Por quepasa_admin Agosto 18, 2011

"A los 40 años, creo que estoy en la madurez de mi fe. Uno podría decir frente a todos estos acontecimientos que afectan a laIglesia, para qué fui sacerdote, pero en el fondo, si tuviera que tomar la opción nuevamente, lo haría".

Patricio Narváez es sacerdote en tiempos de crisis. Las denuncias de abusos sexuales contra miembros del clero lo han impactado en lo cotidiano. Hace poco, encabezando una procesión por avenida Fleming, un pasajero impaciente por el corte de tránsito le gritó desde una micro: "¡Ahí va el cura Karadima!".
 
Escenas impensables a fines de los 80, cuando comenzó a rondarle el tema de la vocación. Se crió en una familia de clase media, en Quinta Normal, estudió Química y experimentó con la fotografía, pero lo suyo era lo social. En su generación el número de postulaciones al seminario aún era importante: junto a él se presentaron 70 personas, y quedaron 33.

Narváez evita usar cuello clerical -aunque hizo una excepción para esta fotografía-. Sacerdote diocesano, se siente identificado con el estilo más informal y cercano a la comunidad de los jesuitas y se rebela frente al modelo tradicional de la Iglesia. Así, se desempeñó en la Vicaría de la Esperanza Joven, sintió "el silbido de las balas" en La Legua y hoy es párroco de Nuestra Señora de Apoquindo, en Colón Oriente.

Como director de la Comisión Nacional del Clero, teme que los cuestionamientos a la Iglesia impacten en las futuras vocaciones. "Los casos de abusos son muy pocos, pero debido al poder de los medios se ha producido una gran desconfianza. El dolor que uno siente ahora es cómo se juzga tan ligeramente. Ese aporte tan grande que ha hecho la Iglesia en la historia de nuestro país se ve menoscabado".

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