Si hasta ahora la última frontera se dibujaba unos kilómetros al norte de Temuco, en Traiguén, hoy ya llega hasta Futrono, lago Ranco, latitud 40° sur. Ahí, en el último confín, hoy se diseñan los vinos más australes y con más personalidad de Chile. Es ésta una exploración que no para y la tentación de querer domar lo indómito bien puede llevar a seguir avanzando más hacia el Sur.
Por muchos años, la mayoría de los vinos chilenos provino de la zona central del país, desde el Maipo hasta Curicó. Pero, son las producciones de las zonas más extremas -Limarí, en el Norte, y Malleco, en el Sur- las que están aportando nuevos relieves al vino chileno. Lo cierto es que con estos terroirs conquistados, el Sur está en la mira.
Una de las primeras bodegas en atreverse fue Viña Aquitania, con su vino SOLdeSOL chardonnay, cuyo viñedo fue el más austral del país, en Traiguén. Se trata de un chardonnay elegante y voluptuoso, mineral y fresco, lleno de fruta blanca de rica acidez, parido en cuatro hectáreas. La experiencia despertó el apetito y mostró que algo había en el Sur.
Un tiempo después, comenzaron los elogios para los vinos de Cono Sur, del Valle del Biobío, gracias a su impecable y floral gewürztraminer. Un poco más al norte, en Negrete y Mulchén, se instalaron bodegas más grandes, como las del grupo Córpora, que con Veranda y Agustinos plantó más de 300 hectáreas, logrando vinos frutales, frescos y directos. Es el caso del pinot noir, que logró una expresión auténtica y varietal, delicada pero ágil, frágil y fibrosa.
Constanza Schwaderer, ex enóloga de ambos proyectos, cree en la potencia y riqueza de la zona. Diversidad es la palabra que la define y permite "obtener cosas bien distintas, usando las mismas variedades. En BioBío los suelos son volcánicos, los que van desde trumaos -suelos negros, livianos y profundos- hasta arcillosos -rojos y pesados, con piedras en descomposición, de lechos de ríos y arena-. La suma de todo ello da vinos diferentes".
Así es el Sur, sus suelos forman un verdadero mosaico. Pedro Parra, viticultor y experto en terroir, lo explica: "La geografía del Sur está marcada por fenómenos tectónicos muy violentos, volcanismo explosivo, granitos y pizarras muy antiguas". Parra junto a Albert Cussen, socio de Alto Las Hormigas, en Mendoza; el enólogo Francisco Leyton, quien vinifica los vinos de la Viña José Bunster; y François Massoc, enólogo de Calyptra, dieron vida a Clos des Fous. Un proyecto que, como cuenta Leyton, "trata de hacer los vinos que nos gustan, fuera de las modas y el mercado". Lo dice sosteniendo un Clos des Fous chardonnay 2010 que, aunque proviene de Alto Cachapoal, refleja lo que quieren hacer con las dos hectáreas que tienen en Traiguén. Cuando esas plantas estén produciendo, la fruta irá a parar a esa misma botella y, de seguro, enriquecerá lo que ya tienen: un chardonnay mineral, eléctrico, nervioso, de acidez frontal, no muy largo en boca, pero vibrante y exquisito. Una historia que se repite con Alto Las Gredas, desde donde se obtiene un chardonnay de línea mineral y elegante, el que proviene de apenas una hectárea y media.
El Sur se puede seguir sondeando, aunque gracias al afán exploratorio de Argentina no somos los más extremos de América.
Aquitania logró contagiar a varios con esta idea sureña y su apuesta no se redujo sólo a SOLdeSOL chardonnay. Luego llegó el turno de su pinot noir. Este segundo vino, lleno de fruta roja, lo suficientemente elegante como para entregar un poco más de potencia sin distorsionar la esencia de la variedad. En la zona, conviven ambas cepas. Una pequeña Borgoña donde rara vez sale el sol y con una pluviometría de unos mil milímetros al año. Sus plantaciones son muy nuevas, casi experimentales. Para Francisco Leyton, la falta de sol es justamente lo que los seduce. Es cierto, el terruño fue el que definió el proyecto -la mineralidad de sus suelos, las fisuras, el granito alterado y evolucionado, que hace que la planta se alimente de la roca misma y transmita ese sabor. Pero son esos cielos nublados los que les permiten obtener una maduración lenta y una fruta fresca, baja en alcohol.
Pedro Parra, quien ha trabajado con viñas como Concha y Toro y Undurraga, es un convencido de que Chile tiene que explorar sus extremos. Todo bajo un concepto específico: "Producir vinos de estilo europeo, frescos, con frutos más rojos. Mi apuesta y mi experiencia van esencialmente por el sur costero y semicostero, ya que la geología es un 200% diferente". El periodista especializado Patricio Tapia, también lo cree: "Lo que se obtiene en el Sur es alucinante, está todo por descubrir. Incluso hay algunas parras plantadas en Chiloé, pero no son viñedos de carácter comercial. Lo que está empezando es una revolución. Necesitamos gente loca, que se atreva y quiera experimentar".
Y en eso están varias bodegas. Una de ellas es Casa Silva, que por primera vez saldrá de Colchagua. En Futrono, en la parte superior del lago Ranco, plantaron sauvignon blanc, chardonnay y pinot noir, estas dos últimas para elaborar un espumante con método tradicional o champenoise. Quien lidera el proyecto es Mario Geisse, enólogo que hace en Bento Gonçalves uno de los mejores espumantes de Brasil y, posiblemente, de Sudamérica. Mario Pablo Silva, gerente general de la bodega, lo explica: "Plantamos hace cuatro años, sabiendo que podríamos lograr vinos de grado alcohólico menor, pero con igual madurez de fruta". Casa Silva estrenará 3.000 botellas antes de fin de año. Una pequeña partida, pero será el vino proveniente del viñedo más austral de Chile.
El Sur se puede seguir sondeando; aunque gracias al afán exploratorio de Argentina no somos los más extremos de América. Nuestros vecinos tienen proyectos más australes, como los de San Patricio del Chañar, en Neuquén; General Roca, en Río Negro; y Hoyo de Epuyén, donde la bodega Weinert tiene la producción y comercialización de vinos más austral del continente, en la latitud 42º sur. Pero existen proyectos argentinos todavía más extremos en Tolhuin, Tierra del Fuego, en el paralelo 54,5.
¿Puede llegar Chile tan lejos? "Para mí, el futuro está en un equilibrio entre lo existente y la gente nueva que quiera producir unidades pequeñas, con ganas y cultura. Y el Sur es, al igual que Nueva Zelanda, un lugar que se adapta a eso", explica Pedro Parra, el segundo chileno, después de Eduardo Guilisasti, en ingresar al ranking The Power List Top 50, de la revista inglesa especializada Decanter.