Estaba en mi cama, con la computadora en las piernas, esperando la medianoche. Y pasados unos minutos del miércoles, la página de inicio de Wikipedia se convirtió en una pantalla negra donde destacaba la frase "Imagina un mundo sin conocimiento libre", en la que free también podía traducirse como "gratis".
Los culpables de que la sexta página más visitada del mundo apagara su sección en inglés por 24 horas son dos proyectos de ley que avanzan por el Congreso de Estados Unidos bajo los sonoros acrónimos de SOPA y PIPA. El objetivo formal de ambas es detener infracciones a la propiedad industrial e intelectual en internet, para lo que crean mecanismos que podrían bloquear sitios completos a través del sistema de nombres de dominio, y castigar a los infractores a través de las compañías de transferencias de fondos y avisaje electrónicos que negocien con ellos.
Pero esas medidas -que cuentan con el respaldo de la poderosa Cámara de Comercio de EE.UU. y las asociaciones de productores de películas y discos- lograron lo que pocos habían conseguido: que la efervescente y competitiva comunidad de internet se uniera en torno a una causa. Al apagón en protesta de Wikipedia se unieron sitios como Google, Tumblr, Bong Boing, WordPress y la revista Wired.
La campaña que habían montado empresas, académicos y activistas consiguió en pocas semanas redibujar el mapa del debate. No sólo se instaló convincentemente la idea de que los proyectos de ley permitirían en la práctica dejar en negro y censurar partes de internet, sino que las medidas podrían detener los avances tecnológicos y contribución económica de la red. (En una carta enviada al Congreso, las grandes empresas de internet hicieron notar que un estudio reciente indicaba que internet contribuía con el 3,4% del GDP o más en 13 países, mientras que una misiva similar firmada por entidades no gubernamentales comparaba a SOPA con las medidas de censura impuestas por el gobierno chino). Como dijo Erik Martin, de la red social de noticias Reddit, la polémica no era necesariamente "entre Hollywood y las compañías de tecnología, sino entre quienes entienden internet y quienes no la entienden".
La marea pareció cambiar definitivamente hace menos de una semana, cuando los máximos encargados de tecnología en la Casa Blanca le quitaron el piso a SOPA y PIPA al responder a peticiones de ciudadanos presentadas en el sitio web del gobierno. Los profesionales dijeron que la administración no apoyaría una legislación que redujera la libertad de expresión o detuviera la innovación, y que medidas contenidas en estos proyecto de ley ponían en riesgo la seguridad y "arquitectura técnica" de la red.
Pero ni eso detuvo las protestas del miércoles, que lograron crear tanto ruido como para que senadores que habían apoyado inicialmente a PIPA se retractaran. Después de todo, la amenaza de Jimmy Wales, co-fundador de Wikipedia, tras el anuncio del apagón de la enciclopedia ("¡Atención, estudiantes! Hagan sus tareas a tiempo") siempre pareció más bien un dardo hacia quienes no pocas veces hacen sus deberes a último minuto y con ayuda de internet: los propios legisladores.