Una, dos, tres, cuatro, hasta ocho veces sonó el celular de María Irene Chadwick en dos minutos. Cuando la gente va llegando a su casa, la directora de Programación del gobierno parece ser la niña símbolo del famoso 24/7 con que se define el estilo de trabajo que impone Sebastián Piñera. ¿Abrumada? Sólo comenta que parece que anda con problemas de colon, pero sigue con la tarea inmediata: mirar a la cámara y dar poses en unos pocos clics, antes de tomar la cartera, revisar su BlackBerry y volver al auto, donde la espera Luis, su chofer-aliado que está atento para ponerle a Miguel Bosé, "a ella le gusta harto", dice él mirando por el retrovisor.
"Estar en La Moneda a los 40 me vino de perilla, porque fui concejal a los 28 en Macul y de allí empezaron todos a preguntarme si quería ser alcaldesa o diputada, pero yo estaba criando a mis niños (tiene cuatro, de 6 a 16 años). Esto apareció justo cuando todos estaban en el colegio. Así que cuando me lo ofrecieron dije 'me la juego'. Se dio todo", señala en el asiento trasero del auto que la tiene cruzando Santiago.
De familia política, la hija de Herman Chadwick recibió el consejo de sus tíos María Teresa Chadwick y José Antonio Viera-Gallo antes de pasar por la puerta del Palacio de gobierno. "Entra y dale con fuerza. Esto es muy duro, pero es la experiencia más linda", le dijeron. Ella se adaptó rápido gracias a una cualidad esencial: comparte el ritmo de su jefe. "Soy cien por ciento adicta a la adrenalina". Entre los pocos espacios que tiene la periodista para bajar las revoluciones están las clases de pilates que se imparten en La Moneda.
Se siente parte de una generación de "cuarentones" jóvenes, conectada y emprendedora. "A esta edad tienes energía mezclada con experiencia, algo que te hace sentir pisando firme", explica antes de despedirse y partir con Luis, "Luchito", quien en pocas horas más la seguirá viendo por el espejo.