Cuando la entrevista ya terminó y Francisco Chahuán se quedó solo en su oficina, se acordó de su padre. Antes, había recordado sus inicios como dirigente estudiantil, las veces que pensó en ser sacerdote, su triunfo sobre Joaquín Lavín en las últimas elecciones senatoriales, su vida en familia y la experiencia de ser uno de los senadores más jóvenes de la república y lo difícil que es, a veces, compatibilizar con los mayores, con aquellos que no entienden que el senador reciba a más de 30 personas al día en su oficina. Personas comunes y corrientes.
Pero había olvidado algo. Había olvidado a su padre. Entonces, llamó al periodista y le dijo que lo esperara, que debía contarle algo. Y bajó rápidamente de su oficina hasta el hall del ex Senado, en Santiago, y contó lo que había recordado: aquella tarde cuando estaba graduándose de cuarto medio -con honores, con un promedio de 6,94- y a su padre, durante la ceremonia, le dio un infarto y estuvo por largos minutos sin signos vitales. Pero volvió. Y se recuperó.
Fueron cinco años más, solamente, pues cuando Francisco iba a dar su último examen de Derecho en la universidad, a su padre le volvió a dar un infarto. Aunque esta vez ya no pudo recuperarse.
"Fue algo místico", dice el senador, "algo que me marcó para siempre". Y lo dice con el tono de quien está contando algo importante y un poco indescifrable, pero también con la tranquilidad que da el haber realizado parte de sus sueños: convertirse en senador, dedicarse al servicio público, saber que si hace bien su trabajo son muchas las familias que pueden tener una mejor vida.