Por Rodrigo Fresán Junio 26, 2013

No es el primero y seguramente no será el último, pero Woody Allen: A Documentary, dirigido por Robert B. Weide  -productor de Curb Your Enthusiasm de Larry David- es, por ahora, el más largo documental sobre el cineasta. Más de tres horas dedicadas a aquel que alguna vez fue para mi generación algo así como The Beatles y ahora -lo que no es poco- es apenas Paul McCartney. Es decir: alguien con un pasado formidable, un presente irregular, y por el que sentimos una mezcla de amor y  vergüenza ajena cuando filma esas peliculitas a lo largo y ancho de ciudades que no son Manhattan.

Pero lo de Weide está muy bien y nos ayuda a recordar lo inolvidable: éste es el hombre que no va a los Oscar porque tiene que tocar el clarinete y que desde una de sus primeras películas, Take the Money and Run, se las arregló para mantener férreo y total control sobre todos los aspectos de su obra. Éste es el romántico que nos enseñó a enamorarnos en Annie Hall y Manhattan. Éste es el responsable de esa trilogía de obras maestras que son Hannah y sus hermanas, Crímenes y pecados y  Maridos y Esposas. Y éste (el documental pasa como de puntillas, pero no esquiva el asunto) es el… ¿qué?... tipo que manoseaba polaroids de una hija adoptiva de Mia Farrow.

Lo mejor es el material de archivo de infancia y juventud (con Allen regresando al barrio de su niñez y viejos tapes de sus apariciones televisivas como stand-up comedian) y ese momento en que el hombre, hoy, abre el cajoncito de su mesa de luz, saca un montón de papeles  y servilletas con anotaciones y dice: “Todo esto son ideas para películas”. Y son muchas.

“Woody Allen: A documentary”, de Robert B. Weide. A US$ 15.49 (DVD), en amazom.com

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