Querida Keira: ¿te acuerdas de ese día en que cruzamos miradas? Yo caminaba por el este de Londres, frente al mercado de Spitalfields, mirando todo y nada al mismo tiempo, cuando tuve la fortuna de girar mi rostro hacia la derecha y encontrarme frente a frente -aunque con un ventanal entre los dos- con tu sonrisa. Conversabas animadamente con un par de amigas en un restaurante. No tuve el valor para seguir mirándote por unos segundos más. Por supuesto que lo recuerdas.
No eras como en las películas. No había mucho de esa Gran Bretaña de Jane Austen. Tampoco eras esa flaca raquítica de la cual hablan las envidiosas. Tu rostro era brillantemente expresivo y, al mismo tiempo, cercano. Eras algo así como tu personaje en Buscando un amigo para el fin del mundo, donde esperas el apocalipsis con un afortunado Steve Carell. En esta cinta -que se estrena la próxima semana- creo que ibas bien encaminada, hasta que te obsesionaste con los discos de vinilo y pasaste a ser otra de esas hipsters como Natalie Portman en Garden State o Zooey Deschanel en cualquier cosa que haya hecho.
Con Anna Karenina, tu última película, probablemente volverás a esos personajes de época que tan bien te resultan. Tolstoi con acento británico es receta asegurada para el éxito. Las flores, metafóricas y reales, caerán nuevamente a tus pies y tu lista de admiradores seguirá creciendo. Yo, mientras tanto, me quedo con la Keira Knightley de esa tarde en el este de Londres.