"Viví gran parte de mi infancia en Italia. Fui una exiliada. En realidad fui una inmigrante, pero nadie nos dijo eso. Me marcó ese tiempo, eso de vivir con dos idiomas, con dos culturas. A pesar de que mis padres intentaron demostrarnos cierta normalidad y lo lograron. Fueron buenos años.
Volví a Chile en 1984 y fue un golpe. Venía de una infancia luminosa y de pronto me encontraba con Santiago, que era una ciudad en blanco y negro, todo callado. Fue, en realidad, un poco traumático. Entré a estudiar al Saint George y me preguntaban que por qué había estado en Italia. Me daba mucha rabia tener que explicar siempre que mi papá no era comunista sino socialista. En realidad la de los 80 fue una década con cero onda. Por eso, para mí, la llegada de los 90 fue un alivio. Otra música, otras cosas. Ahí entré a estudiar Literatura y me di cuenta que no quería hacer eso, que yo quería escribir. Entré a algunos talleres literarios, y un día me tocó leer en una Feria del Libro, y en el público estaba Alberto Fuguet. Le gustó mucho mi cuento y me invitó a escribir en la Zona de Contacto. Justo ahí mi vida se fue encauzando más. Años después fui a estudiar Literatura Comparada a París y luego volví, me enamoré, partí a Nueva York y ahora estoy acá. Entremedio publiqué Verano robado, tuve hijos y ahora, justo antes de cumplir 40 años, y cuando decidí quedarme en Valparaíso, lancé Memory Motel, que habla de esa vida en Nueva York. Es un libro muy personal. Es parte de una llaga. Pero estoy contenta de haber podido escribirlo".