Lo perdió todo: se retiró del fútbol, se separó de su mujer, fue estafado por un familiar que lo dejó en la calle, completamente endeudado.
Era 2006 y Rodrigo Goldberg veía cómo su vida se hacía pedazos. Pedazos de la vida de un delantero que había conseguido varios éxitos: el inolvidable bicampeonato 95-96 con la Universidad de Chile, formando dupla con un joven Marcelo Salas; su participación en la selección que jugó las eliminatorias al Mundial de Francia 1998; su paso por el fútbol israelí, siendo campeón y goleador en el Maccabi Tel Aviv. Años cuando Goldberg se dedicaba a desbordar y centrar para que los goleadores hicieran lo suyo; un puntero que en aquellos años no había.
Pero llegó 2006 y todo se quebró. Un año antes había vuelto a jugar fútbol con Santiago Morning y lograba reencontrarse con lo que más le ha gustado hacer en la vida. Pero ya en ese entonces había formado una empresa con un "familiar", pues sabía que pronto se retiraría del fútbol. Pero a la empresa le empezó a ir mal. Y eso lo distrajo: noches de insomnio, lágrimas, depresión de meses.
Entonces, no aguantó más y dejó el fútbol. Y la empresa quebró. Le embargaron todo.
Y ahí estaba su vida hecha pedazos. Y fue ahí cuando entendió que debía hacer algo, que tenía 3 hijos que le daban sentido a todo y que no los podía abandonar.
Se fue a vivir con sus padres a Malloco y se acordó que nunca nada había sido fácil en su vida. Y convirtió esos escombros en algo nuevo.
Lo llamaron del CDF para que comentara los partidos del fútbol chileno, y luego comenzó a escribir columnas en Publimetro y en La Tercera, y también lo llamaron de Radio Bío-Bío.
Ahora, Rodrigo Goldberg no tenía que desbordar y centrar; ahora, simplemente, debía saber comunicar su experiencia como jugador y analizar ese deporte que tantas alegrías le trajo.
Y lo hizo bien. Y se consolidó. Y fue tanto así, que TVN lo contrató como comentarista para acompañar a Pedro Carcuro durante la transmisión de la última Copa América.
"Imagínate. Yo escuchaba los relatos de él y de pronto estaba a su lado. Es algo impagable", cuenta.
Poco a poco pudo ir pagando las deudas y su vida se rearmó. De hecho, decidió estudiar Ingeniería Civil Industrial en la Universidad San Sebastián. Sólo le queda un año para recibirse. A los 40, el polaco Goldberg es un tipo que se reinventó. "Los niños fueron los que más me contuvieron durante todos esos años duros", dice y agrega: "Cuando pienso en mi carrera, siento que fue, en general, correcta. Yo la disfruté mucho, pero sí hay cosas que no hice bien, como por ejemplo no haberles dicho a mis padres, cuando tenía 17 años, que me quería dedicar al fútbol en lugar de estudiar para la Prueba de Aptitud Académica. Ahí perdí tiempo que después nunca pude recuperar. O haber trabajado con un psicólogo mis miedos. Porque yo me ponía muy nervioso cuando entraba al área, pero si eso lo hubiera trabajado, quizás las cosas hubieran sido distintas".
Pero eso ya pasó, dice, como también pasaron ya esas dos cosas pendientes que dejó en su carrera: jugar en España e ir a un mundial.
Pero ya no piensa en eso. Ahora piensa en su trabajo, en la selección chilena, en esta nueva generación de futbolistas a los que admira. "Tú ves a Alexis o a Vidal y sabes que son jugadores que están muy mentalizados en su profesión. Supieron aprovechar esas pocas oportunidades que se le presentan a un futbolista. A mi generación le faltaron oportunidades, o quizá nos faltó buscarlas. Tal vez no supimos hacerlo".