Por Antonieta De la Fuente Octubre 31, 2009

El jeque árabe no lo podía creer. Desde el cielo, era sólo una gran mancha calipso que contrastaba con las oscuras aguas del Pacífico. Pero a medida que el helicóptero se acercaba a Algarrobo, la mancha comenzaba a tomar forma. Era la piscina de aguas cristalinas más grande que había visto. Ya en tierra, miró de cerca la enorme laguna turquesa rodeada de arenas blancas y palmeras, que se alzaba frente al mar. Veleros y kayaks cruzaban las aguas, mientras las familias tomaban el sol. El rostro del jeque se iluminó. Y decidió, en ese minuto, que replicaría ese proyecto en Dubái.

Fernando Fischmann, el ingeniero bioquímico dueño de San Alfonso del Mar, ha visto esa misma reacción en todos sus invitados. Desde que hace dos años fundó la empresa Crystal Lagoons para llevar su creación al resto del mundo, no ha habido ningún empresario que luego de visitar su complejo en Algarrobo se haya ido sin cerrar contrato. Así pasó con jeques de los países árabes y los empresarios inmobiliarios más reconocidos del mundo, como la familia Sharbatly -con quienes levanta dos megaproyectos en Egipto-; Nasir Schon, uno de los hombres más ricos de Pakistán -y dueño del proyecto Dubai Lagoon-; y Eduardo Fernández León, con quien está inaugurando una laguna en Las Brisas de Santo Domingo y con quien creó una sociedad para desarrollar el proyecto de segunda vivienda más ambicioso de Chile: Bahía Tricao, a un costado de Las Brisas.

Hoy, su empresa construye 80 lagunas en distintos lugares del mundo y los proyectos inmobiliarios asociados alcanzan las 140 mil viviendas. Su modelo de negocio es simple, pero efectivo: Fischmann recibe un porcentaje de la venta de cada uno de los desarrollos en los que participa. Una especie de royalty por poner su tecnología a disposición.

Desde que hace dos años Fernando Fischmann fundó la empresa Crystal Lagoons para llevar su creación al resto del mundo, no ha habido ningún empresario que luego de visitar su complejo en Algarrobo se haya ido sin cerrar contrato. De hecho, entre noviembre y febrero habrá por lo menos cuatro nuevas lagunas de aguas cristalinas en el mundo: Las Brisas de Santo Domingo, Dubai Lagoon, Panamá y Sharm El Sheik en Egipto.

La inversión total de los complejos que se levantan actualmente alcanza los US$ 60 mil millones. Hasta ahora, algo de las ventas en verde ha llegado a sus bolsillos. Pero las verdaderas ganancias vendrán desde el 2010, cuando se inauguren los primeros megaproyectos. Entre noviembre y febrero, habrá por lo menos cuatro nuevas lagunas de aguas cristalinas en el mundo: Las Brisas de Santo Domingo, Dubai Lagoon, Panamá y Sharm El Sheik en Egipto -que desterrará a San Alfonso del Mar del Record Guinness, con 12 hectáreas de agua-.

Se trata de la primera empresa chilena que a sólo dos años de su creación, recibirá royalties por US$ 400 millones. Y eso es sólo por ahora. Las proyecciones -conservadoras según el gerente comercial de la firma, Eduardo Klein-, apuntan a que Crystal Lagoons construirá 1.668 lagunas en el mundo en la próxima década, lo cual es apenas un 5% del mercado potencial a nivel internacional.

La fórmula

San Alfonso del Mar

San Alfonso del Mar

Para llegar la combinación perfecta entre los químicos, filtros y arquitectura que hoy permite que las aguas de sus lagunas sean transparentes como las del Caribe, Fischmann tuvo que invertir tiempo. En su primer intento, en San Alfonso del Mar, estuvo probando por más de seis años, hasta que dio con la fórmula precisa en el 2006. Ese aprendizaje incluyó viajes por el mundo en busca de experiencias similares e incluso una asociación con la Fundación Chile.

