Por quepasa_admin Agosto 18, 2011

Recuerdas muy bien que tu vida cambió ese día cuando te llamaron desde el supermercado Lider y te dijeron que necesitaban tu ayuda -la ayuda de EMAN, la empresa que fundaste junto a dos empresarios vascos-  para poder hacer su propio "cola de mono". Tú habías trabajado en la fórmula, habías invertido -junto a tus socios-tiempo, trabajo y mucho dinero, y no llegaban los resultados. Hasta esa llamada. Ahora te ríes, pero sabes que no fueron tiempos fáciles. Que, en realidad, nunca nada fue tan fácil: naciste en Santiago pero te fuiste a vivir a los 4 años a Valdivia y nunca dejaste esa ciudad. Estudiaste Ingeniería en Alimentos, y luego volviste a Santiago a trabajar en una empresa de condimentos. El cambio fue duro: los largos recorridos, la responsabilidad de dirigir a 70 personas. Pero te fue bien. Fuiste ascendiendo. Y una cosa llevó a la otra, como en las películas románticas: un día te diste cuenta de que querías emprender. Conociste a los dos empresarios vascos y nació EMAN.

Y fue como empezar de nuevo: sin conseguir clientes, sin dinero, volviste a Valdivia. Ahí  entraste a la Iglesia Evangélica y descubriste un sentido distinto para tu vida. Sentiste que el sentido lo daba Dios. Y, de pronto, un mes después de esto, te llamó tu primer cliente grande. Ahora en tu empresa trabajan 18 personas. Además, eres uno de los emprendedores de Endeavor, la organización que impulsa las iniciativas de alto impacto para el desarrollo del país. Y tú sigues poniendo todas tus expectativas en Dios. Sabes que no es fácil emprender en Chile, pero que hay que tener paciencia y perseverancia. Y fe, por supuesto.

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