Privado desde las seis de la tarde hasta la medianoche (la cuota anual va de los 780 a los 1.500 euros anuales) y abriendo sus puertas al público (pero un público inevitablemente vip), leo que Silencio es el club al que hay que pertenecer hoy por hoy si se es o se quiere ser alguien en la noche parisina. Último emprendimiento de David Lynch -recordar la repetición mantrifoide de la palabra silencio al final de la formidable Mulholland Dr., de la que, parece, se viene segunda parte-, ubicado en el 144 de la rue Montmartre donde, me entero, alguna vez tronó la imprenta que imprimió el Yo acuso de Émile Zola. Así, nada se pierde y todo se transforma y ahí laten hoy una catacumbas de lujo -costó 3.000.000 de euros y un año de refacciones- con mobiliario diseñado por el cineasta y música ambiental de su buena amiga Patti Smith. Pero, seguro, también suenan allí los ambientales y opiáceos y sonámbulos tracks del flamante álbum de Lynch: Crazy Clown Time. Ya saben: el sitio ideal para que las señoritas perfectas muestren su lado oscuro y para que bailen los enanos en habitaciones rojas.
silencio-club.com/