Hoy, la tecnología consiste en pequeños inyectores ubicados en lugares estratégicos de las enormes piscinas, los cuales liberan los "pulsos de desinfección" con una mezcla precisa de químicos para desinfectar el agua. Otro de sus secretos está en el sistema de filtración: si una piscina normal filtra el 100% del agua cuatro veces al día, el modelo de Fischmann filtra sólo un pequeño porcentaje; y así utiliza el 2% de la energía que usa una piscina tradicional. El liner que se ubica en el suelo de las piscinas -y que se manda a fabricar en Estados Unidos- y los equipos ultrasónicos que se importan desde Holanda también contribuyen.

Especial Tecnología: La ciencia y el negocio de una gran laguna

Para monitorear que las aguas estén siempre cristalinas, la empresa cuenta con un sistema remoto. Los técnicos del Departamento de Aguas, explica Klein, pueden -desde su oficina en Santiago- ver si los niveles de químicos en Dubái o Egipto son óptimos y, con un solo clic, pueden dar la orden remota a los sistemas de pulsación para agregar más cloro o filtrar una mayor cantidad de agua.

Una propuesta por día

Pese a la magnitud de sus proyectos, Crystal Lagoons es una empresa pequeña. Sus cuarteles centrales están en una oficina ubicada en uno de los tantos edificios de Avenida Kennedy. Allí trabajan sólo 30 personas, entre arquitectos, ingenieros, dibujantes, el área comercial y operaciones. Todos los trabajadores, exceptuando a Fischmann (55), tienen menos de 35 años. Cuando armó su negocio, el empresario decidió que si se trataba de una empresa tecnológica debía contar con un equipo joven, familiarizado con la innovación y que tuviera disponibilidad para viajar seguido fuera de Chile.

Fischmann participa activamente de la gestión de la compañía. Llega todos los días a las 9 a.m. y se va junto con el resto de los trabajadores cerca de las 7 de la tarde. Está encima de todos los proyectos y es lejos el que más viaja para mostrar sus lagunas a los desarrolladores inmobiliarios más millonarios del mundo.

Hasta ahora, Crystal Lagoons no ha gastado un solo peso en publicidad. Los clientes llegan solos, motivados especialmente por el Guinness que obtuvo San Alfonso del Mar en 2007, cuando fue reconocida como la piscina más grande del mundo con sus 8 hectáreas de agua. Eduardo Klein dice que reciben, al menos, una propuesta diaria para construir nuevas lagunas. "Más que cazar a los clientes, los clientes nos han cazado a nosotros", dice el gerente comercial.

Pese a la magnitud de sus proyectos, Crystal Lagoons es una empresa pequeña. Sus cuarteles centrales están ubicados en Avenida Kennedy. Allí trabajan sólo 30 personas, entre arquitectos, ingenieros, dibujantes, el área comercial y operaciones. Todos, exceptuando a Fischmann (55), tienen menos de 35 años.

Así fue como Eduardo Fernández León llegó a Crystal Lagoons. El empresario quería darle un segundo aire a su proyecto emblema, Las Brisas de Santo Domingo, y pensó entonces en una laguna. Contactó a Fischmann y, tras conocer San Alfonso del Mar, se convenció de que era la mejor manera de revalorizar su complejo. No se equivocó. Las ventas de las Brisas se dispararon: este año proyectan vender 50 viviendas, frente a 15 de 2008.

Fernández León se entusiasmó tanto, que se asoció con Fischmann para levantar juntos Bahía Tricao, un complejo que pretende ser el proyecto de segunda vivienda más grande de Chile. Y no con una, sino con tres lagunas.

Sólo en Chile hay 17 proyectos en ejecución y cerca de 10 en carpeta. Según Klein, "hoy no hay proyectos grandes que no incorporen laguna, porque si no tienes laguna no puedes competir. De aquí a diez años todos los complejos, tanto de segunda vivienda como de primera, incorporarán lagunas".

Consciente de que el negocio se agranda a pasos agigantados, Fischmann buscó ayuda. Hace un mes contrató los servicios de Boston Consulting, firma experta en asesorías de administración y estrategias de negocio. Juntos trabajan para valorizar la empresa y determinar su potencial, para que la empresa esté preparada para la infinidad de proyectos que según sus cálculos empezarán a llegar en los próximos años. Entre las decisiones que deben tomar, por ejemplo, está la de mantener las oficinas centrales de Crystal Lagoons en Chile o trasladarlas a un lugar que permita tener un manejo más global, como Miami.

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