacida Flipboard, juntaron US$10.5 millones y finalmente lanzaron el producto.

Y el resultado sorprendió a todo el mundo. Todos parecían estar de acuerdo y hasta la revista Time lo mencionaba en su portada: Flipboard estaba mostrando el camino de cómo nos íbamos a informar en el futuro. En su elegante interfaz, la aplicación ordenaba las publicaciones seleccionadas de todos nuestros contactos en redes sociales y de los medios de comunicación que elegimos seguir, y con esa información hacía una revista personalizada para cada usuario. Todos los contenidos a través de Flipboard se veían más bellos y se entendían mejor. Con ese minimalismo que aman los seguidores de Apple, el nuevo invento dejó la impresión de que ése era el camino que tenía que seguir el iPad, y muchos programadores comenzaron a imitarlo. En apenas unos meses, la empresa ya valía US$200 millones.

Marcos estaba satisfecho. Después de todo, era a través de sus ojos que la intolerable vorágine de medios informativos, redes sociales y publicidad se había transformado en algo que todos encontraban sencillo y hermoso. "Cada día leemos menos. Y para volver a hacerlo necesitamos una plataforma muy visual, con buenas fotos, algo que las revistas saben hace mucho tiempo", explica. "Esa nube de cosas que veías en la web, con Flipboard las recibís ordenadas en un par de páginas que tienen sentido, porque es tu contenido, el de tus amigos y tus intereses".

Pero para entender su obsesión con el caos virtual hay que viajar diez años atrás y alejarse unos ocho mil kilómetros de la fauna geek de Silicon Valley.

En busca del gran silencio

Cuando se ganó la beca, abandonó sus estudios paralelos de Diseño, Arquitectura y Bellas Artes y tomó ese vuelo de Rosario a Japón, Marcos tenía apenas 22 años. Se había obsesionado con la pureza del arte tradicional japonés, y sus expectativas eran encontrarse al bajar del avión con un mundo de sobriedad gráfica y minimalismo. El shock fue inevitable: la violencia visual de Tokio, su desbordada arquitectura, la brutal cantidad de estímulos y la enorme marea de gente lo descorazonaron. Peor aún: la tendencia gráfica de su nueva universidad japonesa era desde hace algunos años la rebelión contra el minimalismo, el amor por lo barroco.

Ese golpe lo lanzó en un camino sin retorno hacia la búsqueda de la simpleza y lo impulsó a estudiar programación durante las noches, experimentando en diversos proyectos con todas las formas en que una idea puede ser expresada sin ruido. "Tokio es una de las ciudades más feas del mundo, es totalmente caótica. Creo que eso me lleva a tratar de buscar simpleza, a luchar contra el caos visual. Creo que ese impulso no podría haber nacido en ningún otro lugar con tanta fuerza", dice.

Cuando Adobe lo sacó de allí, una década después, Marcos ya se había transformado en un tipo experto en simplificar todo, y firmaba sus trabajos con el vocablo japonés marumushi, que quiere decir "gran silencio". Seguramente eso explica que hoy no aguante vivir en la ciudad -ni siquiera en una tan ordenada como Palo Alto- sin escaparse a las montañas los fines de semana. En esos momentos, busca los lugares más desolados de la región y se va a acampar sin nada de tecnología, totalmente inubicable. Dice que es la única forma en que logra entrar en trance, mirando la vastedad de la naturaleza, sin estímulos que le ensucien la inspiración. Dice también que su objetivo final es lograr que internet sea tan simple, que la gente pueda gastar menos tiempo en él y estar más al aire libre o con sus familiares.

Pero llega el lunes y tiene que volver a la hiperconectividad que ama y odia, y que de alguna contradictoria forma impulsa y combate al mismo tiempo. Y allí tiene también otros estímulos que lo excitan y lo hacen trabajar de forma obsesiva. Como, por ejemplo, estar a punto de lanzar la segunda versión de Flipboard, la que asegura que va a ser mucho más rápida y aun más sencilla. Y también la satisfacción de que su creación haya sido elegida por Steve Jobs como la mejor aplicación para Apple de 2010, es decir, la mejor que ha salido para el iPad desde su lanzamiento.

-Cómo te explico lo que se siente -dice, y se queda pensando en la mejor analogía posible-. Imaginate que sos futbolista y levantaste la Copa del Mundo. Sí, seguro así se siente.

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