Por Eugenio Severín* Junio 11, 2010

¿Podemos mejorar la calidad de la educación en Chile gracias a las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TICs)?

Depende.

Si las imaginamos como una solución mágica, cuya sola presencia (en la forma de notebooks, netbooks, teléfonos o pizarras interactivas) gatillará una corriente inevitable de cambios y mejoras, la respuesta es no, imposible.

En cambio, si las imaginamos como un instrumento, una palanca que genera y apoya cambios de fondo en las prácticas educativas de todos los involucrados (docentes, directivos, estudiantes y apoderados), sí, ciertamente.

Ésta es la reflexión de fondo que quedó en el aire entre los asistentes al seminario De la Tiza al Clic, organizado por el Banco Interamericano de Desarrollo, el Centro de Microdatos de la U. de Chile y el Ceppe de la U. Católica. Los estudios presentados por los panelistas nacionales e internacionales apuntaron en la misma dirección: el desafío no es tecnológico sino educativo. No se trata de preguntarnos si queremos o no incorporar tecnologías, ni menos cuáles tecnologías, sino cómo aprovecharemos las oportunidades que el uso de TICs nos ofrecerá para mejorar los resultados educativos.

Los resultados de la prueba Simce dados a conocer días atrás no hacen sino ratificar la urgencia de concentrar los esfuerzos y los recursos en la mejora de los resultados de aprendizaje. Pese a los éxitos en la ampliación de la cobertura, las escuelas no logran revertir, y en algunos casos acentúan, las diferencias sociales de origen.

Por supuesto, sobre todo al conocer en el seminario las experiencias de uso de TICs en educación en Corea, Uruguay y Maine, la idea que ronda es la de entregar un computador a cada estudiante. Esto también conlleva las esperanzas y temores que esta estrategia despierta en cada uno.

Probablemente en 10 años más miraremos hacia el 2010 y nos preguntaremos por qué destinamos tanto tiempo a discutir algo tan obvio: ¿quién pudo poner en duda las ventajas  de que cada niño tuviera un computador y conexión a internet? Será tan absurdo como preguntarse por qué hay computadores en los bancos, las agencias de viajes o en los hospitales.

El acceso a un computador para cada estudiante es cuestión de tiempo. Poco tiempo. Y la pregunta hoy es si Chile se está preparando para hacer de este cambio una oportunidad.  Ello requiere de escuelas capaces de ofrecer contenidos y metodologías renovados -producto de políticas coherentes, implementados por docentes y directivos capacitados e involucrados y acompañados por familias comprometidas y estudiantes entusiastas y protagonistas de sus aprendizajes.  

¿Puede Chile darse el "lujo" de considerar la entrega de un computador a cada estudiante? Hacerlo tiene un costo aproximado de 250 millones de dólares anuales. ¿Parece mucho? Pongámoslo en perspectiva. Esa cifra representa el 0,15% del Producto Interno Bruto anual de Chile o el equivalente al 3% del presupuesto anual del Ministerio de Educación.

No todo ese monto se alcanza con recursos frescos. Si se suman los presupuestos actuales de Enlaces -el programa de informática educativa del ministerio-, el de impresión y distribución de textos escolares y el de impresión y distribución del Simce, por mencionar sólo aquellos más obviamente beneficiados de las ventajas de la iniciativa, ya habría disponible cerca del 20% de los recursos necesarios.

En América Latina se está desarrollando este tipo de estrategia en Brasil, Argentina, Paraguay, Perú, Colombia, Venezuela, Honduras, Nicaragua, Trinidad y Tobago, Haití y México. En el mundo desarrollado, se ha implementado exitosamente en España, Portugal, EE.UU. y Canadá. Hace pocos meses, el BID y la OCDE organizamos una conferencia internacional en Austria, cuyo único objetivo fue conocer de las experiencias ya desarrolladas de entrega de computadores para estudiantes e iluminar la preparación de proyectos en otros países.

Una de las preocupaciones respecto de este tipo de proyectos, es si el contexto local y el ambiente institucional son los apropiados. En otras palabras, si hay fortaleza en el país para apoyar el proyecto con una industria de contenidos digitales, de soporte tecnológico y asistencia técnica, con marcos legales actualizados y políticas de largo plazo. Varios de los países han visto esta aprensión como una oportunidad de país, generando un cluster alrededor, y por lo tanto vinculándolo a los esfuerzos de competitividad, empleo, innovación y desarrollo productivo.

En síntesis, Chile posee un desarrollo maduro de acceso y uso de TICs en su sistema escolar, y tiene urgencia de intentar soluciones que aporten a la mejora de la calidad. La distribución de computadores a todos los estudiantes tiene un costo razonable para los estándares de desarrollo del país y constituye una oportunidad para ofrecer una estrategia disruptiva respecto de las prácticas educativas actuales, las que no han logrado moverse un punto, pese a los recursos invertidos en programas y políticas razonables. Una política en esta línea, que considerara todas las variables y las integrara coherentemente con la política educativa, sería un intento audaz e innovador por remecer el sistema escolar.

*Especialista en educación del Banco Interamericano de Desarrollo.

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