Por Nicole Raymond Julio 31, 2013

Nueve años hubo que esperar para volver a ver a Jesse y Céline. Nueve años para saber si la pareja que se conoció en Viena y se reencontró en París podría resistir la vida real y nuestras expectativas. Y ahí están, en Grecia -más viejo él, más amarga ella-, felices a veces; peleando y puteando. A la larga, humanos. Dolorosamente humanos. 

Y es esa capacidad de mostrarse sin filtro la que ha mantenido el encanto de Ethan Hawke. El tipo que en los noventa encarnó el ideal romántico de nuestros días universitarios en películas como La dura realidad ha envejecido, pero lo ha hecho bien. Se ha liberado de la etiqueta de galán y eso le ha jugado a su favor. Así, dos décadas después, todo parece encajar en una carrera que ha logrado combinar sus intereses artísticos con rentabilidad y longevidad. Esas dos caras se vieron este año con la violenta The Purge, que se ganó el título de su estreno más exitoso (y que llega a Chile en octubre), y Antes de la medianoche, que hizo lo que parecía imposible: superar a sus antecesoras en críticas y devoción. 

Y no hay duda de que esa historia de amor definirá su trayectoria, porque ha tenido la oportunidad única de madurarla a lo largo de casi veinte años. Y, a diferencia de otros actores marcados por un papel, Hawke ha logrado con Jesse lo que varios otros no han podido: transformar un personaje en una persona, ganándose el fervor de toda una generación. Una que agradece que en Viena no se acabara todo. 

"Antes de la medianoche": en cines a partir del 8 de agosto

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