Vinton G. Cerf dice que las personas lo dan permanentemente por muerto. "Ah, no sabía que usted estaba vivo", ésa es una frase habitual con la que comienzan sus encuentros con desconocidos. Es el costo de haber hecho historia.
El hombre habla suave y mira con atención al escuchar, probablemente el resabio de un problema auditivo que arrastra desde su nacimiento, que lo hace usar unos casi imperceptibles audífonos, y que en su momento lo obligó a encerrarse en sí mismo y enfocar sus intereses no en la vida social sino en el ajedrez y los números.
Suerte para todos nosotros: se formó en matemáticas en la Universidad de Stanford y se doctoró en Ciencias de la Computación en la Universidad de California, en Los Ángeles. Años más tarde, Cerf, por entonces investigador en Stanford, y el ingeniero Robert Kahn, de ARPA (Advanced Research Projects Agency, dependiente del Departamento de Defensa), escribieron a cuatro manos un artículo al cual le debemos el mundo interconectado en el que vivimos hoy. Ese artículo, publicado en 1974, fue bosquejado en un bloc amarillo que se pasaban uno a otro, y más tarde escrito en red en dos computadores. Esa red se llamaba Arpanet, la madre de internet, pero no tenía ningún vínculo con otras redes que ya habían comenzado en ese entonces a proliferar en instituciones y empresas. Cada red vivía de manera independiente, como si las demás no existieran. Lo que Cerf y Kahn lograron fue crear un lenguaje común que les permitiera a todas las redes del mundo conversar entre sí. Esa creación tiene un nombre poco glamoroso, TCP/IP, pero sin ella nuestra sociedad sería muy distinta. La idea consiste en una especie de sobre digital que todas las máquinas pueden leer para hacer que el mensaje llegue a su destinatario.
Cerf vino esta semana a Chile en su calidad de "vicepresidente y evangelista jefe de internet" de Google. Se reunió con parlamentarios, autoridades, estudiantes, académicos, ejecutivos de empresas, prensa y entusiastas de la tecnología. Viaja por el mundo dando la buena nueva de internet: la necesidad de una red abierta, libre, democrática y accesible para todos.
"Queríamos que nuestro protocolo se transformara en el estándar internacional, por lo tanto no debía haber ninguna barrera. No protegimos nada, publicamos todo abiertamente".
Su risa es tímida y deja la impresión de que detrás de su cuidada diplomacia hay una ironía que se mantiene a buen resguardo frente a extraños. A diferencia de otros próceres de la red, Cerf no se hizo rico gracias a su aporte. De hecho, supo hace poco que una copia original del artículo que lo inició fue vendida en 35 mil dólares. Cinco años atrás el precio era de apenas US$5 mil. Cerf y Kahn podrían haber patentado su invención, pero decidieron no hacerlo. "Queríamos que nuestro protocolo se transformara en el estándar internacional, por lo tanto no debía haber ninguna barrera", explica. "No protegimos nada, publicamos todo abiertamente. Lo más increíble es que estábamos en medio de la guerra de Vietnam ¡y una oscura oficina del Departamento de Defensa estaba regalando esta invención a todo el que la quisiera!".
La verdad es que a esas alturas la naciente red se había alejado mucho de sus orígenes en el mundo militar. Al principio, es cierto, el objetivo de ARPA era el desarrollo de sistemas computacionales para tareas de comando y control, pero su única gran creación fue Arpanet. A principios de los setenta, las redes ya habían tomado vida propia.
Cerf cree que los valores originales de internet (y de las decenas de ingenieros y académicos que contribuyeron a cada uno de sus avances) no han desaparecido del todo: están presentes en el mundo universitario, por supuesto, pero también en muchas partes de internet, con un gigantesco flujo de información que las personas ponen a disposición de otras sin cobrar un centavo. Por supuesto, también están los que quieren ganar dinero, pero para Cerf eso no es un problema: "Sin la participación de las empresas con fines de lucro, probablemente no tendríamos acceso a internet en nuestras casas o nuestros teléfonos".
El "evangelio" que predica tiene tres "dogmas" fundamentales que se entrecruzan a cada momento en nuestra experiencia online: libertad, derechos de propiedad y pensamiento crítico.
En principio coincide con la noción acuñada por el escritor Stewart Brand (y popularizada por John Perry Barlow, letrista de Grateful Dead) de que en internet la información quiere ser libre ("free" en inglés, con su doble acepción: libre y gratis). Aunque tiene sus bemoles. Uno es que defiende los derechos de autor, y predica con el ejemplo: compra su música en iTunes y sus películas en Netflix. Pero dice también que la libertad es fundamental: las personas deben tener el derecho y la capacidad de comunicarse entre ellas; deben poder exigir transparencia a sus gobiernos y también a las empresas. "El libre intercambio de información está en la esencia de internet: la red tiene un componente de interacción social desde sus inicios, por eso debe asegurarse el derecho de todos a entregar y recibir información". La única restricción a esa libertad, para él, es la privacidad: "Cuando usas internet debes poder sentirte seguro, y hoy eso no es así. Hay que aumentar la seguridad de nuestros datos personales, eso es urgente".
"El libre intercambio de información está en la esencia de internet: la red tiene un componente de interacción social desde sus inicios, por eso debe asegurarse el derecho de todos a entregar y recibir información".
A pesar de su entusiasmo, no sobrevalora el papel de internet en la "primavera árabe", en el movimiento de los indignados, en los saqueos de ciudades británicas o en la ocupación de Wall Street. Dice que lo que estamos viendo es básicamente "el uso de internet para la coordinación de la participación civil, incluso de la desobediencia civil. Esa coordinación ha existido antes, sólo que internet la hace mucho más efectiva".
Para él, el futuro de la red tiene tres pilares: habrá cada vez más aparatos conectados a la red, hasta llegar a un momento donde no exista un solo artilugio electrónico que no esté en línea; el acceso no tendrá ninguna limitación territorial; y la banda ancha será realmente ancha (está enterado de las estrecheces en estas latitudes).
Pero sobre todo, para el padre de internet el futuro de la red es amplio, democrático e ilimitado. Pone su fe en dos avances que están en camino. El primero es la versión 6 del Protocolo Internet, que multiplicará las direcciones IP hasta llegar a unas 4,3 billones de billones de billones (sin exagerar). Esto se logra al pasar desde el número binario de 32 bits que se usa actualmente a uno de 128 bits. En junio pasado esta "nueva red" tuvo su prueba inicial durante un día, y todo anduvo bien. En junio del 2012 se probará durante una semana. Y en junio del 2013 comenzará a convivir con la versión actual del protocolo, y que, en una poética coincidencia que Cerf se encarga de remarcar, cumplirá en esas fechas justamente 30 años de existencia.
El segundo avance que hace vibrar a Cerf es el proyecto O3B: Other Three Billion, encabezado por Google, y que a través de satélites con órbita de baja altura (8 mil en vez de 36 mil kilómetros de la superficie de la Tierra) espera cubrir con mayor velocidad todas las zonas del planeta que hoy no cuentan con un buen servicio: es decir, una internet de alta velocidad para los países más desfavorecidos (esos otros tres mil millones que a veces pareciera que no existen).
Por todo esto Cerf mira al futuro y ve que es bueno. Nada mal para el enviado especial más ilustre del pasado de internet.