Hay un padre y un abuelo que fueron carabineros. Hay una familia que se mueve a lo largo de todo Chile. Hay un niño -Alexis- que va de colegio en colegio y que no establece mayores lazos de afecto con las personas. No es intencional, simplemente es así: entrar a un colegio, conocer compañeros nuevos, hacer un par de amigos sabiendo que tendrá que partir cuando menos lo espera, pues a su padre lo trasladan siempre.
Hasta que llegan a Arica y allá se queda tres años. Termina el colegio y comienza su otra vida, una que también será la de un carabinero, pero en la que no habrá tantos traslados. No. La vida del mayor Alexis Ramírez derivará hacia viajes al exterior -España, Canadá, Estados Unidos-, pero en su caso serán viajes para estudiar, para ir entendiendo las nuevas tecnologías que Carabineros necesitaba incorporar en sus filas: las patrullas con GPS, las antenas satelitales, los helicópteros con cámara.
"Antes se pensaba que sólo se necesitaba el olfato policial, pero con los años la institución ha ido invirtiendo, y ahora cree en una policía científica, que toma decisiones con datos duros, con información precisa", cuenta el mayor, que egresó de Ingeniería de Ejecución en Informática en la Universidad de Santiago, y que se casó y formó una familia a la que no ve tanto como quisiera. Pero no se arrepiente: sabe que el trabajo en Carabineros es así de absorbente y lo disfruta. Por lo menos sus hijos no se mueven tanto como tuvo que moverse él.