Quieres tener el control, te das cuenta recién ahora. Todo en tu trabajo, reconoces, está estudiado, pensado. En tu estudio manipulas colores, transformas imágenes, maquillas la realidad, despliegas filtros, focos, humo. Ahora tienes 40 y piensas cómo es mirarse como otro, cómo sería si lo que vieras en el espejo fuera otra de esas imágenes que llevan tu firma. Alguna intervención hay, de partida. Pesabas más de 90 kilos y eso, dado que además tienes artritis, podía significar demasiada presión sobre tus articulaciones. Por eso la manga gástrica. Por eso ahora pesas 65 y te sientes bien. Y distinto. Te dicen que te ves joven; tú sólo sabes que te ves más feliz.
Y lo confiesas: cuando tenías 20 tu opción por la fotografía tenía que ver con una definición poco sofisticada. "Quiero estar rodeado de minas ricas a los 40", decías. Pero llegaste a eso antes, a los 30. Hasta Kate Moss ha pasado por tu lente; nada mal. Armaste una productora, tuviste una revista (Blank), editaste un libro (2:00 AM, este año). Ahora preparas otro libro, uno con un "trasfondo social", nuevamente con la noche de fondo, con personajes famosos descontextualizados. Lo que te pasa, a fin de cuentas, es que quieres cambiar. No le pongamos crisis de los 40, dices, pero sí, es cierto que, aunque no reniegas de ser un fotógrafo comercial, te encantaría dejar de serlo. Vivir de tu obra personal. ¿Y si te autorretrataras ahora, entonces? Tendría que ser "en pelotas", piensas. "Me siento como un recién nacido. Cambié físicamente, que es un renacer. Sería una foto bien básica. Cruda, sin filtro. En un paisaje como un desierto, limpio, despejado, con cielo azul". Una fotografía perfecta.