El asunto es crear. Son distintos los medios, pero el asunto, en el caso de Nona Fernández, es contar historias, mostrar realidades, emocionar. Lo hizo, en un comienzo, como actriz, tras estudiar Teatro en la Universidad Católica, y luego encontró otra forma: escribir. Primero libros, después guiones de televisión. Primero entró al taller literario de Antonio Skármeta, a mediados de los noventa -donde conoció a sus compañeros de generación (Alejandra Costamagna, Luis López-Aliaga, Andrea Jeftanovic, entre otros)-, y luego ingresó a un taller de guiones que impartió Jorge Marchant en TVN.
En ambos aprendió el oficio, pero en este último entendió que hacer teleseries era un camino en el que podía encontrar el sustento para vivir a cambio de contar historias, que es lo que siempre le gustó.
Y gran parte de esas historias, lo piensa ahora, han estado vinculadas a su infancia y a su adolescencia, marcadas por la dictadura militar. La última novela que publicó (Av. 10 de Julio Huamachuco), la última obra en la que actuó (Medusa) y la última serie en la que ha participado como guionista (Los archivos del cardenal) hablan de eso: de aquellos años cuando ella era escolar y salía a protestar.
"Recuerdo que Germán Marín decía que para él la dictadura era como Ítaca: siempre tenía que estar volviendo, y creo que es verdad. Tengo la fantasía de que en algún minuto me iré de ese lugar, pero siempre es una referencia, porque marcó mi infancia y mi adolescencia. Quizás podría ser otra cosa, pero nos tocó esto".