Por quepasa_admin Agosto 18, 2011

"Desde los cuatro años que quería cumplir 40. Tenía la fantasía de que a esta edad podía ser yo, con muchos temas ya despejados. Me encanta esto, que parece muy difícil, de poner los pies en la realidad.

Siempre encontré una lata la juventud y su infinita confusión, desde chica. Es muy fome no saber. Y no hablo de conocimiento abstracto, sino del que otorga la experiencia. Por eso creo que la expectativa por los 40 fue tan positiva. Ese día abrí los ojos y dije: 'Por fin llegué'.

Por el trabajo de mi padre, en São Paulo, viví fuera de Chile desde los cinco a los 17 años. Me vine de Brasil sola. Fue una decisión romántica y épica. Regresé con muchas ganas de entender y chequear un lugar que no conocía en lo más mínimo. Lo que más me impresionó era la incapacidad de establecer verdades en los hechos.

Por eso no es raro que mi trabajo sea bien referido a este país. Más que historia, Chile tiene mitos, sobre todo, en los pasajes conflictivos. Hay versiones, como si los hechos no fueran uno y punto. Mi primer choque con eso fue temprano, a los 20 años, cuando me puse a hacer el mural El sitio de Rancagua.

Allí entra en pugna la idea de lo que abordo hasta hoy en el proyecto Histeria/Historia. Cómo se riñen estas verdades. Trabajo con documentos en lo que llamé La biblioteca de la no historia de Chile, donde tomo las fichas que desclasifica la CIA -sí, esas que venían tachadas- sobre el país.

¿Y el Chile de 2011? Está masticando la subjetividad: HidroAysén, igualdad, estudiantes. Eso que a uno le daba miedo, ese país desideologizado, está pensado desde una lógica modernista. Me gustan los estudiantes con sus nuevas formas de protestar: alegres, creativas. Lo que nos tocó a nosotros era denso y grave. Ahora lo que veo es confuso, pero tiene que ser confuso".

Foto intervenida por Voluspa Jarpa.

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