Por quepasa_admin Enero 9, 2010

Conmemoraciones como el Bicentenario tienden a poner en relieve los cambios que como sociedad hemos experimentado. Las modernizaciones de la sociedad chilena han quedado muy bien plasmadas en el último número de Qué Pasa. Sin embargo, es aun más interesante hacer el ejercicio de analizar las persistentes continuidades históricas del 2010, porque resitúan las tareas aún pendientes de la modernidad chilena.El Bicentenario puede ser una oportunidad para revisitar temas país, como la concentración de la riqueza y el clasismo, tímidamente esbozados en el apartado "Los dueños de la capital", o bien, replantearnos el problema mapuche, el racismo y la concentración de la tierra en el sur de Chile. Si miramos atrás, tal vez descubriremos que en materia de desigualdades, el Chile de entonces y el actual son muy similares.

Claudio Barrientos Barría. Director Escuela de Historia UDP

A la llegada del Centenario, el país y la ciudad de Santiago estaban preparados y expectantes. El Bicentenario nos toca de sorpresa o distraídos en otros afanes.

El Centenario conjuga la construcción, reintervención y puesta en valor de un conjunto de monumentos de colonias extranjeras que se dispersan y configuran los principales espacios públicos de la ciudad, engalanada hasta hoy.

Mención aparte merece el registro de la expansión de Santiago, donde una primera ciudad de 1910 permite cruzarla de borde a borde en cualquier sentido en poco  más de una hora de caminata. Con todo lo que ello significa: conocerla entera, en todas sus partes, en un paseo a pie. Hoy un trayecto equivalente requiere de más de seis o siete horas.

Pero no todo es tan distinto. Valga de ejemplo el plano de los "dueños de la capital", donde desde siempre el mejor negocio ha sido convertir suelo rural en urbano. Desde entonces las ciudades crecen despavoridamente. No porque lo necesiten, sino porque es un buen negocio.

Pedro Bannen Lanata. Director del Instituto de Estudios Urbanos  y Territoriales de la UC

De qué meritocracia me hablan

Tras leer el artículo "¿De qué meritocracia me hablan?" publicado por la revista Qué Pasa, con los resultados académicos de un grupo de destacados alumnos de liceos municipales, me queda la sensación de estar frente a una mirada pesimista, donde los esfuerzos personales y familiares de miles de estudiantes del sistema público parecieran ser inútiles.

Esto de ver el vaso medio vacío nos hace un flaco favor al momento de construir un país con más oportunidades. Por eso, los invito a conocer una experiencia que da cuenta del vaso medio lleno. Se trata del Liceo Antonio Hermida Fabres de Peñalolén, ubicado en el corazón de Lo Hermida, uno de los sectores más vulnerables de nuestra capital. El año pasado, 18 de sus alumnos ingresaron a universidades públicas, privadas e institutos profesionales. Todos están becados y son la primera generación de sus familias en llegar a la educación superior. Este año, marca un hito entre los egresados, por primera vez tenemos una alumna matriculada en Medicina y un alumno en Plan Común de Ingeniería  en una de las mejores universidades del país.

El mérito existe y las oportunidades también. Por supuesto que falta muchísimo aún para darnos por satisfechos, lo que necesitamos es persistir en el esfuerzo de calidad y equidad y seguir trabajando para que todos los hijos de esta tierra puedan lograr sus sueños.

Cecilia Jara. Directora de Educación Municipalidad de Peñalolén

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